Su dueño lo sacó del concesionario en 1990, lo guardó y quedó en el mismo lugar hasta ahora, que vio la luz del sol por primera vez desde entonces. Las fotos.
No todos los días aparece un auto deportivo de colección oculto durante tres décadas y media. Mucho menos si se trata de un Chevrolet Camaro IROC-Z 1LE de 1990, uno de los 62 fabricados ese año. Un ejemplar que permaneció inmóvil desde su compra, con solo 10 kilómetros en el odómetro, hasta que un coleccionista lo rescató de un sótano.
El hallazgo ocurrió en Ohio, Estados Unidos, y tuvo como protagonista a Jeff Makovich, un entusiasta que recibió el dato de un amigo sobre un Camaro único disponible en una venta de bienes. El dueño original, Donald Toalston, murió en 2024 y su familia decidió desprenderse del vehículo. Fue así como Makovich conoció a Merrily, la sobrina del comprador original, y selló un acuerdo para quedarse con la joya.
Al retirar la lona que lo cubría, el asombro fue inmediato: el deportivo estaba impecable, como si acabara de salir del concesionario Lavery Chevrolet, que lo entregó en enero de 1990. El interior mantenía las alfombrillas de papel que le pusieron en el local, los manuales estaban en la consola central y cada detalle seguía intacto como lo dejó aquel día, incluído el motor V8, que por supuesto conservaba las correas y mangueras originales.
Este Chevrolet Camaro, una cápsula del tiempo sobre ruedas
La historia de este Camaro comenzó en marzo de 1989, cuando Toalston descubrió la versión en revistas especializadas. Pasaron un meses, pero se fue convenciendo más y más de que era para él, y así fue como terminó comprándolo. Tras pasar dos semanas en exhibición en el concesionario, el auto fue trasladado al sótano del edificio de su abogado. Y allí quedó guardado, con apenas ese puñado de kilómetros recorridos, hasta caer en un sueño profundo del que recién ahora parece que despierta.
El modelo en cuestión no era un Camaro cualquiera. Se trata de un IROC-Z 1LE, versión concebida para mejorar el rendimiento en pista, equipada con frenos delanteros del Corvette y amortiguadores reforzados. Para colmo, 1990 fue el último año en que Chevrolet ofreció esta configuración, lo que aumenta aún más su rareza. De hecho, la propia casa de subastas Mecum, a cargo de ofrecer el ejemplar al mejor postor, remarcó que probablemente haya sido encargado para competir, dado que le faltan detalles típicos de las versiones de calle, como la radio, los faros antiniebla o calcomanías.
Sin embargo, la realidad es que el auto jamás pisó un circuito. Toalston decidió conservarlo sin estrenar, gesto que hasta hoy despierta interrogantes. ¿Fue un acto de previsión, con la intención de transformarlo en una cápsula del tiempo? ¿O simplemente un sueño personal que quedó trunco? ¿Qué pasó ahí?
El despertar y el valor de un ícono de los autos antiguos
Cuando Makovich y su equipo lograron sacar el Camaro del sótano, la escena fue casi cinematográfica. Hubo que desarmar estanterías y liberar espacio para moverlo, inflar los neumáticos y colocarlo sobre plataformas con ruedas. Por primera vez desde enero de 1990, la carrocería azul metalizada volvió a ver la luz del sol.
El nuevo propietario encargó su puesta a punto a especialistas locales, con la idea de devolverle la vida sin alterar su esencia original. Documentos, manuales y accesorios acompañaban al vehículo, pero además contaba con otro detalle invaluable: una carta escrita por Toalston en enero de 1990, apenas lo tuvo en su poder, donde confesaba su fascinación por el Camaro y dejaba entrever su entusiasmo por Chevrolet.
La misiva aporta un costado emotivo al hallazgo, al mostrar el vínculo personal entre el comprador y el auto que, sin embargo, eligió guardar intacto. En sus líneas, Toalston lo calificaba como “el coche más hermoso” que había tenido y lo comparaba con un Camaro LT de 1987 que ya poseía. Incluso fantaseaba con que la marca lanzara nuevas versiones para ocupar el lugar del IROC-Z.
Por todo esto, la venta en Mecum Auctions, en el estado de Florida, convirtió a este Camaro en un caso excepcional dentro del calendario de subastas. Aunque no trascendió el precio final, especialistas remarcan que su valor va mucho más allá de lo económico: representa un testimonio único de cómo un modelo deportivo quedó congelado en el tiempo, desafiando la lógica del mercado automotor. Y nos recuerda que, a veces, los autos antiguos también guardan secretos dignos de leyenda.
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