Centenario busca alternativas comerciales con el impulso de jóvenes y emprendedores que le dan otra mirada a la cultura de los pioneros.
Hubo un tiempo en que en Centenario no se salía, o se salía a la ciudad de Neuquén. Porque el pueblo, con sus historias de pioneros, canales y chacras, nunca se pensó a sí misma como un centro de esparcimiento. Existía un cine, sí. Y una lógica de comunidad familiar donde todo cerraba temprano y las calles se vaciaban con el último colectivo.
Hoy, la escena parece pintarse de otra menta, hace unos años. No del todo nueva, pero sí en movimiento. Y detrás de esa transformación hay un dato que no puede pasarse por alto. De las 1.400 licencias comerciales activas en la ciudad, el 85% corresponden a almacenes y mercados.
Es decir, Centenario sigue siendo un lugar para comprar lo esencial, lo urgente, lo cotidiano. Pero empieza a abrir una puerta -aunque sea entornada- hacia otra cosa, como lo es el entretenimiento.
Y no cualquier entretenimiento, es algo más modesto, de pequeña escala, pero con pretensiones de volverse parte de la identidad local. Heladerías con estética urbana, un nuevo centro comercial de ramos generales, un casino, bares que se animan a la noche de los viernes, pizzerías que extienden su horario porque descubrieron que los vecinos quieren quedarse. Hay algo ahí, como un germen, una posibilidad de crecer.
Del pueblo a las luces de Neuquén
La fuga comercial a Neuquén Capital es un hecho desde décadas, como una respuesta a una carencia. Durante años, Centenario no ofrecía opciones o muy pocas. Era un lugar de tránsito, de paso, de comprar el pan y volver a casa. Hoy, con una nueva generación de emprendedores, una comunidad más conectada y una economía local que necesita reconvertirse, la ciudad puede mirar ese vacío como una oportunidad.
La Cámara de Industria, Comercio, Producción y Turismo de Centenario (CICPROTUR) lo entendió así desde hace un tiempo, pese a las dificultades que hay hoy, con el e-commerce, los negocios informales y las plataformas digitales sin control.
Con los datos en la mano y el termómetro del humor comercial calibrado, advierten que las ventas mejoraron en términos interanuales (10,5% en marzo), pero que siguen sin compensar la caída brutal del 2023. Y que la inflación bajó, sí, pero el consumo no se disparó.
Es así que se comenzó a pensar en las “ventas nocturnas”, como esa moda que comenzó en el Alto Valle. En muchas ciudades del país se convirtieron en herramientas eficaces para mover la economía sin grandes inversiones, con promociones por tiempo limitado, eventos musicales, cuotas sin interés y, sobre todo, un clima.
Una sensación de que “algo pasa” en la ciudad. De que no hace falta irse a Cipolletti o a Neuquén para pasarla bien un sábado a la noche. servido. ¿Puede Centenario pensar su comercio más allá del almacén? Es un camino que empezó, sin muchas certezas.
La respuesta no está en copiar formatos, sino en entender el pulso propio. Hoy hay una comunidad joven, una dinámica de redes sociales, una vida que empieza a florecer después de las 20. Incluso sin cines, sin shoppings, sin grandes boliches, Centenario puede convertirse en un espacio donde la experiencia del “compre local” no sea solo un eslogan, sino un hábito, un ritual, una forma de estar.
No se trata solo de vender más (aunque si en el fondo) sino que tratar de quedarse. De darle sentido al lugar y quizás lo más valioso de esta transformación sea eso. Desde los que entienden que el desarrollo comercial no necesita luces de neón, sino constancia, imaginación y pertenencia.
La noche del pueblo recién empieza, y con ella, la posibilidad de escribir una nueva página de su historia.
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