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La Mañana

Errores involuntarios

La columna de Stamateas. Doctor en Psicología, sexólogo clínico y escritor (www.stamateas.com.ar)

¿Alguna vez cometiste un error involuntario? Todos los errores son involuntarios porque si uno hace algo con voluntad, no es un error sino mala intención. Todas nuestras equivocaciones son “sin querer queriendo”. Pero hay distintos niveles de errores porque hay distintos niveles de consecuencias. Algunos errores son graves porque sus consecuencias son terribles; mientras que otros errores son menores porque no tienen consecuencias significativas.

Ya sea que lo queramos o no, todos nos equivocamos en la vida porque el error deja al descubierto nuestra limitación. Como estamos limitados en conocimiento, en fuerza, etc., siempre vamos a cometer alguna equivocación. Es decir, que el error es parte de la vida y nunca deberíamos verlo como el fin del mundo.

Cometemos errores por diversas motivaciones. A veces, por necios. Y otras veces, por impulsivos. Muchos toman decisiones y se equivocan porque no ven el panorama completo. Consideran sólo dos o tres aspectos y dicen: “Dos más dos es cuatro… esto me tiene que salir bien”. Y resulta que les va mal. También estar bajo crisis, enojados, cansados o estresados, molestos o peleados con alguien nos puede conducir a un error.

Un error, aun cuando sea involuntario, siempre nos hace sentir frustrados. Comparto algunas ideas para aprender a manejar dicha emoción:

1. Saber que siempre nos vamos a frustrar

Tenemos que esperar la frustración. Es decir, pase lo que pase, nos vamos a equivocar y a frustrar. Así que lo mejor es esperarlo. Pero una cosa es frustrarse, lo cual es normal, y otra cosa es frustrarse por frustrarse. Ese amigo o esa amiga que tenés te puede fallar. Tus familiares te pueden fallar. Cuando uno espera frustrarse se frustra, pero no se frustra por frustrarse. A nadie le gusta desilusionarse y todos alguna vez dijimos: “Yo no esperaba que me pasara esto”. Pero cuando está dentro de nuestras posibilidades, ya no nos duele tanto.

2. Saber que equivocarnos en un área no nos hace malos

Como personas, el frustrarnos no tiene que llevarnos a descalificarnos. Si yo practico el violín y no me sale una pieza, no tengo que decir que soy un mal violinista; o peor todavía, que soy una mala persona. Tengo que pensar: “Me frustré en esta pieza pero eso no quita que siga tocando otras piezas y siga creciendo como violinista”. Muchos, cuando algo no les sale como lo esperaban, dejan todo. De esa manera, transforman la frustración de un área específica en una frustración personal. Nunca debemos transformar un error concreto en una frustración de vida.

3. Hablar de nuestros puntos débiles

Expresar nuestras frustraciones, nuestras debilidades o nuestros errores nos hace fuertes. Cuando uno pone en palabras una debilidad (la reconoce) y confiesa sin vergüenza “no sé hacerlo” o “lo hice mal”, eso lo fortalece. En cambio, cuando negamos una debilidad (no la reconocemos), eso nos debilita aún más y no nos permite avanzar.

La función de todo error es enseñarnos algo. No les temamos y saquemos el mayor provecho de ellos.

Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a [email protected]

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