Ojalá surja el contagio. Y que este momento histórico del deporte impulse nuevos sueños.
Parecía que septiembre iba a marcar el hito deportivo del año en esta parte de la Patagonia. Maira Arias, una patinadora ejemplar, una remadora incansable en pos de su sueño mundialista, dejó la piel, como en cada carrera, y se coronó como la mejor del planeta en China, siguiendo el camino a la gloria que le marcó Rosana Sastre hace un par de décadas.
Ojalá surja el contagio. Y que este momento histórico del deporte impulse nuevos sueños.
Pero había más. Apenas dos meses después, el que cumplió su sueño de pequeño fue Marcos Acuña. El silencioso zapalino fue una de las caras nuevas del Patón Bauza para renovar a una selección cansada y deprimida, y se dio el gusto frente a Colombia, por los puntos, de jugar al lado de Messi. Pero había más. El cipoleño Mariano Hood, también en silencio, fue una pieza clave en el cuerpo técnico del equipo que iba a terminar con la obsesión de la Davis para convertirla en un recuerdo imborrable del tenis argentino. Pero había más. Ayer, Matías Moya, un pibe cargado de ilusiones, hizo detener los corazones de su familia en Centenario en su debut con la camiseta de River. Unas horas antes, Manu Urcera festejaba su primera victoria en el TC en una final que quedará en los “libros”.
Ojalá haya más. Ojalá surja el contagio. Y que este tiempo cargado de momentos históricos para nuestro deporte impulse nuevas figuras, multiplique apoyos, haga nacer nuevos sueños. Ojalá las enormes hazañas de esos protagonistas que nacieron y se formaron acá nomás, a la vuelta de la esquina, sirvan de espejo para los que vendrán, tienten a los políticos a invertir en el deporte, sean una ayuda para que concretar los objetivos no implique una vida de sacrificios en soledad. Porque ahí está Gigantes, puntero de la Liga Argentina, remando en dulce de leche para pagar los sueldos, pidiendo a gritos que les den una mano para sumarse a los festejos.
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