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La Mañana Argentina

El maestro Sarmiento y el profesor Estrada, la grieta que dio inició a la educación en Argentina

Dejaron sus profundas diferencias ideológicas de lado para fomentar el desarrollo educativo en el país.

Cada 11 de septiembre en Argentina se conmemora el fallecimiento del Padre del aula, Faustino Sarmiento, y en su honor se celebra el Día del Maestro, pero poco se habla del origen del 17 de septiembre cuando los profesores y las profesoras festejan su transitado en una de las profesiones más antiguas y, al tiempo, más complejas.

Como la mayoría de las fechas nacionales, el día del profesor hunde sus raíces en la muerte de un distinguido orador, escritor, periodista y fundamentalmente un ferviente educador. Un 17 de septiembre de 1894 moría José Manuel Estrada en Asunción, Paraguay, pocos años después de Sarmiento, su rival político.

Ambos se enfrentaban con ideas antagónicas al modelo educativo que debía articularse en la joven nación. Mientras Sarmiento se consolidaba como férreo defensor de los valores laicos, Estrada reforzaba su posición de sostener el catolicismo dentro de la enseñanza obligatoria en las escuelas argentinas. Sin embargo, los esfuerzos conjuntos y poco mezquinos de ambos intelectuales, lograron acuerdos superadores que llevaron a la educación argentina a ser de prestigio internacional por muchas décadas.

La profunda religiosidad que profesaba Estrada venía producto de su historicidad. Nació en Buenos Aires el 13 de julio de 1842 en el seno de una familia acomodada rioplatense. Su madre murió cuando era niño y su crianza quedó a cargo de su abuela Doña Carmen de Liniers, hija de Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires y Virrey del Río de la Plata, héroe durante las fallidas invasiones inglesas.

Las primeras letras las aprende en casa de su abuela materna, con maestros particulares y, con apenas 12 años inicia sus estudios avanzados en el Colegio de los Padres Franciscanos. A 16 se suma al semanario La Religión, fundado por el arzobispo de Buenos Aires, León Federico Aneiros.

En 1874, durante la presidencia de Avellaneda, se hizo cargo de la Dirección de Escuelas Normales, destinadas a la formación de maestras y se transformó en 1875 en profesor de las cátedras de Derecho Constitucional y Administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, generando diversos artículos académicos que se fueron instrumentando y compilando en sus clases. Lo enseñado se volvió parte de su hacer académico y también tuvo, como representante del movimiento católico argentino, una visión eminentemente moral, buscando que los hombres alcancen la superación personal, a través de las herramientas educativas.

La educación para él tenía además un fin social y dialogaba de forma constante y permanente con la democracia. Estrada entendió a lo educativo como un deber cívico de todos, donde cada uno ejercitara libremente sus derechos dentro de la joven nación Argentina.

En 1882, Estrada se opuso ferreamente, junto a Pedro Goyena y otros católicos, a los sectores liberales dentro del Congreso Pedagógico Nacional, donde se estaba discutiendo la ley1420, la piedra fundamental educativa argentina.

Por la intervención de estos sectores, se despojó a la norma de su carácter laico y se terminó materializando la primera versión de la Ley Nacional de Educación que establecía una enseñanza obligatoria, gratuita, universal y mixta y que duró hasta 1993 en vigencia. Si bien la laicicidad no se mencionó en ninguna parte de la normativa, luego Sarmiento la logró establecer en la práctica para todo el sistema escolar, que continúa vigente en la actualidad en las escuelas públicas.

A pesar de las grietas históricas que marcan a los intelectuales nacionales, no hay duda que Estrada junto a Sarmiento son referentes en sostener el naciente sistema educativo argentino. A pesar de sus profundas diferencias ideológicas en torno a lo educativo, Sarmiento lo nombra Secretario de Relaciones Exteriores durante su presidencia y le encarga la enseñanza de la asignatura Instrucción Cívica en el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se formaba la elite criolla.

El siglo XIX generó diversas grietas, de las cuales muchas continúan hasta hoy. La educación no escapó a dichas controversias sobre los diferentes modelos formales que tenía que adquirir el nuevo sistema educativo nacional y, sobre todo, los valores que debería adquirir el nuevo ciudadano que se estaba formando. Sin embargo, se reconoce aquí el esfuerzo conjunto, a pesar de todo, para arribar a consensos superadores de las dicotomías que alcanzaron católicos y liberales en temas como la gratuidad, la obligatoriedad y la universalidad del saber. En este escenario Sarmiento fue coronado padre del aula para el nivel primario y Estrada baluarte esencial en la formación de profesores para los niveles secundarios y universitarios.

Se puede afirmar que la educación argentina dio unidad a la diversidad y albergó en su ceno personas de diferentes ideologías que en el fondo no distaban mucho en tanto sus ideas de la enseñanza. Para Estrada: “Se educa cuando se fomenta la capacidad de pensar por cuenta propia, integrados a una comunidad educativa...Ser profesor es la elección de una forma de vida que se asume desde la labor diaria, las exigencias, la lucha, el agotamiento, la esperanza y la alegría de hacer lo que eligieron ser”.

Reflexiones de un hombre que, como otros tantos, construyó nuestro sistema educativo nacional con pasión y convicción. Es por eso que en este mes, homenajeamos a las y los educadores y sobre todo a la educación como herramienta ética de todo un pueblo que necesita una educación de calidad para todos y todas...siempre.

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