Elecciones 2025: ¿Los mismos de siempre o una oportunidad real de cambio?
Rolando Figueroa, La Neuquinidad, el reseteo político alcanzado y la necesidad de plasmar en sufragios, el voto de confianza que la sociedad neuquina le diera en abril del 2023.
La campaña electoral ya está en marcha y, como cada cuatro años, los argentinos nos encontramos frente a la misma escena: los grandes partidos disputan el poder, mientras la ciudadanía se pregunta quién representa realmente sus intereses. El próximo 26 de octubre se define la nueva composición de una parte del Congreso Nacional, en una contienda que promete ser intensa, pero que también despierta un viejo interrogante:
¿Hay lugar para algo nuevo o seguimos atrapados en la repetición de las últimas cuatro décadas?
La eterna pelea entre “buenos” y “malos”
La política argentina parece condenada a montar escenarios de ficción donde unos se presentan como los “salvadores” y otros como los “demonios”. Sin embargo, detrás de esa polarización, la sociedad queda atrapada en un juego que se repite: discursos vacíos, promesas que se reciclan y una clase dirigente que busca perpetuarse en el poder.
La pregunta que surge es inevitable: ¿de verdad existen “los buenos” en la política argentina o todo es parte de la misma maquinaria?
Cuarenta años de democracia, las mismas prácticas
Desde 1983 hasta hoy, los nombres cambian, pero las lógicas permanecen. La prioridad no parece ser representar al ciudadano, sino responder a los intereses de quienes financian las campañas.
Y mientras los candidatos ensayan frases de marketing político, la ciudadanía pide algo mucho más simple: precisiones sobre el futuro, certezas sobre el país que heredarán nuestros hijos.
El rol del periodismo: ¿contrapeso o espectador?
Una idea equivocada sigue vigente: que el periodismo vive pendiente de los candidatos. Nada más lejos. El periodismo serio busca en las fuentes reales, no en las selfies ni en los slogans.
Los candidatos son apenas la “figurita” visible de un engranaje mucho más complejo, un engranaje que muchas veces no se expone a la luz.
La sociedad quiere una pausa
Frente a tanta confusión y desgaste, lo que pide la gente es sencillo: una pausa. Un momento de honestidad política, donde las acusaciones no provengan de dirigentes que también cargan con sus propios escándalos.
La verdadera confusión no está en la sociedad —que cada vez vota con más pragmatismo y menos épica—, sino en la dirigencia política, que parece haber perdido el rumbo y la noción de representación.
Elecciones 2025: lo que está en juego
El Parlamento que surja en octubre no solo definirá leyes, también marcará el tono de convivencia política en los próximos años.
Lo que la sociedad busca no es un nuevo “Mesías” ni un eslogan vacío, sino algo más profundo: ¿representan estos candidatos los intereses de un Estado soberano o los intereses de quienes pagan la campaña?
La Neuquinidad y el desafío local
En el plano local, La Neuquinidad logró imponerse a las viejas reglas impuestas, porque surgió desde abajo y no precisamente al calor de los “financistas históricos” de las campañas, sino, por el contrario, se impuso electoralmente frente a ellos. Supo interpretar la insatisfacción y la demanda de cambios de la sociedad neuquina.
Es ahora que Rolando Figueroa, alma mater de La Neuquinidad, desde el poder, enfrenta el enorme desafío de sostener ante el electorado que la construcción política que conduce sigue siendo el “aire fresco” de la política neuquina y que no se dejó tentar por las mieles de las viejas costumbres de la política tradicional.
Además, debe demostrar que sus diferencias con el gobierno nacional permiten que los neuquinos tengan acceso a bienes y servicios públicos que el resto del país no logra garantizar.
Demostrar eso, hará la diferencia.
Si el oficialismo local logra exhibir claramente la tolerancia cero —de la que ya hubo numerosas pruebas—, que el Estado no puede retirarse de la obra pública, que la educación, la salud y la seguridad son prioritarias y se prestan con calidad, que el desarrollo se sostiene con políticas activas “sin amiguismos”, que la vivienda es un derecho alcanzable y que todo ello está en riesgo si el poder cambia de manos, entonces es probable que el frente conducido por Figueroa se alce con un triunfo en las próximas elecciones.
Las cartas están echadas.
Ahora, la gente tiene la palabra. Y la decisión.
Expectativas versus realidad
Expectativas y realidad son hoy más latentes que nunca. Por un lado, las expectativas que genera la política a partir de la insatisfacción ciudadana; por otro, la responsabilidad de la sociedad de ser autoexigente para alcanzar un bienestar colectivo. Esa tensión lleva a confundir roles y a profundizar la desorientación y el desánimo.
La ciudadanía pretende de la política lo que muchas veces no logra en su vida personal. Reclama que se le resuelvan todos los problemas, pero no se autoexige con la misma vara.
Ejemplos sobran: del sistema de salud esperan médicos al estilo Favaloro, pero no todos quienes ejercen lo son. De la educación, maestros como Sarmiento, pero no todos los docentes están a esa altura. De la seguridad, policías impecables, pero no todos lo son. Del CONICET, la ciencia, Einsteins, pero no todos los investigadores pueden serlo. Del arte, Francellas, pero no todos los actores lo alcanzan.
“Puertas afuera” exigimos excelencia, pero “puertas adentro” no siempre ofrecemos la misma calidad. Esa brecha incómoda pocas veces se discute, porque revela una sociedad con rasgos hipócritas y poca autocrítica.
Aunque resulte incómodo admitirlo, los principales responsables de cómo estamos no son solo los políticos: somos nosotros mismos.
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