Con un cromosoma de más y talento de sobra, Martina Komacek venció prejuicios y temores. La neuquina marca un antecedente histórico como actriz graduada.
Los movimientos delicados de una muchacha a contraluz acompañan la música solemne, sus manos se elevan al cielo en un rezo. Es la presentación de la tesis de la Licenciatura en Artes Dramáticas de la primera actriz con síndrome de Down de Neuquén. De repente, el ritmo se acelera y el cuerpo de Martina gira, baila, se contonea y revolea la rubia cabellera exhibiendo una fuerza teatral arrolladora.
Aquel día, 1° de agosto, Martina Komacek, de 31 años, se recibió de actriz en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA) con un 10 como nota del trabajo final y sentó un antecedente histórico. En esa instancia, abordó la inclusión de la discapacidad, repasó momentos de su vida, y lanzó un mensaje potente parar interpelar a la sociedad: "soy una persona, también yo tengo derechos y además tengo obligaciones, es hora de romper obstáculos, romper barreras tengamos o no una dificultad".
La flamante graduada contó en una entrevista con LMNeuquén en su casa de Plottier que después del festejo colectivo en la calle, sueña con vivir sola, viajar, y que ya organizó una gran fiesta de 80 personas. Sin detenerse en los momentos en que pasó discriminación; y lejos de mostrarse vulnerable, reveló que se imagina actuando en películas de ficción: "Me gusta "Rápido y Furioso" porque me atrae el riesgo, quiero pelear, dar patadas", aseguró.
El viaje de Martina hacia el teatro: "actuar es liberador"
Para Marti estudiar teatro no fue la primera opción. Si bien asistió a academias de baile y comedia musical desde los seis años, en la escuela secundaria optó por la orientación de administración de empresas. En 2011, cuando fue elegida como abanderada, le dijo a este diario: "yo siempre le digo a la gente que me mira o me dice algo, que soy una persona normal, que puedo hacer cosas como cualquier otro, con la única diferencia que tengo un cromosoma más”.
Al terminar la adolescencia pensaba continuar su pasión por la danza en la Escuela Superior de Danza Contemporánea, pero el deseo de estudiar teatro en el IUPA, terminó imponiéndose. "Tenía dudas, pero elegí lo que me gustaba de pequeña", recordó la joven, que más que un cromosoma extra, tiene creatividad de sobra.
Sin embargo, su familia tenía miedo a los 46 kilómetros de viaje entre Neuquén Capital y General Roca, en Río Negro. En la institución pública y gratuita, se ofrecen 29 carreras y asisten estudiantes con distintas discapacidades, como parálisis cerebral, autismo y ceguera, aunque hasta ahora, ninguna persona con síndrome de Down.
Hasta que un día tuvo una charla seria con sus padres, Eduardo y Sandra y les planteó la firme convicción de cumplir su sueño. "Me fui con mi acompañante terapéutica (AT) Vicky Parada hasta el IUPA para anotarme, me dieron una bienvenida hermosa, tiene patio, barcito, es lo mejor, entraba y me compraba un pebete, así hice un curso de ingreso", recordó Marti sobre el primer paso en un trayecto que le tomó seis años.
La adecuación de contenidos consistía en que las y los profesores anticipaban los textos que contenían las ideas principales, de manera que Martina tenía tiempo para estudiar y realizaba cuadros conceptuales de apoyo, muy valorados entre sus compañeros.
En el primer año, logró aprobar solo dos materias. El papá la llevaba hasta Roca, y en ocasiones debían dormir allá. Después metió "turbo" durante la pandemia: gracias al excelente manejo de herramientas tecnológicas, y el apoyo de su mamá, profe de Ciencias de la Educación, hizo las materias teóricas y hasta rindió libre Filosofía del Arte.
En tanto, como había una materia obligatoria que se dictaba solo de mañana, tuvo que modificar su horario laboral en la Ciudad Deportiva, pero resolvió ese obstáculo también. “Pedí permiso —contó—, hace 12 años que trabajo en Discapacidad, soy administrativa de la Subsecretaría de Deportes de la Secretaría de Deportes, Cultura y Gestión Ciudadana”.
Entre dictadores y absurdos, los desafíos de Martina
En el camino académico encontró que de las 36 materias, sus preferidas son Actuación, Dramaturgia y Expresión Corporal, -que le encanta- y de sus compañeros, unos "especiales" que le gustaría nombrar son: Valentina, Agustín, Yohana y Soledad".
Ni los kilómetros, ni los temores familiares, ni los horarios separaron a Martina de su sueño de ser actriz: comenzó a manejarse en colectivos con su AT o invirtió el salario en viajes en remisse. A veces salía de trabajar a las dos de la tarde, y viajaba directo al IUPA. Todo el esfuerzo valía: "me encanta el teatro, actuar es liberador, no importa si la persona tiene mi discapacidad o no, para mí actuar es libertad".
Con su deseo como arma creativa para hacer teatro y derribar la discriminación, los prejuicios, estereotipos y cualquier tipo de mirada "desde arriba" que la quiera reducir a una persona con discapacidad, Martina es la revelación escénica del Alto Valle.
"Cuando actúo me re olvido de todos los problemas y me re ayuda", dijo Martina sobre los sentimientos que afloran en escena. Su experiencia estudiantil en el escenario es extensa, pero destacó dos obras de teatro: "Actué en "Un día diferente", un unipersonal sobre el tema de las drogas, también actué en "El Tercer Reich", de Hitler en una materia de Sebastián Fanello".
Al respecto de los desafíos, la flamante actriz advirtió que lo más complejo fue interpretar al personaje de Bertold Brecht, inspirado en el nazismo: "Jamás hice de un hombre, es muy difícil, era un militar con mis propias tropas, ejército, era un hombre borracho y con cargo militar, odiaba a los soldados".
Graduada hace un mes, Martina no se detiene. Además de dictar un taller de extensión universitaria los sábados, continúa formándose con Fanello, en el taller de Deriva Teatro. Allí incursionan en textos de Eugène Ionesco, uno de los exponentes del teatro del absurdo, donde improvisa el papel de una profesora con rasgos autoritarios y acosadores. "Quiero probar algo más ácido, algo más fuerte", aseguró la joven actriz.
En la oficina, sus compañeros la llaman “famosa” y hasta le piden que los salude cuando la entrevistan en la radio. Martina, convencida de que su destino está en los escenarios, aclara con una sonrisa: “Protagonista, obvio”. Y a solo un mes de graduarse ya la sorprendió su primera propuesta laboral: “Se comunicaron de un taller de teatro… cuando vi ese mensaje en mi trabajo dije ¡qué! No me imaginaba una propuesta, es el Espacio PueblArte de Cipolletti”.
Aunque no sería su primera experiencia docente. Hace dos años la convocaron desde la Fundación Naceres —a la que asistió de bebé hasta los diez años para la estimulación psicomotriz— y allí comenzó a dar un taller de teatro destinado a personas con discapacidad. Un camino que, como el suyo, se construye a fuerza de convicción y pasión por el arte.
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