La Municipalidad reconoció al polirrubro San Sebastián, derivación del crecimiento del kiosko que nació junto al barrio Limay, hace más de 50 años.
En una ciudad que crece a ritmo vertiginoso, hay rincones que resisten al paso del tiempo con una dignidad silenciosa. El kiosco “San Sebastián”, ubicado en el barrio Limay de la capital neuquina, es uno de ellos. La Municipalidad de Neuquén lo distinguió como “comercio histórico”, reconociendo sus más de 50 años de trayectoria y el papel fundamental en la vida cotidiana de generaciones de vecinos.
El homenaje se concretó en un emotivo acto frente al local, donde se descubrió una placa artesanal que ahora adorna su fachada. Marta Marifil de Parada, fundadora y alma del kiosco, recibió el reconocimiento con la misma calidez con la que ha atendido a sus clientes durante más de medio siglo.
“Estamos muy felices colocando esta placa y reconociendo el trabajo de Marta durante 52 años en la ciudad”, expresó María Pasqualini, secretaria de Jefatura de Gabinete.
La funcionaria destacó que el kiosco abrió sus puertas al mismo tiempo que nacía el barrio Limay, en una época en que la ciudad se expandía hacia el oeste. “Estos comercios cuentan la historia de la capital neuquina y, esencialmente, la de los barrios, porque crecieron en paralelo a ellos”, señaló.
Un kiosco que educa, acompaña y transforma
El kiosco San Sebastián no solo vendió golosinas, revistas y útiles escolares. Fue también un punto de encuentro, un refugio barrial, una extensión del hogar para muchos chicos que crecieron entre sus estanterías. Marta, con su jornada incansable de lunes a lunes, de 7 a 21 horas, fue testigo y protagonista de esa transformación.
Pasqualini recordó que Marta educó a sus hijos en el barrio, y que uno de ellos se recibió como ingeniero en la Universidad Nacional del Comahue. “El kiosco comenzó siendo muy pequeño y hoy es un polirrubro. Tenemos a Marta y al kiosco San Sebastián para rato”, concluyó con afecto.
“Yo siempre voy para adelante”
Marta Marifil de Parada recibió el homenaje con emoción contenida y palabras sencillas que resumen una vida de trabajo. “Me siento bien y con alegría. Estoy contenta después de tantos años, muy agradecida de todos los clientes, los hijos que vienen a visitarme, las vecinas”, dijo, rodeada de afecto.
A lo largo de los años, muchos de sus clientes se convirtieron en amigos. El kiosco fue testigo de cumpleaños, meriendas escolares, charlas improvisadas y hasta confesiones adolescentes. “Tanto mi local como el barrio crecieron con esfuerzo propio. Nadie nos regaló nada”, afirmó Marta con orgullo.
Su historia es también la historia de Limay: un barrio que se consolidó con el empuje de sus vecinos, con lazos comunitarios que se tejieron entre veredas, escuelas y pequeños comercios como el suyo. “Yo siempre voy para adelante. Estoy muy agradecida y voy a seguir acá firme”, aseguró Marta, con la convicción de quien ha construido mucho más que un negocio.
Memoria viva de la ciudad
La distinción al kiosco San Sebastián forma parte de una política municipal que busca visibilizar y valorar los comercios históricos de la ciudad. Son espacios que, más allá de su función económica, cumplen un rol social insustituible: preservan la memoria barrial, sostienen vínculos y dan identidad a cada rincón de Neuquén.
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