Las recientes elecciones en Uruguay, Chile y Brasil muestran un estancamiento o retroceso del progresismo, y un avance de la derecha moderada.
Las últimas elecciones en Latinoamérica demostraron que la polarización sigue muy presente en los países de la región. Si bien los sectores de izquierda y centro izquierda se mantienen vigentes, con algunas variantes, lo llamativo es cómo se van afianzando los candidatos de derecha y centroderecha.
Es un fenómeno que no se restringe sólo a estas latitudes, sino que tiene mucha similitud con el escenario político a nivel internacional.
Las elecciones realizadas el último fin de semana en tres países de Sudamérica expresan claramente esta situación.
La tendencia se consolidó en los últimos comicios de Sudamérica
En los comicios municipales de Chile hubo una inclinación por la coalición opositora “Chile Vamos” de la centroderecha tradicional, que obtuvo 122 cargos contra 111 del oficialismo de izquierda del presidente Gabriel Boric. Los independientes obtuvieron 103 cargos.
El gobierno chileno, incluso, perdió la alcaldía de Santiago, donde gobernaba Irací Hassler, del Partido Comunista. Ganó Mario Desbordes, de Renovación Nacional (RN), exministro de Sebastián Piñera. Este distrito es fundamental porque proyecta para las presidenciales.
En Brasil, la población se inclinó por la centroderecha y, en algunos casos, por la ultraderecha, en gran parte representada por el bolsonarismo, en la segunda vuelta de los comicios municipales.
En San Pablo, gano Ricardo Nunes, candidato opositor al presidente Lula da Silva y representante de la centroderecha, con diferencias marcadas con Jair Bolsonaro. La izquierda sólo conquistó 2 de las 26 capitales.
En Uruguay, el Frente Amplio de centroizquierda que llevaba a Yamandú Orsi como candidato triunfó con 44% de los votos, cuando en realidad esperaba un poco más.
A Orsi no le alcanzó para evitar el ballotage y ahora tendrá que competir en segunda vuelta con el candidato de derecha moderada Alvaro Delgado, ligado a Lacalle Pou, que representará a una coalición que aglutina a varios partidos. Juntos obtienen más votos que Orsi.
El avance de la derecha y la centroderecha en Latinoamérica responde a una combinación de factores sociales, económicos y políticos que vienen capitalizando el descontento ciudadano y el desencanto con gobiernos de izquierda o centroizquierda.
Es un fenómeno complejo que, según especialistas y politólogos, responde tanto a problemas internos en cada país como a dinámicas globales que han impactado en la percepción y preferencias de los ciudadanos.
Algunas de las razones principales:
1-Desilusión con gobiernos de izquierda: en varios países, los gobiernos de izquierda o centroizquierda que tomaron el poder en la última década no lograron cumplir con sus promesas, especialmente en términos de crecimiento económico, reducción de la pobreza y bienestar.
"La gente se cansa de que le prometan una cosa y reciba otra. La derecha promete menos, pero cumple, o al menos eso percibe la gente", señala el politólogo Andrés Malamud.
El electorado busca opciones más pragmáticas y menos ideológicas
Esto ha hecho que sectores de la población se inclinen por alternativas políticas más conservadoras. El electorado busca opciones más pragmáticas y menos ideológicas, favoreciendo la centroderecha.
2-Crisis económica y búsqueda de estabilidad: la región ha enfrentado dificultades económicas como el aumento de la inflación, deuda externa y desaceleración del crecimiento, agravados por la pandemia de covis-19.
Los partidos de derecha suelen proponer políticas de austeridad y reducción de gastos del Estado, ganando apoyo entre aquellos que buscan estabilidad económica y consideran que una economía de libre mercado y menos intervención estatal puede ser la solución.
“El electorado, tras años de inflación y bajos salarios, se siente atraído por estas promesas de estabilidad y orden, que, aunque no siempre son eficaces, resultan seductoras ante la incertidumbre económica", explica Lourdes Vázquez, economista y analista política en México.
3-Inseguridad y percepción de desorden: en muchos países, la población sufre altos niveles de criminalidad y violencia, lo que genera una sensación de inseguridad y desorden. Esto se vio muy marcado en Chile, donde el gobierno de Boric no supo resolver la crisis.
Gran parte de los gobiernos de izquierda no saben cómo resolver el tema de la inseguridad, que en los últimos años se volvió más complejo, con nuevas modalidades delictivas y bandas más sofisticadas.
La derecha capitaliza el descontento por la falta de seguridad
Los políticos de derecha han capitalizado esta preocupación, con propuestas de "mano dura" y políticas de seguridad más estrictas, que muchos perciben como una forma efectiva de abordar la crisis de seguridad.
4-Corrupción y desgaste institucional: casos de corrupción en gobiernos de izquierda y derecha han debilitado la confianza en los partidos tradicionales, aunque sectores de la población perciben que los líderes de derecha tienden a presentar una imagen más pragmática y menos corruptible, enfocándose en la eficiencia y la transparencia, lo que les otorga una ventaja ante la opinión pública.
"Cuando los casos de corrupción estallan, especialmente en gobiernos de izquierda que prometen justicia social y transparencia, el golpe es doblemente fuerte", apunta el investigador uruguayo Daniel Chasquetti.
Ante esto, agrega el especialista, "la derecha se posiciona entonces como una opción 'menos peor', al prometer una gestión más austera y técnica".
5-Rechazo a políticas sociales progresistas: según el sociólogo peruano José Incio, una parte de la población siente que el avance en políticas de inclusión, tales como el matrimonio igualitario o los derechos de las minorías, ha sido impuesto sin un consenso adecuado.
"El ala derecha conecta bien con sectores tradicionales y conservadores que perciben estos cambios como una amenaza a sus valores", indica Incio.
Los políticos de derecha han logrado, en muchos casos, canalizar este rechazo a favor de su campaña, prometiendo "defender los valores tradicionales", agrega.
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