Hace 30 años fallecía Jaime de Nevares, primer obispo de Neuquén
Fue un referente de los derechos humanos en Argentina y uno de los personajes más emblemáticos que tuvo la provincia.
El 19 de mayo de 1995 fallecía monseñor Jaime de Nevares, primer obispo de la diócesis de Neuquén y uno de los grandes referentes éticos de la Argentina del siglo XX. Treinta años después, su figura sigue siendo un símbolo de coherencia, coraje y compromiso con los más humildes.
Nacido en Buenos Aires en 1915, De Nevares se ordenó sacerdote salesiano en 1945. Fue docente, formador y jurista canónico antes de que el papa Juan XXIII lo eligiera en 1961 como obispo de la flamante diócesis de Neuquén. Tenía 46 años y ningún vínculo con la Patagonia, pero aceptó el desafío.
Al llegar, encontró un extenso territorio poblado de obreros, gente de campo, pueblos originarios y migrantes. Allí hizo de la Iglesia una herramienta de transformación social. “Don Jaime no vino a administrar una diócesis. Vino a vivir con su pueblo, a caminar con los trabajadores y a dar voz a los que nunca la tuvieron”, dijo alguna vez Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980).
No tardó en ganarse el afecto -y la confianza- de los más pobres. Instaló parroquias en barrios humildes, impulsó cooperativas y defendió a las comunidades mapuches frente a las injusticias.
El obispo de los derechos humanos
La dictadura militar de 1976 fue un punto de quiebre para el país y para la Iglesia. Y De Nevares eligió el camino de la denuncia. Desde su cátedra episcopal en el sur del país, se convirtió en uno de los primeros obispos en alertar sobre los secuestros, las torturas y las desapariciones.
Fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y en 1983 integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada por Raúl Alfonsín para investigar los crímenes del terrorismo de Estado. En ese contexto, su figura trascendió lo eclesial para transformarse en un referente nacional.
“Él no se callaba. Tenía una valentía que le salía del alma y de su fe. Fue un verdadero profeta de nuestro tiempo”, dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Su testimonio fue clave para muchas familias que buscaban a sus seres queridos y se animaban a denunciar porque sabían que De Nevares estaba de su lado.
La opción por los pobres
Con la llegada de la democracia en 1983, De Nevares no se retiró del compromiso. Por el contrario, acompañó huelgas de docentes, reclamos por tierras de comunidades mapuches y luchas sindicales. Su voz estuvo siempre presente del lado de los marginados, en sintonía con lo que luego el papa Francisco llamaría “la Iglesia en salida”.
En una de sus homilías, llegó a decir: “La paz no es la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia. No se puede pedir orden sin garantizar el pan en la mesa”. Esa postura, profundamente evangélica, le valió críticas dentro y fuera de la Iglesia.
Osvaldo Bayer, periodista y escritor, lo definió como “el cura que hizo del sur una trinchera de dignidad”. Y agregó: “Cuando muchos callaban, él hablaba. Cuando otros se escondían, él se mostraba. Y cuando se exigía valentía, él la tenía”.
El legado por los Derechos Humanos
En 1990, al cumplir 75 años, presentó su renuncia como obispo de Neuquén, como exige el derecho canónico. Sin embargo, siguió viviendo en la diócesis, acompañando a su pueblo y manteniendo firme su palabra. Murió el 19 de mayo de 1995, a los 79 años. En su funeral, miles de personas pasaron a despedirlo.
Treinta años después, su figura sigue siendo un faro. En una Argentina con niveles alarmantes de pobreza, discursos de odio y retrocesos en derechos, la vida de Jaime de Nevares ofrece una brújula ética. No solo por su lucha durante la dictadura, sino por su defensa persistente de los derechos humanos en democracia.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario