Entrevista a Gonzalo Aramburu: Estrellas Michelin, Prix Baron B y su mirada sobre la cocina del interior
Gonzalo Aramburu, chef con dos estrellas Michelin, integra el jurado del Prix Baron B, el certamen que premia proyectos gastronómicos sustentables del país y que cierra en pocos días.
Cuando se habla de gastronomía argentina contemporánea, uno de los primeros nombres que aparece es el de Gonzalo Aramburu. Dueño del restaurante homónimo que en abril de este año volvió a revalidar sus dos estrellas Michelin, Aramburu es hoy una de las figuras más influyentes de la escena local. Pero su prestigio no se limita a lo que sucede en las mesas de su cocina: también se proyecta hacia el país profundo, ese donde nacen muchos de los proyectos gastronómicos más creativos y comprometidos con el entorno. Por eso no sorprendió que fuera convocado como jurado de la séptima edición del Prix Baron B – Édition Cuisine, un certamen que se ha consolidado como el más relevante de Argentina en su tipo.
“El Prix Baron B es, para mí, el premio más importante que tenemos hoy en Argentina”, afirma Aramburu, con convicción. “Es un premio que tiene visibilidad, que es federal, y eso es lo que más me gusta: que llegan proyectos de todo el país, desde el norte hasta el sur”.
Un concurso que premia algo más que el sabor
A diferencia de otros certámenes, el Prix Baron B no se enfoca solamente en la técnica ni en la creatividad del plato presentado. Su eje está en la historia detrás de cada proyecto gastronómico: la conexión con el entorno, el compromiso con los productores locales, el trabajo sustentable y la capacidad de generar impacto en la comunidad.
“No se premia solo un plato. Se evalúa el proyecto, la inspiración, cómo se nutren, cómo se construye ese camino en relación al territorio y a los productos”, explica el chef. Para él, esa es justamente la gran riqueza de este concurso: mirar más allá del plato servido y entender de qué está hecho realmente un emprendimiento gastronómico.
Este año, Aramburu comparte la responsabilidad del jurado con otros grandes nombres de la cocina internacional: Mauro Colagreco, el chef argentino a cargo del restaurante Mirazur (Francia), distinguido con tres estrellas Michelin y considerado uno de los mejores del mundo; Pablo Rivero, el alma detrás de Don Julio, la parrilla porteña también distinguida por la guía francesa; y la chef mexicana Daniela Soto-Innes, elegida en 2019 como la mejor cocinera del mundo por la lista The World's 50 Best Restaurants.
De jurado a mentor
Si bien es su primera vez como jurado del Prix Baron B, Aramburu conoce el concurso desde hace años. Asistió en varias oportunidades a las galas de premiación y siguió de cerca los proyectos ganadores, muchos de los cuales surgieron de la Patagonia. “Siempre lo miré con admiración desde afuera”, cuenta. Ahora, desde adentro, su entusiasmo no es menor. “Me siento muy feliz de ser parte de este jurado. Es una oportunidad para seguir conociendo proyectos increíbles que muchas veces están invisibilizados y que tienen un gran valor”.
Su rol no se limita a la evaluación. También se transforma en una suerte de mentor para quienes participan. La visibilidad que otorga el certamen —junto con el respaldo de chefs del calibre de Aramburu— puede significar un antes y un después para cualquier proyecto gastronómico del interior.
“Lo más importante es que se animen”, insiste. “Que se presenten, que compartan su historia. El premio tiene un valor económico importante, pero sobre todo les da una vidriera única y una red de contactos que puede cambiarles la vida”.
La cocina argentina, entre la memoria y el futuro
Consultado sobre cómo definiría a la cocina argentina, Aramburu duda un segundo y sonríe. “Es una pregunta que me hacen mil veces y siempre te puedo dar una respuesta distinta”, dice. Y no es una evasiva: su mirada sobre la cocina del país es tan amplia como profunda. “La cocina argentina tiene muchas caras. No es una sola. En el norte hay una, en el centro otra, y en el sur, otra muy distinta. Está marcada por la inmigración, por la diversidad y por una relación muy fuerte con el fuego"
Desde hace más de 15 años, Aramburu trabaja para reinterpretar esa identidad en clave contemporánea. Su cocina, reconocida por la crítica y los comensales, es un laboratorio de sabores y técnicas donde los productos argentinos son los protagonistas. Y aunque el reconocimiento de la Guía Michelin trajo una validación importante, él aclara que el camino no empezó ni termina ahí.
Las estrellas y la presión de mantenerse
Aramburu fue uno de los pocos cocineros argentinos que no solo logró la doble estrella Michelin, sino que además la renovó. “Dicen que conseguirla es difícil, pero mantenerla lo es aún más”, admite. “Y es cierto. Hoy trabajamos todos los días con esa presión, pero también con mucho orgullo. La estrella es un reconocimiento, sí, pero también una responsabilidad”.
No obstante, aclara que durante 15 años trabajaron con la misma intensidad, con o sin estrellas. “Lo que cambió fue la visibilidad. La Guía nos pone en el mapa, no solo a nosotros, sino a toda la gastronomía argentina. Ojalá más ciudades sean reconocidas, porque hay mucho talento”.
En ese sentido, destaca también la evolución del comensal argentino: “Viene con más información, con curiosidad, con ganas de vivir una experiencia. Y eso también nos obliga a estar a la altura”.
Un cocinero sin redes, pero muy conectado
Una de las particularidades de Aramburu es que no tiene redes sociales personales. “Tuve Twitter un tiempo, pero lo dejé. Hoy las redes de mis restaurantes las maneja el equipo. Yo me informo, veo algunas cosas, pero trato de no mirar demasiado”, confiesa. ¿Por qué? “Porque siento que si veo mucho, me empiezo a condicionar. Y prefiero mantenerme fiel a lo que quiero hacer”.
En tiempos donde los cocineros se convierten en influencers y el contenido audiovisual es casi tan importante como la cocina misma, su postura resulta atípica. Pero coherente con su perfil: más reservado, más introspectivo, más comprometido con la cocina que con la foto.
Una invitación a participar
Hasta el 21 de julio, cocineras y cocineros de todo el país pueden inscribir sus proyectos en el Prix Baron B – Édition Cuisine. Aramburu los alienta: “Que se animen, que cuenten lo que hacen. Hay proyectos hermosos que merecen ser reconocidos. Este premio abre puertas, te conecta con otros cocineros, te lleva a conocer el restaurante de Mauro Colagreco. Es una experiencia transformadora”.
Al final del día, lo que más lo entusiasma es eso: ser parte de un espacio donde la gastronomía argentina se piensa, se celebra y se proyecta al mundo. No desde Buenos Aires solamente, sino desde cada rincón del país.
+ Info: https://www.baron-b.com.ar
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