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La Mañana Travesía

Una travesía única: en un bote dragón, navegan por el río Limay para entender por qué hay que cuidarlo

Un emprendimiento turístico neuquino invita a mirar la naturaleza con otros ojos: a escucharla, comprenderla y sentir el compromiso de preservarla.

El sol cae sobre el Río Limay y la corriente refleja los tonos anaranjados del atardecer. En ese paisaje, los botes de Quatro Vientos avanzan despacio, guiados por la voz de los instructores. No se trata solo de remar: la propuesta es habitar el río, sentir su pulso, descubrir la vida que lo rodea y, sobre todo, aprender a cuidarlo.

“Queremos que las personas se vayan del río con otra mirada. Que no solo se maravillen con el paisaje, sino que entiendan que este lugar necesita respeto y compromiso. Cuando alguien comprende eso, ya no vuelve igual", explicó Cecilia Komacek, impulsora del emprendimiento turístico junto a su esposo, Fernando Milla.

Desde su creación hace veinte años, Quatro Vientos se propuso un desafío distinto al de las agencias de turismo tradicionales. Su apuesta no está en ofrecer una excursión más, sino en generar un espacio de conexión profunda con la naturaleza. “El Limay no es un escenario -dijo Cecilia-, es un ser vivo que nos enseña, que nos habla. Nuestra tarea es acompañar a las personas para que puedan escucharlo”.

quatro vientos kayak en bote dragón en el río limay

Quatro Vientos ofrece travesías en kayak y en botes dragón, actividades sin impacto, porque no usan motores, solo remos que tienden a ser amigables con el medio ambiente. Con observación de flora y fauna, talleres al aire libre y actividades para escuelas. Cada salida es una invitación a mirar el entorno desde la curiosidad y el respeto. "Tenemos la gran responsabilidad de vivir nuestros lugares, de disfrutarlos, y también de reconocerlos y valorarlos con compromiso de cuidado ambiental", compartió Cecilia.

“Hay una frase que repetimos mucho - aseguró Cecilia sonriendo-: no cuidamos lo que no conocemos. Por eso nuestro objetivo principal es generar conocimiento y sensibilidad. Cuando la gente descubre cómo funciona un ecosistema, cuándo florecen las plantas, qué aves viven en la zona, automáticamente cambia su relación con el lugar”.

Educar desde la experiencia

Sus propuestas están pensadas para distintos públicos: familias, grupos escolares, visitantes de la región y turistas que llegan de otras provincias. Pero todas comparten un mismo enfoque: aprender haciendo.

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Cecilia y Fernando, los creadores de Quatro Vientos.

Cecilia y Fernando, los creadores de Quatro Vientos.

Durante las travesías, los guías no solo acompañan el recorrido, sino que invitan a observar los detalles: el vuelo de un cauquén, el sonido de las ramas al viento, el movimiento del agua contra las piedras. “La educación ambiental no es una clase teórica -aclaró Cecilia, es una experiencia que se siente con el cuerpo. Cuando estás en el agua, entendés el equilibrio de la naturaleza de una manera muy concreta”, aseguró.

El equipo combina saberes técnicos y pedagógicos para que cada salida sea una oportunidad de aprendizaje. “Muchos de los que llegan acá nos dicen que es la primera vez que hacen algo así. A veces vienen con miedo o sin saber bien qué esperar. Pero cuando terminan, lo que se llevan es algo más que una aventura: se van con una conexión emocional con el río”, compartió.

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El Limay es protagonista absoluto de las actividades de este emprendimiento. Su caudal, sus costas, sus sonidos y sus historias se convierten en un aula viva. “Nosotros decimos que el río enseña. Enseña sobre paciencia, sobre movimiento, sobre adaptación. Cada corriente es distinta, y cada día el paisaje cambia. Es una forma de entender que la naturaleza está viva, que no es algo estático”, describió con entusiasmo.

Las travesías se realizan en diferentes tramos del río, según el nivel de los participantes y las condiciones climáticas. Además de la parte recreativa, cada recorrido incluye momentos de pausa para conversar, hacer observaciones o compartir una merienda o una cena al aire libre.

“Hay algo muy lindo que pasa siempre. En algún momento del recorrido, el grupo se queda en silencio. Es un silencio que no se impone, sino que surge solo. Todos miran alrededor, respiran, y entienden dónde están. Ese instante vale más que cualquier discurso sobre ecología”, confirmó.

Conciencia y comunidad

Quatro Vientos también trabaja con escuelas y organizaciones comunitarias. Su equipo desarrolla talleres educativos en los que se abordan temas como el cuidado del agua, la biodiversidad y la importancia de reducir residuos.

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“Nos gusta pensar que cada niño o niña que pasa por nuestras actividades se convierte en un pequeño embajador del río. Ellos son los que después en casa le dicen a sus padres que no hay que tirar basura o que el agua no se desperdicia. Esa es la semilla que queremos plantar,” siguió.

El emprendimiento busca además generar un impacto positivo en la comunidad local. Colaboran con productores regionales para ofrecer alimentos y bebidas durante las salidas, y promueven la contratación de guías y proveedores del lugar. “El turismo puede ser una herramienta de desarrollo, pero siempre que sea responsable y respetuoso del entorno. No queremos ser una empresa que llega, usa el espacio y se va. Queremos formar parte de la red que lo cuida”, resumió Cecilia.

El compromiso ambiental de Quatro Vientos no se queda en el discurso. La empresa aplica prácticas concretas de sustentabilidad: uso responsable del agua, gestión de residuos, materiales reciclables y reducción de plásticos de un solo uso.

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“Nos ocupamos de que cada detalle cuente. Desde los elementos que usamos en las meriendas hasta la limpieza del lugar después de cada actividad. No tiene sentido hablar de cuidado ambiental si no lo aplicamos en lo cotidiano", dijo.

Además, realizan campañas de limpieza en distintos puntos del río Limay, abiertas a la comunidad. En esas jornadas, vecinos y visitantes se suman para retirar desechos y reflexionar sobre el impacto humano en los espacios naturales. “El río nos da tanto que lo mínimo que podemos hacer es devolverle algo”, contó.

Más allá de la aventura y la educación, lo que distingue a este emprendimiento turístico es el vínculo humano que se genera entre quienes participan. “El río une. Personas que no se conocen terminan compartiendo charlas, risas, silencios. Hay algo sanador en estar en contacto con el agua y con otros que sienten lo mismo”, aseguró.

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En tiempos donde el turismo suele medirse por destinos y consumo, Quatro Vientos propone otra escala: la del asombro, la pausa y la responsabilidad. “No se trata de hacer más cosas, sino de hacerlas con conciencia. Cada vez que alguien se va del río y nos dice que entendió por qué hay que cuidarlo, sentimos que el objetivo se cumplió”, compartió.

La experiencia se resume en una sensación: la de pertenecer. No como dueños de la naturaleza, sino como parte de ella. “El río nos enseña eso. Que somos una corriente más, que si lo cuidamos, nos cuida. Y que solo desde ese vínculo podemos pensar un futuro posible”, concluyó.

Remando en equipo: la experiencia del bote dragón

Durante la pandemia, Quatro Vientos decidió ampliar su propuesta con la incorporación de los botes dragón, una actividad que permite reunir a más personas y diferentes generaciones en una misma experiencia sobre el río Limay. “Nos dimos cuenta de que podíamos cumplir con la accesibilidad y al mismo tiempo ofrecer un paseo familiar: niños, padres y abuelos compartiendo la misma embarcación”, explicó Cecilia Komacek.

Con capacidad para 20 personas y dos embarcaciones disponibles, los botes dragón permiten que cada travesía se adapte al grupo: desde familias que buscan un paseo tranquilo hasta quienes desean una experiencia más larga y conectada con la naturaleza. Los instructores evalúan el perfil de los participantes y recomiendan recorridos seguros, equilibrando la aventura con la contemplación del entorno.

El atractivo de esta actividad no solo radica en remar, sino en descubrir el Limay desde dentro: observar garzas y cisnes anidando, escuchar los sonidos del río y sentir el movimiento del agua. “A veces, solo con animarse a estar en el bote y mirar alrededor, la experiencia ya alcanza para maravillar y enseñar el respeto por la naturaleza”, agregó Cecilia.

Bajo la luna: navegar y maravillarse con la naturaleza

Las travesías de este emprendimiento familiar tienen un valor promedio de unos 50 mil pesos y duran unas tres horas. Ofrecen también experiencias únicas pensadas para contemplar la luna llena desde el río Limay. Estos paseos combinan la travesía con momentos de pausa para disfrutar del paisaje y compartir sabores locales. “El objetivo es maravillarse con un fenómeno natural que todos los meses se repite, pero que rara vez nos detenemos a observar. Elegimos circuitos seguros y adaptados para que todos puedan vivir la experiencia sin preocupaciones”, destacó.

El recorrido suele iniciarse al atardecer, permitiendo que los participantes acompañen la transición del día a la noche. Tras una navegación tranquila, el grupo llega a un punto elevado donde pueden apreciar la salida de la luna, mientras el río refleja su luz plateada. La experiencia se completa con un momento de silencio y contemplación que invita a la conexión con el entorno.

“Lo más lindo es ver cómo la gente se detiene, respira y se sorprende. Incluso en grupos grandes, se genera un silencio casi mágico. Ese instante es cuando realmente comprendés la magnitud de la naturaleza y, al mismo tiempo, el valor de cuidarla", concluyó.

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