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La Mañana Entrevista

Maristella Svampa: "Hay que repensar el sistema energético"

Conocida por su férrea oposición al fracking, escribió Chacra 51, un ensayo personal sobre cómo la finca de su abuelo es hoy un yacimiento.

POR ADRIANO CALALESINA - [email protected]

Maristella Svampa cree que el fracking no vino para quedarse en el sector petrolero. Rompe con todos los consensos, bajados desde lo hegemónico, que dicen que no es posible vivir sin la energía derivada de los fósiles. Se anima a pensar en un momento de transición donde las energías renovables, fuera del negocio internacional, pueden impulsar una matriz energética basada en la soberanía y en el derecho humano. La filósofa rionegrina presentó su último libro, Chacra 51, un ensayo con pasajes personales sobre cómo la industria petrolera desembarcó como la peor pesadilla en la chacra de su abuelo en Allen, tocando las fibras íntimas entre la académica y una historia familiar.

–¿Es posible la convivencia entre la fruticultura y la industria hidrocarburífera en el Alto Valle?

El discurso de la convivencia es un engaño. Busca ocultar que el fracking es muy cuestionado a nivel global porque genera numerosos impactos negativos. Y no es solo el subsuelo: es el conjunto del territorio el que se ve afectado. Compite con otras actividades en términos de recursos como el agua y la tierra, genera claros riesgos de contaminación de aguas superficiales y subterráneas; y ahí donde avanza el fracking, lo que queda es puro pedregullo, sin posibilidad de recuperar el territorio para la producción.

–¿Imagina que las chacras serán parte del desarrollo inmobiliario o de la extracción petrolera?

Hay un aprovechamiento muy oportunista de la crisis que atraviesa un cierto modelo de fruticultura para avanzar sobre los actores más débiles de la cadena: los pequeños y medianos productores. Si no hay políticas de Estado que apoyen al eslabón más débil, el mercado se traga todo, porque siempre juega en favor de los actores más poderosos, que hoy se expresan en la expansión de la frontera petrolera e inmobiliaria.

–El fracking pareciera que vino para quedarse y la política lo cuestiona poco. ¿Es posible que la tecnología pueda atenuar el riesgo ambiental?

No está dicho que vino para quedarse. Eso nos quieren hacer creer. El fracking es una fuga hacia adelante, en un escenario de crisis sociecológica mayor. Una negación a pensar la transición hacia energías limpias y renovables. Lamento que la clase política compre el discurso eldoradista (la promesa de convertir a Vaca Muerta en una potencia energética exportadora) y no abra a un debate sobre sus consecuencias ni cuestione la factibilidad.

–Vaca Muerta parece depender del precio del crudo y la rentabilidad. ¿Qué alternativas hay en la región para poder sustentar la economía?

La rentabilidad está puesta en duda. Artículos recientes del New Street Journal y del IEFFA (Instituto de Economistas de la energía y del Análisis Financiero) son muy críticos y señalan que el fracking exige un esquema de subsidios estatales muy perverso y que la tasa de retorno energética es mucho más baja de la esperada. Alternativas para la región hay, pero no se trata de abrazar cualquier tipo de desarrollo de las renovables, como está haciendo este gobierno con los programas Renovar, que impulsan la extranjerización, la concentración y la dependencia tecnológica. Hay que repensar el sistema energético desde un paradigma que asegure la energía como un derecho humano, la soberanía, el fin de la pobreza energética y la protección de los bienes comunes.

–¿Chacra 51 es más un relato personal o un ensayo sobre el extractivismo?

Es un ensayo sobre el neoextractivismo y la crisis socioecológica escrito en clave personal. Propone pensar las chacras como ecosistema, las diferentes olas de contaminación, entre las cuales la última es el avance del fracking. Interpela al lector de modo personal, proponiendo una reflexión de esa crisis en términos de Antropoceno.

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