La historia de Sara, esta agradable joven caribeña que va a estudiar por las tardes a la Biblioteca y se solventa vendiendo comida en las ferias.
A la misma hora, en la mesa de siempre y dispuesta a aprovechar cada minuto de estudio. Saraleine Constant o simplemente Sarita está firme como todas las tardes en la Biblioteca cipoleña, el espacio que elige para concentrarse en los libros “porque acá no me distraigo como en casa”.
Pronto, el 30 de noviembre, se cumplirán 8 años desde que llegó de Haití con solo 19 años esta carismática y agradable joven extranjera que hoy tiene 26. Ese tiempo lleva sin ver a sus padres. “Mi papá me acompañó cuando me vine un mes y luego regresó. Y mi mamá aún no pudo venir”, lamenta en el inicio de la charla con LMCipolletti en la que compartirá su más que interesante historia de vida.
Pero sabe que el esfuerzo, a la larga, rendirá sus frutos. La muchacha caribeña se encuentra justo en la mitad de la carrera de medicina y vive con sus dos hermanas, una futura comunicadora social (Loruchama) y otra que cursa administración de empresas (Jemileine).
Por qué eligió Cipolletti
La formación universitaria fue justamente el motivo que la trajo al país. “Allá el tema del estudio universitario es complicado. La mayoría se tenía que ir a República Dominicana, empezaron los problemas con los títulos que provenían de esa nación vecina y ahí aumentó el interés por Argentina”, cuenta con su tono simpático mientras saluda a unas chicas a las que conoció en ese tradicional recinto cultural de la ciudad.
Consultada por qué puntualmente escogió Cipolletti para radicarse, revela: “Tenía una amiga acá, Elionoch Joseph que canta y le va muy bien. Ella nos orientó. Estudio medicina en la Facultad del Comahue, pronto tengo unos finales para retomar y a eso estoy apuntando. Estoy en una pausa, preparándome para aprobar unas materias de tercero así puedo empezar cuarto año en 2026”.
Son tres hermanas mujeres y las tres viven juntas en nuestra ciudad. Los recursos que les envía su familia ayudan y lo valoran pero no alcanzan del todo. Por eso, Sara supo trabajar en distintos comercios como un almacén y ahora último optó por “ir a las ferias a vender productos de repostería y otras comidas típicas de mi país pues el trabajo full time me retrasa mucho en la Facu, lo mismo les pasaba a mis hermanas por eso decidimos que lo mejor era el trabajo independiente”.
Le agrada Cipo y se nota en su sonrisa y su amplia vida social pero igualmente admite que de su país extraña “bastante”. “Mi casa, amigos, padres que por el tema migratorio y de la Visa, al no haber vuelos directos, es complicado ir o venir... También extraño la comida. Además de la palta y el plátano que acá se consiguen, hay muchas frutas y menú de países tropicales a los que echo de menos”, explica al mismo tiempo que intercambia unas palabras con periodistas que ingresan al programa radial en FM Mural y con los que de tanto verse las caras ya tiene un vínculo.
“Con mis papis hablamos por teléfono o hacemos videollamadas pero no es lo mismo verse. Cada año tenemos planes pero para ir sí o sí hay que pasar por otros países y se hace complicado”, indica con un dejo de nostalgia sobre lo que más sufre del desarraigo.
Es que vino ya de adolescente, tras terminar la secundaria y guarda hermosos recuerdos de su tierra, a la que añora regresar algún día. “Allá tuve una vida normal, hice la escuela primaria, secundaria, somos muy religiosos así que también éramos de ir a la iglesia, de tener actividades extracurriculares, deportes, música. Las tres -por ella y su hermana- tocamos instrumentos, yo la viola. Nací en Puerto Príncipe, la capital, pero me crié en el Sur, en Los Cabos. ¿Cómo es allá? Muy lindo, somos una isla, cualquier departamento tiene mar, hay diferentes playas, muchos ríos y espacio verde. Acá cuando es verano a veces vamos al río, también es linda esta zona. Me falta eso sí conocer la cordillera”, revela con una tímida sonrisa.
Se adaptó rápidamente a la zona. A lo único que no se acostumbra es “al clima, las temperaturas extremas, en especial al frío. Es lo que no me gusta mucha, lo demás me encanta”.
Tiene muchos amigos y amigas pero “pareja por ahora no”. Se enfoca, claro, en “sacar los finales para arrancar el año que viene. A la Biblioteca vengo sola, puedo tener continuidad sin distraerme”.
Ya por terminar la jornada de estudio en el corazón de la ciudad, avisa que más tarde “prepararé en casa budín, algunas cookies, chips de plátanos”, de cara a alguna próxima feria a la que irá a ganarse el mango.
Integrada por los vecinos y “cero discriminación”
Lejos de sentirse discriminada por su color de piel, en tiempos difíciles en materia xenofobia, celebra que “me tratan re bien, al contrario. Siempre encontrás algún caso aislado, alguien que hace un comentario desafortunado pero no por discriminación personal. Acá tengo a mis amigos, amigas, que te hacen sentir como de la familia. Lo de la xenofobia es más por una cuestión educacional también”, analiza con madurez.
Incluso advierte que su presencia resulta simpática en los distintos ambientes que frecuenta. “Siempre por mi color de piel me distinguen, ‘ya llegó Sarita’ escucho por ejemplo cuando entro a la biblioteca. Me miran, me saluda la gente, muchas personas a las que no logro identificarlas pero que me vieron antes entonces me reciben de la mejor manera”, destaca esa amabilidad de los cipoleños.
Disfruta esta experiencia a sabiendas de que puede prolongarse bastante en el tiempo. “La situación de allá -por su país- no es buena, cuando ves las noticias te das cuenta. A largo plazo sí propongo volverme. Por ahora disfruto esto de adquirir conocimientos generales, no se trata de estudiar en la facultad solamente, el roce de los trabajos, otra cultura, otra gente. Estoy muy agradecida”, finaliza la haitiana que sueña en grande en Cipolletti. La futura doctora. La de la biblio y la biblia. ¡Exitos, Sarita!
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