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La Mañana

Derecho y poesía, dos pasiones posibles

Fue convencional constituyente junto a Jaime de Nevares y ejerce la abogacía desde muy joven. Complementa su actividad con las letras, su perfil más espiritual.

Por Georgina Gonzales

Neuquén > Podría pensarse que la abogacía y la poesía no van por el mismo carril, pero Edith Galarza hace de esas dos profesiones una vida llena de luchas, relatos y justicia.
Nació en La Plata. De chica la marcó una infancia muy golpeada por el terrorismo de Estado. Estudió en escuela y universidad pública, y ya casada decidió emprender su viaje a Neuquén, ciudad que eligió como propia y que le dio mucho desde aquel 1991 cuando arribó.
Edith le puso letras y entrañas a cuentos y poesías desde los 8 años. Incluso en su adolescencia fue reconocida con un premio de la Unesco por un relato sobre la guerra de Malvinas.
Ya en la tierra del viento y las bardas, y luego de concursos y presentaciones, consiguió su primer trabajo en la Defensoría Federal, aunque también se desempeñaba de manera independiente en un estudio de abogacía con el doctor Carlos Arias.
Con apenas 26 años tuvo la inmensa propuesta de ser convencional constituyente. Y quien la convocó no fue ni más ni menos que monseñor Jaime de Nevares.
“Cuando De Nevares aceptó ser candidato, yo me incorporé como asesora junto con otros abogados. Pero las cosas cambiaron porque un día él me llamó para que fuera a su casa del barrio Parque Industrial. Allí me pidió que lo acompañara en el segundo lugar de la lista de candidatos a convencionales constituyentes por Neuquén”, revivió con emoción aquel momento tan importante de su vida.
Cuando llegó la primera sesión, a Edith le tocó presidirla, ya que era la representante más joven de la asamblea, y junto con el más anciano recibieron el juramento de cada uno de los integrantes.
“La reforma constitucional fue planteada por (el entonces presidente) Carlos Menem y básicamente tenía como fin lograr la reelección presidencial. Significaron cambios en la estructura del Estado, cambios profundos en la legislación laboral, precarización, privatizaciones”, consideró la abogada, quien aseguró que ese tiempo fue de “mucho compromiso y desafío”. “Era una responsabilidad acompañar a Don Jaime, si estaba en mis manos poder colaborar con él. Para mí fue un honor inmenso y una gran responsabilidad”.
Galarza destacó que De Nevares había planteado que si no se sacaba la cláusula cerrojo, que no permitía a los constituyentes votar una a una las leyes, tendría que “dar un portazo”. “Y entonces el nuestro fue un no a la reforma constitucional de una manera muy rotunda. En nuestro caso, cuando esto sucedió, que no había posibilidad de abrir los paquetes de medidas a votación, que ya estaban realizadas prácticamente, nosotros renunciamos. Era ese tipo de gesto que Don Jaime daba de mucha claridad”, aseguró la mujer.
Edith tomó ese gesto del obispo quizás como su última “gran enseñanza”, como el “último gesto para señalar el camino a los neuquinos”. Y este camino siguió el que ella misma había iniciado siempre en defensa de los derechos humanos de las víctimas del terrorismo de Estado, de los pueblos originarios, de los niños.

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