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La Mañana Zanella

El regreso de las Zanella: el mecánico neuquino que mantiene en pie las motos antiguas y nunca dejó de arreglarlas

Hace 35 años que Santiago Díaz tiene un refugio de los ciclomotores que marcaron las generaciones de los 80 y 90 y que hoy vuelven a ser furor.

Los motos Zanella marcaron una época en los 80 y 90 en Argentina. Económicas, rendidoras y populares en los barrios, parecían condenadas al olvido cuando dejaron de fabricarse. Sin embargo, hoy vuelven a ser furor en Neuquén y en gran parte del país. En el barrio Progreso, Santiago Omar Díaz las mantiene vivas desde hace 35 años, fiel a la pasión que lo llevó a abrir su taller de reparación.

Díaz tenía 15 años cuando empezó a soñar con motos. Corría 1986 y él vivía en Neuquén capital. Veía a los chicos del barrio andar en dos ruedas y sentía la necesidad de tener una propia. Su papá lo acercó a un grupo de jóvenes que corrían en moto y ese fue el primer paso de una historia que ya lleva casi cuatro décadas.

“Iba todos los días al taller de ellos. Ayudaba, miraba, quería aprender. Un año entero estuve ahí hasta que me hicieron entrar a trabajar en un taller”, recordó Santiago. Esa fue su escuela: la observación, la práctica, el entusiasmo. A los 23, ya con experiencia y la recomendación de su propio patrón, se animó a abrir su propio taller en Concordia 808, en el barrio Progreso, donde sigue hasta hoy.

SFP Santiago taller de motos antiguas en Progreso (9)

En los años 80 y 90, los ciclomotores Zanella -las famosas “Zanelitas”- eran lo más buscado por jóvenes y adultos. “Llegaba a arreglar 20 por semana”, contó Santiago. Eran motos sencillas, aunque también facheras, económicas y rendidoras, ideales para trabajadores, estudiantes y familias que necesitaban moverse sin gastar demasiado.

Santiago eligió especializarse en ciclomotores y esa pasión la siguió toda su vida. "La gente de los barrios las usaba muchísimo para ir a trabajar. La lógica era clara: un pasaje de colectivo costaba caro, pero una reparación extendía la vida útil de la moto y significaba independencia. Siempre le preguntaba a los clientes: '¿Querés gastar en colectivo o querés andar en moto?' La respuesta era obvia”, recordó entre risas.

La caída y el regreso

A fines de los 90 y principios de los 2000, el mercado cambió. Los ciclomotores dejaron de fabricarse y fueron reemplazados por motos de 110 cc. Durante años, Santiago guardó cajas llenas de repuestos que casi termina tirando. “Más de una vez estuve a punto de venderlos como aluminio o de tirarlos, pero me daba pena. Algo me decía que no lo hiciera”, aseguró.

SFP Santiago taller de motos antiguas en Progreso (14)

Ese presentimiento resultó acertado. La crisis económica y la búsqueda de alternativas baratas revalorizaron los ciclomotores. Hoy, las Zanelitas y las bicimotos están de nuevo en las calles. “El año pasado fue un furor en Neuquén. Muchos tenían una tirada en el patio desde los 80 y la sacaron para hacerla andar. Y además, una ordenanza municipal lo facilitó mucho”, contó.

Se trata de la ordenanza 13.873, que permite patentar ciclomotores nunca inscriptos en el Registro de la Propiedad Automotor. “Eso fue un golazo. El que tenía una moto sin papeles puede ir a la municipalidad y registrarla. Fue lo que impulsó este boom otra vez”, dijo.

El taller como refugio

El taller de Santiago es pequeño, anexo a su casa. Allí trabaja solo, entre herramientas, motores y piezas que todavía conservan el brillo de fábrica. Su publicidad no está en las redes ni en carteles: es el boca en boca. “Siempre fue así: le arreglo la moto a uno y me trae a seis. Esa es mi propaganda”, dijo.

SFP Santiago taller de motos antiguas en Progreso (5)

La banda neuquina de rock "La Moto" parece que lo vigila desde un gran afiche en la pared. Este bien tan preciado también está en los calendarios, e incluso tatuado en los dedos del mecánico.

Hoy arregla entre una o dos motos por semana, con clientes que llegan desde Cutral Co, Centenario y distintas localidades de la provincia. “Algunos la usan para trabajar, otros solo quieren volver a escuchar el motor después de 20 años. Es mucha más nostalgia que necesidad, pero también hay un tema económico: son baratas de mantener”.

El vínculo de Santiago con sus motos va más allá de lo laboral. Posee unas 25, todas restauradas o en proceso de rescate. Y cada una tiene nombre: “La maleducada”, “La carta blanca”, “La sol”. “Todas las motos tienen nombre, las mías y las de los clientes. No son fierros fríos: son amigas”, aseguró.

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Ese cariño se refleja en las anécdotas que colecciona. Como la vez que un joven le llevó una moto, quedó conforme y le confesó que su papá tenía una Zanellita imposible de reparar. Santiago le propuso arreglarla sin cobrar hasta que el hombre la usara un mes. “Al tiempo vino el padre, recontento, me abrazó y me dijo: ‘Santiago, me cambiaste la vida’”, recordó.

El valor económico y cultural

Hoy, un ciclomotor en buen estado puede valer entre 500 mil y un millón de pesos, aunque hay versiones más baratas que requieren reparaciones. “Es como un Fiat 600 o un Citroën: parecen baratos, pero tienen su mercado y su mística”, explicó Santiago.

Las redes sociales también ayudaron al resurgimiento. “Antes se perdían repuestos porque la gente no sabía qué hacer con ellos. Hoy todo se publica: desde una tuerca original hasta un motor completo. Eso mantiene viva la rueda”, observó.

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Díaz insistió en que el secreto no está solo en el oficio, sino en la forma de ejercerlo. “Trabajo siempre con honestidad y a conciencia. Pongo aceites importados de buena calidad, como los que se usan en motocross, porque eso prolonga la vida de los motores. No me interesa hacer un arreglo que dure dos semanas: quiero que la moto rinda”, afirmó.

El taller también es parte de su vida familiar. Vive con su hijo de 24 años, que no siguió sus pasos porque nunca le interesó la mecánica. “De chico me daba miedo que se lastimara y después se hizo grande. Igual sabe todo, pero no le gusta. Y está bien”, dijo Santiago, aceptando que cada pasión tiene su dueño.

SFP Santiago taller de motos antiguas en Progreso (12)

Con 54 años, Santiago sigue abriendo cada mañana la puerta del taller con la misma ilusión de aquel adolescente que soñaba con motos. “Todos los días tengo trabajo. Eso es lo más lindo. No hay un día que me falte. Y cuando escucho el ruido de una Zanellita que vuelve a arrancar, siento que todo valió la pena”, terminó.

Ordenanza

Fue en el 2018 que se aprobó la ordenanza por la que se creó el registro municipal de Automóviles y Motocicletas Históricos. A partir de ahí los vehículos que tengan una antigüedad mínima de 30 años contados a partir de la fecha de su fabricación o desde su primera matriculación pueden sumarse a este registro.

Este registro permite a sus propietarios obtener una patente nueva que les facilita la circulación por la ciudad y así circular sin inconvenientes.

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