De barrendero a tener su propio quiosco más de 25 años en la misma esquina: “No me arrepiento de nada, cada día con más ganas de atender a mi gente”.
Tiene 53 años y lleva 26 en el tradicional kiosco de 9 de Julio y Villegas. Casi media vida, entonces, en esa tradicional esquina céntrica donde “salvo una bomba atómica, difícil que ya me vaya o me corran”, advierte Salvador Caballero, uno de los comerciantes más emblemáticos del centro de Cipolletti.
Se hizo desde muy abajo, empezó de barrendero y, por lo visto, conserva la humildad. Tanto que en el inicio de la extensa charla plantea: “¿por qué a mí la nota?, ¿no se enojará Eduardo que tiene más años que yo acá?”.
Cuando al propietario del “Kiosco Naza, el rey de las revistas”, se le aclara que su histórico colega también está “en carpeta” para futura entrevista, recién allí se suelta y regala una nota imperdible, cargada de recuerdos, anécdotas, emoción.
Salvador Caballero, alias Naza, en la puerta de su kiosco.
Naza, apodo que heredó del nombre del negocio, se muestra tal cual es desde el vamos: un tipo carismático, sensible, trabajador y honesto. Las golosinas de antes y las de ahora, los personajes del pago, la mención para un estimado cliente que ya no está y lamentablemente “se murió antes de ver ascender a Cipo como era su sueño y él mío también porque yo sabía cómo lo llevaba en el corazón al Albinegro”. Y mucho más...
-Nació en Mendoza y vive en Neuquén pero es uno de los comerciantes más queridos de Cipolletti. ¿Cómo es eso?
-Soy de Mendoza y llegué a Neuquén en el 1990. Pero allá voy a dormir nomás, o un rato al mediodía a almorzar, ponele. Yo me siento un cipoleño más, eso no se discute. Vos fíjate que muchos se piensan que soy de Cipolletti.
-¿Qué hizo antes de ser quiosquero y qué se le dio por meterse en este rubro tan particular?
-Esto salió de casualidad. Yo trabaja en la chacra y fue gracias al patrón que tenía, quien me impulsó y alentó para que emprenda, se lo debo todo a él. Hablo de Luis Boschi, el del empaque. Con ellos, manejaba el tractor, hacía de todo.
-Y antes también incursionó en trabajos más duros, ¿no?
-También supe trabajar en Neuquén, anduve por Garbo Sur que ahora es Cliba, de barrendero, bien de abajo me hice. Por eso estoy contento con mi presente, no me arrepiento para nada de haberme animado.
La historia de Naza, el popular kiosquero que logró todo con mucho esfuerzo. Se ganó el respeto y cariño de la gente.
-¿Quién lo acompañó en la aventura y cómo está compuesta su familia?
-Llegué de Mendoza con Sonia, quien al día de hoy me acompaña, juntos a la par. Con ella tuvimos a Franco y aparte tengo otra hija, Sofía, a la que también amo con todo mi corazón. Son los tres pilares de mi vida. Para que te des una idea este negocio siempre se trabajó en familia, muy pocas veces tuve empleado, quizá algún amigo. Mi señora viene al mediodía, cuando corto un rato y tras el almuerzo salgo a andar en bici para volver con más energía…
-Muchos que trabajan con el público suelen renegar. ¿A usted le gusta ese intercambio diario con la gente?
-Totalmente. Los clientes son lo más grande que hay, a veces salgo y al regresar hay un par esperándome en la puerta, en el auto. Eso no tiene precio. Me pasó hoy con una chica, ayer con padre e hijo y así siempre. Eso se llama lealtad. Tengo clientes de años.
Naza, un agradecido a sus clientes.
-También es porque usted se ganó ese reconocimiento y confianza. Ahora, cuantos personajes debe haber visto pasar por acá…
-Cualquier cantidad de conocidos, amigos a partir del kiosco, todo muy gratificante. Tantos personajes de la calle como El Chipi, un señor que barría en la vereda y murió. Uf tremendo... Y también como vengo de abajo, me siento muy identificado con la gente de la calle.
-¿Viene más que antes a pedir?
-Cuando puedo les doy alguna que otra galletitas o productos que vencen en el día pero están en condiciones de ser consumidos en el momento. Vienen muchos chicos, los que lavan vidrios o están haciendo malabares. Siempre hubo y habrá gente que necesita una mano.
-Le genera nostalgia la mercadería de antes, por ejemplo ¿extraña las viejas golosinas?
-Ha pasado tan ligero todo, una cosa de locos. Muchos que vienen a comprar siempre me dicen, te acordás del tubby 4, de la bananita -“ahora la hacen derecha-“, las gallinitas con el juguito adentro, los shampoocitos que eran deliciosos, las galletitas manón, las merengadas, los chicles y tantos otras.
La gente que lea la nota se acordara de muchos más… Ahora las golosinas son más modernas, antes eran más caseras. ¿Te acordás del chupetín de dulce de leche que le salía el palito? Jaja, que divinura, esa época ya no vuelve más pero hay que adaptarse a los cambios, otra no queda.
Comparó las golosinas de antes con las de hoy.
-Tener un kiosco es la fantasía de los golosos. ¿Usted se come todo o ya no? ¿Qué le gusta de lo que vende?
-Alfajores antes comía muchos, es la verdad. Ahora, hay que cuidarse, una barrita de cereal o un turrón clásico. Me gusta hacer deporte, salgo a correr, voy a la barda en bicicleta, en tiempos de vacaciones me vengo en bici al kiosco desde Neuquén.
-¿Sufrió, todo este tiempo, algún episodio de inseguridad?
-Una vuelta me asaltaron y me salvo una vecina que había venido a comprar LM Neuquén, la recordada Luli Schroeder. Fue un domingo a la mañana cuando ella llegó al negocio, se encontró con la puerta cerrada y no podía abrirla. Me tenían atado en el piso los ladrones, ella llamó a la policía. Me robaron la moto y luego los agarraron. Habrá sido hace 15 años. Pero me quedo con las cosas lindas que son muchas más.
-Hay una historia emotiva ligada a Cipo que prometió contar…
-Resulta que había un señor que se sentaba en la puerta del kiosco, fanático de Cipolletti, Rubén Bouilla. Yo lo único que quería era que no se muera sin ver a Cipo en el Nacional B de nuevo. Cuando era joven jugaba al tenis. Un domingo me dice hace mucho que no voy a Las Grutas y yo lo sorprendo al proponerle irnos al otro día. Dicho y hecho. Fumaba mucho, le decían ‘el fumarola’. Nos fuimos con mi señora, mi hijo y él y no fumó en todo el viaje, se comportó. Pero la anécdota es que el domingo jugaba Cipolletti y el tipo andaba con una radio pegada a la oreja en la playa… Le digo me voy a caminar, él se fue para el otro lado. Volvimos al lugar donde parábamos con mi familia y Rubencito no aparecía. Me empecé a preocupar y fuimos a buscarlo con mi hijo… Lo encontramos en una esquina y venía con el brazo en alto al grito de ‘Cipolletti, Cipoleee’. Había ganado en Tres Arroyos creo con golazo del Loco Padua. Lástima que falleció sin verlo ascender.
Rubencito se puso como "Loco" por el gol de Padua para Cipo.
-¿Y usted es muy futbolero? Se deben armar picantes discusiones y chicanas entre los hinchas de distintos equipos…
-Soy de Boca y sí, grandes debates se arman con los de River. Antes era muy fanático, ya no tanto, aunque la pasión está. Y también me tira Cipo, claro.
-¿Y juega a la pelota o ya no?
-Jugamos el torneo Don Pedro, me ponen adelante, donde me gusta. Siempre jugué al fútbol acá en la zona. Cuando trabajaba en el galpón en la chacra, estuve en el equipo con Matías Urbano, el Ruso Strack, el Mono Martínez, el hermano del Mono al que le decíamos 'el Tito Bonano'. En la canchita de la Tres Arroyos, qué equipazo ‘madre mía’. Ahora integro el equipo NyC (Nacidos y Criados) de Pichi Nahuel.
-Y a nivel política dicen que usted es el verdadero "boca de urna", al ver y hablar con tantos vecinos previo a las elecciones. También que se entera de las noticias de la ciudad antes que el resto.
-Jaja -risas-, así dicen. Pero yo no me meto en la polémica ni pregunto demasiado ni a quien van a votar ni de su vida privada. El respeto ante todo, hacer sentir cómoda a la persona que ingresa a comprar.
-¿Mensaje final para la gente?
-Gracias totales. A veces uno se pone mal cuando no puede cumplirle a todos, ejemplo porque no llegan determinadas revistas o figuritas, pero les agradezco de corazón. Ahora a propósito, se está vendiendo mucho la revista Superzings, que trae muñecos chiquitos, los pibes se pasan el comentario en la escuela y vienen a buscarla. Soy feliz con lo que hago, todos los días con más ganas que ayer.
El kiosko Naza se ubica en la emblemática esquina de 9 de julio y Villegas.
Te puede interesar...













Dejá tu comentario