El joven viajó en secreto y murió horas después. En los meses previos al viaje se entrenó físicamente, tomó cursos básicos de medicina y buscó minimizar riesgos sanitarios.
John Allen Chau viajó miles de kilómetros para cumplir una misión personal. Quiso llegar a una isla donde nadie acepta visitas y terminó muerto.
La isla Sentinel del Norte, situada en el archipiélago de Andamán y Nicobar, es hogar de una comunidad indígena que rechaza cualquier vínculo con el exterior desde hace siglos. John intentó acercarse por motivaciones religiosas y terminó perdiendo la vida en un encuentro que nunca debió ocurrir.
John Allen Chau nació en Washington y creció en un entorno cristiano evangélico. Desde adolescente expresó interés por misiones religiosas y por zonas aisladas del mundo. Con el tiempo, ese interés se transformó en una convicción profunda: llevar su mensaje a comunidades sin contacto exterior. En diarios personales que se conocieron después, describió su propósito como “el trabajo más importante” de su vida.
La isla Sentinel del Norte permanece aislada por decisión de sus habitantes, que rechazan cualquier contacto exterior.
En los meses previos al viaje a India, se entrenó físicamente, tomó cursos básicos de medicina y buscó minimizar riesgos sanitarios. Según su entorno, realizó cuarentenas preventivas y recibió múltiples vacunas con el propósito de no portar enfermedades hacia la isla. Pese a eso, especialistas en pueblos originarios advirtieron que ninguna preparación individual puede garantizar seguridad al acercarse a grupos con defensas inmunológicas muy limitadas.
Chau viajó por la India en múltiples ocasiones, siempre con la intención de acercarse a los Sentinelenses. Su plan final consistía en ingresar clandestinamente, ya que el gobierno indio prohíbe cualquier contacto con esa comunidad desde hace décadas. La norma protege tanto a la tribu como a potenciales visitantes, al reducir riesgos de contagios, agresiones o incluso intervenciones involuntarias sobre un pueblo que decidió permanecer aislado.
El viaje final hacia Sentinel del Norte
El 16 de noviembre de 2018, el joven pagó a pescadores locales para que lo acercaran a la isla durante la noche, violando las leyes de protección vigentes. La primera aproximación terminó con una advertencia violenta: los Sentinelenses dispararon flechas en su dirección. Uno de los proyectiles impactó en una Biblia que llevaba consigo. Chau regresó al bote y escribió en su diario que consideraba continuar pese al peligro. Escribió además que no culpaba a los habitantes de la isla por la reacción agresiva: “No tienen idea de lo que existe fuera de este lugar”, dejó asentado.
Al día siguiente insistió en volver por su cuenta. Se acercó en un kayak improvisado, mientras los pescadores lo observaban desde lejos. Horas después, esas personas vieron a miembros de la tribu arrastrar su cuerpo por la playa. Las autoridades indias no pudieron recuperarlo debido a las estrictas normas que impiden cualquier intervención directa en la isla.
El episodio generó un shock internacional y abrió un debate profundo sobre responsabilidad cultural, libertad religiosa y medidas de conservación. Diversas organizaciones remarcaron que Chau puso en riesgo la salud de toda la comunidad, ya que incluso un resfrío común podría provocar un daño severo en una población sin contacto exterior.
Consecuencias y debates que siguen vigentes
La muerte de Chau dividió opiniones en todo el mundo. Sectores religiosos lo consideraron un mártir guiado por una convicción sincera. Antropólogos, biólogos y especialistas en pueblos originarios sostuvieron lo contrario: su accionar fue imprudente, ilegal y peligroso. Coincidieron en que la protección de los Sentinelenses es indispensable para preservar su supervivencia física y cultural.
Sentinel del Norte es uno de los últimos lugares del planeta donde una población decidió permanecer sin interacción con la modernidad. Los gobiernos sucesivos de la India mantuvieron esta posición debido a la evidencia histórica: otras comunidades aisladas sufrieron epidemias devastadoras luego de contactos forzados. Para los expertos, el caso Chau confirmó la necesidad de protocolos estrictos, tanto por razones sanitarias como por respeto a la autonomía cultural.
Su muerte también impulsó discusiones dentro del propio movimiento misionero. Varias organizaciones revisaron sus políticas internas y reforzaron capacitaciones para evitar acciones individuales que puedan poner vidas en riesgo.
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