Restan apenas once días para que la Provincia del Neuquén, y el país, definan su rumbo político, y los movimientos se aceleran.
Las estrategias se tensan, los mensajes se ajustan y los gestos cobran peso simbólico. En el tablero nacional, Javier Milei volvió a ocupar el centro de la escena tras un almuerzo con el presidente estadounidense Donald Trump, quien lanzó una advertencia tan directa como polémica: si la Argentina no apoya al espacio libertario, no habrá ayuda desde su gobierno. Un mensaje que el oficialismo libertario celebró como respaldo internacional, pero que desde la oposición fue interpretado como una injerencia impropia y hasta una forma de presión externa en plena campaña.
Mientras tanto, en Neuquén, el clima electoral se palpita con una mezcla de expectativa y desconcierto. Las encuestas marcan un panorama abierto, con entre un 20 % y un 30 % del electorado aún indeciso. Es en ese terreno donde se libra la verdadera batalla política. Las principales fuerzas —La Neuquinidad, La Libertad Avanza y Fuerza Patria— se disputan voto a voto, mientras Fuerza Libertaria y Más por Neuquén buscan afirmarse en un escenario competitivo que no perdona el error ni la improvisación.
Ese alto nivel de indecisión refleja algo más profundo que una simple duda electoral: expresa una sensación extendida de insatisfacción social con la dirigencia política. Muchos neuquinos sienten que los discursos ya no alcanzan, que los proyectos son difusos y que la distancia entre los representantes y la gente creció demasiado. En ese contexto, los partidos intentan traducir el desencanto en oportunidad. Algunos lo hacen apelando a la emoción y a la identidad local; otros, con promesas de cambio radical o con mensajes de estabilidad frente al caos.
El votante libertario, sin embargo, no parece tan firme como meses atrás. Según las mediciones más recientes, alrededor de un 10 % de quienes votaron a Javier Milei en 2023 hoy aseguran que no volverían a hacerlo. Se trata de un dato clave: el voto de descontento que en su momento impulsó al libertarismo podría fragmentarse o migrar hacia expresiones locales. Allí apunta precisamente la estrategia de La Neuquinidad, que se prepara para un acto de cierre de campaña con fuerte carga simbólica: el regreso del Ruca Che a la escena política.
El Ruca Che, tradicional espacio de encuentro y épica provincial, vuelve a abrir sus puertas a la política después de años de uso exclusivamente deportivo y cultural. La Neuquinidad planea un acto multitudinario, cargado de referencias afectivas e históricas, evocando el espíritu de líderes como Jorge Sobisch, Jorge Sapag, Felipe Sapag y Pedro Salvatori. Más que un cierre, el evento busca ser una reivindicación del sentido neuquino de pertenencia: una apelación directa a la memoria colectiva de una provincia que ha sabido marcar su propio camino dentro del mapa nacional.
En esa reconstrucción de identidad también se juega la elección. Hay un voto residual del Movimiento Popular Neuquino que aún no se define, y que podría ser determinante. Si ese segmento decide acompañar a La Neuquinidad, podría inclinar la balanza; si opta por abstenerse o se vuelca a Fuerza Patria, el escenario cambia. Lo que está claro es que ese voto no migrará hacia los libertarios. El perfil ideológico, el tono y las formas de la campaña nacional no logran conectar con el ADN político de buena parte del electorado neuquino, más vinculado a la gestión concreta y a la defensa del territorio que a los slogans de confrontación permanente.
En este contexto, el gobernador Rolando Figueroa aparece como una figura que rompe el molde nacional. Ha logrado instalar a La Neuquinidad como un actor con voz propia, capaz de discutir en pie de igualdad con las fuerzas nacionales y de sostener una agenda provincial sin tutelajes. Ese mérito político no es menor: mientras el país se divide entre libertarios y perokirchneristas, Neuquén intenta consolidar una tercera vía, anclada en la gestión, la identidad local y una narrativa de autonomía política.
Las encuestas, por ahora, no dan un veredicto claro. Algunas muestran una leve ventaja para La Neuquinidad, otras ubican arriba a La Libertad Avanza. La diferencia, en todos los casos, oscila entre cinco y ocho puntos. El margen es tan estrecho que ningún comando de campaña se atreve a relajarse. Todo puede definirse en los últimos días, en los recorridos de territorio, en la calle, en los contactos directos, en la empatía que logre despertar cada espacio.
El 26 de octubre se perfila como una fecha bisagra. No sólo se pondrán en juego bancas y nombres, sino la orientación política de una provincia que históricamente ha sabido plantarse con voz propia ante el poder central. La definición no será matemática ni automática: dependerá de ese 20 % o 30 % de neuquinos que todavía no decidieron, que observan, que comparan, que esperan señales. Son ellos quienes, en silencio, terminarán inclinando la historia.
Neuquén llega a este tramo final de campaña con el pulso acelerado. Los actos, las declaraciones y las encuestas van y vienen, pero detrás de cada número late una provincia que se piensa a sí misma. Entre la emoción y el análisis, entre el desencanto y la esperanza, la gente decidirá qué proyecto representa mejor su manera de entender la política. Y en esa elección, más que un resultado, se definirá el mensaje que Neuquén le enviará al país.
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