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Quiénes eran las víctimas del ataque a puñaladas e incendio del barrio San Lorenzo

Ambos hombres murieron en la casa que incendiada el lunes. Amigos y conocidos los recuerdan con afecto y dolor.

Sigue la conmoción por el incendio de la casa del barrio San Lorenzo donde murieron dos hombres. Más aún con el giro que tomó la investigación al surgir la hipótesis de que las víctimas fueron apuñaladas y que el fuego lo iniciaron los atacantes intencionalmente. Aún no se determinó si las muertes fueron por los puntazos o producto del siniestro posterior. La autopsia ordenada lo deberá establecer.

Aníbal Cuerda tenía 54 años y era integrante de una conocida familia de la ciudad, que durante años administró una farmacia. En los últimos años comenzó a residir en la vivienda ubicada en la calle Río Gallegos al 1.600, donde se presume que alquilaba habitaciones de manera informal a gente en situación de calle o no tenía lugar para pernoctar.

Su muerte causó una enorme congoja en buena parte la comunidad, además de su entorno familiar y amigos más cercanos.

Amante del deporte, fue un gran jugador de básquet en el club Cipolletti, del que era apasionado hincha. También se entreveraba en partidos de fútbol en canchas barriales, donde imponía la presencia de su físico fornido.

Con los años se volcó al arbitraje, labor que cumplió durante un par de años en la Liga Municipal de Veteranos, desde donde lo despidieron con sentidas palabras en las redes sociales.

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“Aníbal querido me voy a acordar siempre de tu manera de arbitrar y anécdotas jajaja nunca un árbitro violento siempre hablándote bien”, lo recordó Maxi.

“… dejaste una gran enseñanza al fútbol amateur ojalá muchos de tus colegas aprendan de vos esa humildad y sencillez”, agregó Oscar.

“Lindos recuerdos me van a quedar, anécdotas de un árbitro diferente, te hablaba y te daba la posibilidad de un desquite un crack. Mis condolencias a su familia”, escribió por su parte Caco.

El Negro, como lo apodaban, era de trato afable, amiguero y con un humor chispeante que impedía cualquier tipo de aburrimiento. Tuvo dos hijos con diferentes parejas.

Vulnerable y querido

Pablo Davies tenía 34 años y era era muy conocido en el barrio San Lorenzo, donde murió junto a Aníbal. Los vecinos lo recuerdan como un pibe simpático, charlatán y siempre dispuesto a conversar con quien se cruzara en su camino. Dicen que a veces aparecía con una pelota de básquet bajo el brazo.

Otras veces ofrecía bolsas, pedía changas, o en los días más duros pedía un plato de comida. No lo hacía con vergüenza, sino con una honestidad desarmante, como quien pide ayuda sabiendo que en esa franqueza también hay dignidad.

Aseguran que se hacía querer. Que tenía esa luz particular de los que, aun cuando todo alrededor parece derrumbarse, encuentran la manera de seguir andando. En los veranos viajaba a las playas para rebuscárselas como vendedor ambulante; esa forma silenciosa y persistente de insistirle a la vida que le diera una oportunidad más.

Su muerte, abrupta y dolorosa, deja una herida que atraviesa al barrio y a quienes compartieron con él un tramo del camino. También deja preguntas incómodas sobre lo que pudo haberse hecho y no se hizo, sobre la soledad en la que muchas veces viven quienes transitan consumos problemáticos y pobreza, sobre la responsabilidad colectiva de no mirar para otro lado.

La vida lo cruzó con Aníbal Cuerda, quien se presume que le había dado alojamiento en su casa. Los dos tenían problemas de adicciones. Un hilo conductor que no pudieron cortar.

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