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Luciana Hourcade, la traumatóloga neuquina que rompe estereotipos y recupera historias

Desde el quirófano, ayuda a que sus pacientes vuelvan a escribir, abrazar y trabajar. En una especialidad en la que predominan los hombres, se dedica a formar mujeres.

La médica Luciana Hourcade entra al quirófano, saluda, se acomoda la cofia de las chicas superpoderosas, busca en la playlist de rock nacional un disco de Gustavo Cerati y empieza a operar. No tiene rituales, ni otras ceremonias: sólo confía en el trabajo en equipo. Unas horas después, saldrá del quirófano compartiendo la ilusión con sus pacientes: no se trata solamente de que la fractura sane, sino de que puedan recuperar las pequeñas e inmensas posibilidades cotidianas que nos regala la vida.

Estaba terminando la secundaria en el colegio Don Bosco cuando le hicieron un test vocacional que la envió derecho a la Facultad de Medicina. Hasta entonces, tenía el sueño de participar en misiones humanitarias en otros continentes. A los pocos meses se dio cuenta que no precisaba de tantos kilómetros para transformar realidades, que acá nomás había necesidades imperiosas. Estudió medicina en la Universidad de Comahue, siempre con conciencia de que no se estaba formando para ser más que nadie, sino para ser una profesional que le permitía hacer para y junto a otros.

Cuando empezó la rotación por las distintas especialidades, descubrió que la traumatología era algo práctico, que le permitiría poner su conocimiento al servicio de lo concreto, de lo cotidiano. Muchos profesionales de su entorno le preguntaron: “¿Por qué siendo mujer querés ser traumatóloga? ¿Vas a poder con eso?”. En ese momento, en Neuquén, había sólo 3 traumatólogas mujeres formadas en el Castro Rendón: Verónica Herrero, Claudia Kreitman y Bárbara Santini. Por suerte, hizo oídos sordos a los prejuicios y, unos años después, se convirtió en la primera mujer residente de Traumatología del Comahue.

SFP Luciana Hourcade traumatologa (1)

Hoy no sólo es traumatóloga y cirujana de miembro superior, lo que implica trabajar sobre patologías que van desde la clavícula hasta la punta de los dedos, también es parte de un equipo de profesionales a las que ayudó a formarse, y junto a quienes mejoran la calidad de vida de las personas en prácticas casi rutinarias, como intervenir en la fractura de un antebrazo y de alta complejidad, como recuperar una mano amputada.

“Tal vez se tenía el concepto errado de que en traumatología necesitas mucha fuerza para hacer algunas cosas y en realidad es técnica, no fuerza. Si desoímos los estereotipos, las mujeres podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos. Donde hice mi residencia no se espantaron por tener a una mujer residente. En la Facultad de Medicina hay más estudiantes mujeres que varones, entonces siempre van a haber más mujeres que quieran ser traumatólogas o cualquier especialidad que elijan. Aquí hemos formado a varias residentes y es un orgullo porque hoy en mi equipo somos 4 mujeres y un varón”, explica.

Volver a los abrazos

Casi nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde: lo pequeño, lo cotidiano. Las manos son de nuestras herramientas más valiosas. Hay una canción de Víctor Jara que dice: “Y mis manos son lo único que tengo, son mi amor y mi sustento”. Es exactamente sobre eso que trabaja Luciana: en la posibilidad de que alguien pueda volver a tomar una copa para brindar o llevar al ser amado de la mano; en que una joven recupere el movimiento de los dedos para trabajar, o para agarrar una birome y hacer la lista del súper; en que una mamá o papá puedan acariciarle la cara a su hijo.

Hace algunos sábados, Luciana recibió a una paciente de 85 años que se había fracturado ambos hombros tras una caída. “Yo no opero todas las patologías que me llegan. No porque no pueda operarlas, sino porque primero vamos a intentar resolverlo de todas las posibles maneras antes de llegar a una cirugía. Se trata de entender que el paciente no es solamente una fractura, sino que es una persona que fue atravesada por un dolor que le cambia la vida”, dice. La operación en ella, no sólo implicaba mejorar su salud, sino que pudiera volver a abrazar a sus nietos.

SFP Luciana Hourcade traumatologa (5)

Después de más de 10 años intensivos entre la universidad y la residencia, Luciana continuó su recorrido académico. Chile, Brasil, Argentina: formaciones de largos meses o cursos exprés, para incorporar tecnologías inimaginables, como artroscopia para reparar la articulación de la muñeca por dentro, con una mini cámara y micro cortes en la piel, hasta ir a la máxima precisión en una práctica cadavérica. Todo lo piensa como una oportunidad. Es una apasionada de lo que hace, una buscadora constante del detalle.

“No me gusta subirme a ningún caballo, formarme es parte de mi trabajo, me capacito un montón para tener mejores resultados”, dice. Sabe que todo lo que va incorporando después lo lleva a la práctica, lo cual en términos concretos implica, por ejemplo, que un recolector de residuos que se cortó cuatro tendones con un vidrio mal depositado en una bolsa de basura, en dos meses pueda volver a cerrar y abrir la mano como si nada.

Modo Frankenstein

Luciana ve por mes cerca de 400 pacientes y realiza en promedio 14 cirugías. Nunca sabe la cantidad, ni la gravedad de los casos que van a llegar. Explica que las patologías varían muchísimo, que una cosa es una contractura, otra una fractura, una lesión en un tendón o un nervio, pero que todas implican compromiso profesional.

Entre los casos de mayor complejidad que han atendido con su equipo los últimos años, figuran 3 implantes de mano. Se trata de casos extremos, fuera de lo cotidiano, que exigen muchísimo tiempo de rehabilitación. Pacientes que llegaron con la mano cortada al nivel de la muñeca, tras un accidente con moladoras, o picadoras de carne, y el miembro en una pequeña conservadora de telgopor. Una cirugía de estas puede tomar cerca de 9 horas. Para eso, parte del equipo tuvo que especializarse y aprender a suturar arterias de un milímetro.

SFP Luciana Hourcade traumatologa (6)

“Si bien son casos aislados, es importante que se sepa que acá hacemos esto, que a veces está la posibilidad de salvar una mano. A veces a los pacientes les cierran el muñón y se quedan sin mano. Es difícil que después de estas cirugías quede la mano con movimiento normal. Quizá con secuelas, pero tendrán una mano para ayudar a la otra.”, explica.

Los desafíos cotidianos

“El cuerpo es un todo”, afirma Luciana. Dice que el mayor desafío está en comprenderlo y dimensionarlo para tener un trato digno y amable con los pacientes, recordarse que son personas que tienen una historia, un presente, una realidad. “Nos pasa con muchos pacientes que vos en una resonancia no ves nada y sin embargo les duele. Muchas veces nos pasan otras cosas que nos duelen. Entender eso, escucharlos, es parte clave del tratamiento”.

SFP Luciana Hourcade traumatologa (2)

Luciana explica también que hay muchas formas de trabajar sobre nuestros cuerpos para prevenir patologías, más allá de los accidentes. Primero, y antes que nada, dice, “para no lesionarte tenés que comer saludable y hacer actividad física; a partir de los 40 años es fundamental levantar peso, hacer ejercicios de fuerza para tener músculos fuertes, porque cuando tenés músculos fuertes, a los 60 años tenés cuatro veces menos probabilidad de tener fracturas patológicas, que son fracturas por osteoporosis”.

SFP Luciana Hourcade traumatologa (4)

Por último, dice que otro de los desafíos elementales es aprender a formar equipo, no sólo en el quirófano, en el consultorio, sino para el después, para acompañar los largos procesos de rehabilitación que muchas veces se necesitan como contraparte de la intervención quirúrgica.

Y aunque no son desafíos, Luciana tiene otras certezas. Sabe que antes de entrar al quirófano va a poner la playlist de rock nacional que no es cávala pero es la música con la que mejor se siente; que cuando salga la van a estar esperando Beni para suturar algún juguete, o Brune para recuperarle el hombro a su Barbie doctora favorita, como lo hacían desde bebés para que les diera la teta; también estará Cris amasando unas pizzas para que después puedan mirar juntos Master Chef.

Pero sobre todo sabe, que nada de todo eso sería posible si no existiera la Universidad pública y gratuita, en la que pudo formarse ella y muchas de sus colegas que hoy, en grandes o pequeñas intervenciones, ayudan a mejorar la vida de las personas.

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