Ramiro De Lillo, que juega en Alemania, rememoró los tiempos de la escuelita de Trelew de su padre Gerardo. Lamentó que nadie lo ayudara a recuperar el predio.
Por más de una década y media, La Terraza fue mucho más que una escuela de fútbol. Se convirtió en un segundo hogar para cientos de chicos de Chubut que encontraron allí no solo formación deportiva, sino también contención y valores. Hoy, su legado perdura en el recuerdo y en la carrera de jugadores como Ramiro De Lillo, hijo de su creador y alma mater, quien hoy juega en el TSV Singen de Alemania.
"Hasta los 11, 12 años me formé en La Terraza con papá y a los 15 me fui a Buenos Aires con la idea de dedicarme al fútbol profesional", relató De Lillo desde el país europeo, en una entrevista por streaming de Diario Jornada. Su trayectoria lo llevó por las inferiores de Racing, Estudiantes de Buenos Aires y finalmente Arsenal de Sarandí antes de cruzar el océano. Pero sus raíces están en la cantera patagónica que hoy, se lamenta, ya no existe más.
El proyecto nacido en 1992 fue obra del tesón incansable de Gerardo De Lillo, padre de Ramiro, quien junto a su hermano Fernando y José (su padre, ingeniero) levantaron a pulmón un complejo deportivo que dejó huella en la región. "
Se me pone la piel de gallina, es difícil expresar lo que genera mi viejo, porque trasciende más allá del fútbol", confesó Ramiro, que ha jugado en el ascenso de España, en Islandia, Italia y Alemania, llevando consigo los valores aprendidos en aquel predio que alguna vez fue el sueño de su padre.
El vínculo entre Gerardo y sus dirigidos iba mucho más allá de lo futbolístico. "Las cosas que hacía mi papá con los chicos era una locura, era el papá de cada uno; estaba pendiente del colegio, si comían o no, daba igual si podían pagar la cuota. Los pasaba a buscar por la casa para que fueran a entrenar", recordó con emoción.
En la historia de La Terraza también figura como pieza fundamental Pichi Calderón, una leyenda del Gaiman, padrino de Ramiro y mano derecha de Gerardo desde los inicios. "Tenían historias para tirar para arriba. También representa muchísimo en mi vida", aseguró el mediocampista de 30 años.
Cantera y algo más
El complejo no solo sirvió como cantera de jugadores. También fue utilizado por clubes como Guillermo Brown, Deportivo Madryn y Racing Club de Avellaneda para entrenarse durante sus participaciones en torneos federales.
En 2001, además, La Terraza organizó junto a Racing el primer Torneo Argentino de Baby Fútbol, continuando la tradición iniciada por el recordado Carlos Rodríguez desde la Liga del Valle. "La hija de Carlos, Julieta, cuando se empezó a formar el fútbol femenino, también la tengo muy presente", señaló De Lillo.
Uno de los momentos más memorables para Ramiro fue el triunfo en un torneo internacional en Córdoba con la categoría '95, poco antes del cierre de la escuelita. "Fue el último viaje largo que hicimos", recordó con nostalgia.
El esfuerzo detrás del proyecto fue descomunal. "Es durísimo ver cómo está el predio ahora porque yo vi a mi viejo ahí 10 horas por día levantando cada poste, cada árbol, sembrando las canchas, encima siempre a pulmón, no recibía ayuda de nadie", lamentó Ramiro.
El sistema de riego era toda una hazaña técnica para la época. "No se imaginan lo que eran antes, unos caños tremendos que venían de la chacra de abajo, más de un kilómetro de recorrido. Era una aventura regar las canchas todos los días", explicó sobre el ingenio familiar para mantener el predio.
Los esfuerzos para rescatar la escuelita de Chubut
Tras el fallecimiento de Gerardo en 2016, Ramiro intentó continuar con el legado mientras jugaba en Deportivo Madryn. "Entrenaba a la mañana, y me quedaba laburando en La Terraza desde el mediodía hasta las 10 de la noche. Y de ahí me iba a Madryn, así todos los días", compartió.
La oportunidad de volver a Europa planteó un dilema enorme. "Los robos no paraban de suceder, cada vez más seguidos. Era una responsabilidad enorme y teníamos miedo que lo usurparan", explicó sobre las razones que lo llevaron a buscar alternativas para el predio.
A pesar de múltiples intentos por mantener vivo el proyecto, sus gestiones no prosperaron. "La alquilaron Los Aromos, Atlas, la quisieron alquilar Independiente, Camioneros, hasta hablé con gente de Buenos Aires, pero ninguno se quiso realmente hacer cargo", detalló con frustración.
Para De Lillo, la situación refleja una realidad dolorosa: "Me dio mucha pena porque nadie quiso hacerse cargo ni sacarle provecho a un espacio tan próspero como ese. Creo que es un reflejo de cómo veo los espacios verdes de Trelew".
Desde el sur de Alemania, donde juega como enganche o mediocampista en una categoría similar al Federal A argentino, Ramiro mantiene vivo el recuerdo de aquel semillero que formó no solo futbolistas, sino personas de bien.
"Cuando vuelvo a Trelew me llena el alma", confesó con orgullo por el legado que su familia dejó en el fútbol chubutense.
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