La noticia de su muerte generó impactó en Neuquén. Inevitablemente llegaron los recuerdos de la despensa y su resistencia a la llegada de los hipermercados.
Impactó mucho la muerte de Américo Capriolo, el dueño del supermercado que lleva su nombre y que marcó una parte importante de la historia del comercio en la ciudad del Neuquén.
Los títulos periodísticos informaron sobre el fallecimiento del “empresario”, aunque se trate de una palabra bastante alejada a la personalidad de Capriolo, un tipo simple que arrancó de abajo y que le dedicó casi toda su vida al trabajo en aquel supermercado que nació como una despensa de barrio a mediados de la década del ’70.
La noticia impactó porque la gran mayoría lo conocía como “Américo”, o “Don Capriolo” en señal de amistad y también de respeto. Pero también causó un cimbronazo emocional entre los más viejos porque fue inevitable recordar los comienzos de su actividad a pulmón, la defensa de los vecinos durante los saqueos de 2001 y también la lucha que llevó adelante para sobrevivir cuando comenzaron a desembarcar las grandes cadenas nacionales e internacionales a la capital neuquina.
Capriolo y la resistencia
“Vamos a pelearla”, repetía en los 90 cuando la llegada de las grandes superficies era inevitable y su voz se escuchaba en los medios de comunicación como un símbolo de la resistencia pueblerina.
Quedan en el recuerdo aquellas caravanas a las que se sumaron miles de neuquinos para defender a los comercios locales, aunque todos sabían en aquel entonces que la pelea era desigual y que la batalla estaba perdida porque era imposible ir en contra del desarrollo y el crecimiento de Neuquén.
Y claro que Capriolo la pasó mal. Tuvo que ajustarse, sostenerse como pudo y reinventarse de alguna manera para no perder tantos clientes que se irían bajo la irresistible seducción de los hípers y los shoppings.
El renacer con el supermercado
Es probable que la garra la haya sacado de su sangre tana y de su tesón de laburante y emprendedor. Su familia lo puede comprobar.
Lo cierto es que nunca bajó los brazos y se puso el traje de los grandes para enfrentar a los gigantes y que después de recibir varios sopapos sacó pecho y salió a pegar de la mejor forma que podía (y que sabía): trabajando y apostando otra vez como cuando tenía la despensa. Y dando trabajo.
En las redes sociales la noticia de su muerte multiplicó los mensajes de amigos, clientes y empleados que lamentaron su partida.
Ninguno habló del “empresario”. Todos despidieron con tristeza a Américo o a Don Capriolo.
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