Nada fue igual después de aquella sangrienta evasión de la cárcel U9, que marcó un punto de inflexión en la historia institucional de la provincia.
Mucho se habló y escribió sobre la histórica fuga de presos de la cárcel de Neuquén, pero pocas veces se hizo un análisis del impacto político y social que tuvo y las consecuencias que derivaron de aquel acontecimiento ocurrido el 23 de mayo de 1916.
Los neuquinos ya tienen incorporado el relato y en cada aniversario lo reviven casi como una película de época a través de las crónicas y las efemérides que se publican porque la historia es tan impactante que parece copiada de una novela negra de ficción.
Pero más allá del interés que despierta esta increíble aventura, la sangrienta evasión del presidio marcó un punto de inflexión y cambió el rumbo de la historia neuquina.
Para quienes todavía no conocen el caso, bien vale una síntesis.
El comienzo de lo que sería una tragedia en Neuquén
La revuelta comenzó con un motín violento, donde los internos aprovecharon la precariedad de las instalaciones, hiriendo a guardiacárceles y causando caos en las calles de Neuquén, que entonces era un incipiente caserío.
La fuga posterior expuso las deficiencias estructurales e institucionales del presidio, que en ese momento ni siquiera tenía muros perimetrales ni personal especializado. El traslado de presos desde La Pampa, muchos con largas condenas, agravó el hacinamiento y las tensiones internas, facilitando la planificación del motín. Este hecho puso en evidencia la necesidad de reformas penitenciarias, lo que llevó a mejoras posteriores en las instalaciones, como la construcción de un muro de seguridad en la década de 1930 y la eventual transformación de la cárcel en la Prisión Regional del Sur (U9) en 1967.
La fuga tuvo un impacto significativo en la política local y en la percepción del gobierno territorial. Las autoridades, lideradas por el gobernador Eduardo Elordi, enfrentaron críticas por la falta de preparación y recursos para contener la crisis. Las complicaciones que generó el envío de refuerzos desde la base naval de Bahía Blanca obligó a depender de policías locales, gendarmes y baqueanos, lo que resaltó la fragilidad del control estatal en un territorio aún en formación.
Zainuco, un gran escándalo luego de la fuga
Pero hay un episodio que también generó otro impacto político y social dentro de la tragedia que encerró la evasión. Fue la matanza de Zainuco.
Como se sabe, de aquel enorme grupo de presos que lograron avanzar hacia la cordillera una buena parte (17) fueron recapturados una semana después de la fuga en un paraje cercano a Zapala y ocho de ellos fueron fusilados.
Las autoridades policiales indicaron en el parte oficial que se había tratado de un enfrentamiento a partir de un nuevo intento de fuga, versión que fue avalada por el gobernador Eduardo Elordi. Pero lo cierto es que –a decir de testigos que estuvieron en el lugar- lo que había ocurrido realmente fue una ejecución a sangre fría. El por qué de esa decisión brutal nunca se supo. Sí se cree que muchos presos estaban heridos y que los terminaron de rematar ante las dificultades para trasladarlos a Zapala.
Lo cierto es que el episodio de Zainuco también tuvo consecuencias trágicas y políticas. En enero del año siguiente, el periodista Abel Chaneton cayó asesinado de un disparo en el pecho en el bar la Alegría.
La muerte de Chaneton conmovió a Neuquén
Chaneton fue el primero que denunció el fusilamiento a través del diario Neuquén y el que responsabilizó del hecho al poder político. Los fuertes cruces editoriales con el propietario de otro matutino (El Regional) que apoyaba la versión oficial terminaron en la fatídica noche en aquel bar ubicado en el corazón del Bajo Neuquino.
Para tener una dimensión de las repercusiones que tuvo el fusilamiento de Zainuco, basta recordar que los principales diarios de Buenos Aires se hicieron eco del hecho con amplias coberturas y notas de análisis de lo sucedido.
Otro dato que impacta es el rol de Chaneton en su búsqueda de la verdad. Dos días después de su crimen tenía pactada una entrevista con el presidente de la Nación Hipólito Yrigoyen con el objetivo de buscar apoyo a la investigación que impulsaba por la masacre de presos ante la negativa del gobierno neuquino.
Estaba dispuesto a seguir luchando para que aquellos crímenes no quedaran impunes y para que el caso tomara trascendencia nacional.
A partir de lo ocurrido en Zainuco, el poeta Eduardo Talero, entonces jefe de la Policía del territorio renunció a su cargo exigiéndole al gobernador que realice una profunda investigación para esclarecer lo que ya era un escándalo nacional. No obstante, su reclamo no tuvo la respuesta esperada.
La fuga de 1916 fue un punto de inflexión porque expuso las debilidades institucionales y estructurales de Neuquén, impulsó reformas penitenciarias y urbanas, y marcó un hito en la consolidación de la capitalidad del territorio. Fue un evento que no solo transformó la percepción de la provincia, sino que también obligó a las autoridades a tomar medidas para fortalecer el control y el desarrollo de una región que buscaba establecerse como un centro político y social en la Patagonia.
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario