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La Mañana temporal

Las ráfagas convirtieron las calles en una trampa

Semáforos sin funcionar, árboles caídos y techos colapsados le dieron forma a una jornada peligrosa.

Sofía Sandoval

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Con ráfagas de hasta 130 kilómetros por hora, el temporal de viento que azotó ayer a la ciudad logró cambiar por completo la rutina de los ciudadanos, en medio de una jornada caótica con vuelos suspendidos, servicios cortados y una cantidad de polvo en suspensión que tiñó de tonos ocre el horizonte neuquino.

Al mediodía, las diagonales del centro parecían una alfombra de ramas y hojas sueltas de eucaliptos, que se mecían en medio de los intentos de la Policía por alejar las ramas más grandes de los cables de electricidad. En Avenida Olascoaga y la Ruta 22, dos luces del semáforo quedaron suspendidas apenas por un cable y se balanceaban, amenazantes sobres los autos que tomaban un desvío por calle Planas.

Cuando las ráfagas comenzaron a hacerse más fuertes, los transeúntes acudieron a las paradas de colectivos con bufandas en la boca y lentes oscuros para evitar el polvo en suspensión.

Sobre la calle Necochea, la tierra en suspensión convertía el paisaje en una postal de otro planeta, mientras una mujer se doblaba ante el viento enérgico que amenazaba con despegarle los pies del suelo.

En Toma Norte, un alambrado completo se desprendió de su sitio original y fue a parar a un cable de electricidad que se aferraba a duras penas a un poste caído. En los barrios con conexiones informales a la red eléctrica, los postes se cayeron como fichas de dominó y los vecinos más valientes salieron a apuntalarlos para evitar riesgos.

Antes de las 13, Antonella sintió el ruido de chapas sueltas y de inmediato pensó en los materiales de construcción que tenía en el patio de su casa, en barrio Aeroclub. Salió a comprobar que sus perros estuvieran bien y observó el techo completo de su casa que volaba por los aires y chocaba de lleno contra el parabrisas del auto de su vecino.

Enterado del hecho, su esposo enfrentó el viento por varios kilómetros a bordo de su moto y llegó a tiempo para sostener el techo caído con escombros y evitar que se volara otra vez.

En las esquinas de Almafuerte, la Policía se ocupaba de cortar el tránsito para resguardar a los escasos conductores de los cables sueltos, mientras que los techos de las casillas resistían con cubiertas, ladrillos y escombros a cada ráfaga que parecía capaz de llevarse todo.

“Le dije a mi hijo que se metiera debajo de la cama y llamé llorando a mi marido para contarle lo que estaba pasando porque era algo increíble”.Antonella. Una vecina damnificada por las fuertes ráfagas de viento de ayer

Hubo que suspender los vuelos hasta hoy

En el aeropuerto Presidente Perón, la pista de aterrizaje era una postal de aire espeso y oscuro que sólo permitía ver a unos metros de distancia. Dentro de la estación, cientos de pasajeros esperaban ansiosos la salida de sus vuelos a Córdoba y Mendoza, mientras que otros se alejaban desilusionados al saber que los arribos programados de algunos vuelos no aterrizarían esa tarde en la ciudad.

“Nos dijeron que iban a avisarnos en un par de horas si salían o no los vuelos”, señaló Juan Ignacio, que esperaba junto a su familia un avión que lo iba a llevar a Córdoba. Mientras aguardaba, analizaba las opciones disponibles para viajar, con escalas, al mismo destino otro día de la semana.

El viento y el polvo en suspensión obligaron a desviarse a los pilotos de Aerolíneas de regreso hacia Buenos Aires.

Los pasajeros consultaban ansiosos las pizarras digitales hasta la tarde, cuando se anunció que todos los despegues y aterrizajes se suspendían hasta nuevo aviso por las malas condiciones climáticas.

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