Estudiantes con discapacidad diseñan un QR para comercios
Silvana Zurita lleva 25 años dedicada a la educación especial. Su proyecto combina trabajo, tecnología y empatía para construir una sociedad más inclusiva.
En un pequeño taller de Zapala, las manos se mueven sin descanso. Entre lanas de colores, tazas con frases inspiradoras y anotadores hechos a mano, un grupo de jóvenes con distintas discapacidades teje mucho más que productos: teje oportunidades.
El espacio se llama “Un mundo para todos” y nació en marzo de este año como una respuesta a una necesidad urgente: la inclusión laboral de personas con discapacidad en la ciudad.
“Cuando comencé a trabajar en educación especial hace 25 años, nunca imaginé que iba a terminar coordinando algo así”, contó Silvana Zurita, profesora en Educación Especial con especialización en discapacidad intelectual.
Zurita tiene 15 años de experiencia en la escuela especial de Zapala y otros 10 en el Instituto de Formación Docente y nunca perdió el contacto con las familias. Este taller nació justamente de ellas, de los chicos que ya son adultos y que hoy necesitan oportunidades reales de trabajo.
La iniciativa se comenzó a formar a partir de charlas con las familias de exalumnos que, al terminar la escuela especial, no encontraban espacios donde continuar desarrollando sus habilidades.
“Las mamás me decían: ‘Silvana, los chicos ya no tienen lugar’. Entonces pensamos: si no hay un espacio, hay que crearlo. Así nació el taller”, relató a LM Neuquén.
Capacitaciones que cambian miradas
En "Un mundo para todos" participan siete personas con distintas discapacidades: dos chicas sordas (acompañadas por sus madres, que son intérpretes), una joven ciega y el resto con discapacidad intelectual o dentro del espectro autista. Por un lado dictan un taller de comunicación inclusiva, y por el otro fabrican productos para vender.
“Cada uno aporta lo suyo. Las chicas sordas, por ejemplo, enseñan lengua de señas básicas. La chica ciega brinda herramientas sobre cómo acompañar a personas con disminución visual. Y todos fabrican productos: tazas, anotadores, llaveros, bufandas, gorros tejidos y tapas de cartón para los cuadernos. Con eso se ganan la vida”, explicó Silvana.
El taller, que ya tiene personería jurídica en trámite y trabaja en convenio con la Asociación de Empleados de Comercio de Zapala, combina la producción artesanal con la formación y capacitación en accesibilidad comunicacional para los empleados públicos de distintas reparticiones.
Una de las líneas más destacadas del proyecto es la capacitación a instituciones públicas. “Brindamos talleres sobre accesibilidad comunicacional a policías, empleados de la Defensoría del Pueblo, personal del hospital, y próximamente al Juzgado de Paz”, detalló Zurita. “No se trata de una capacitación académica, sino práctica: cómo atender a una persona sorda o ciega, cómo hacerle una pregunta, cómo acompañarla en un trámite”, explicó.
El objetivo es que los empleados públicos aprendan nociones básicas de lengua de señas, expresiones simples como “buen día”, “¿Qué trámite viene a hacer?” o “gracias”, y también estrategias para interactuar con personas con autismo o discapacidad intelectual.
“Muchas veces la falta de comunicación genera barreras. Nosotros enseñamos a derribarlas desde la empatía”, dijo Silvana.
Tecnología inclusiva
Además de las capacitaciones, el taller impulsa proyectos tecnológicos junto a escuelas técnicas de la ciudad.
“Con los estudiantes de la EPET 11 de Zapala diseñamos un código QR para los principales restaurantes de Zapala. Si entra una persona ciega, el QR le permite escuchar la carta; y si es una persona sorda, encuentra imágenes con las señas básicas que puede usar el mozo para comunicarse”, contó con orgullo sobre la propuesta que se puede utilizar en los comercios Tienda de cerveza, Bulevard y Click.
Otro de los proyectos ambiciosos es el que están desarrollando, también con los estudiantes y profesores de la EPET N°11, donde están creando una app de emergencia para personas con discapacidad visual o auditiva.
“La idea es que tenga un botón que al presionarlo avise automáticamente a un familiar directo y a instituciones como la Policía, Bomberos y el hospital. Es una herramienta que puede salvar vidas”, explicó Zurita.
El desarrollo se hace con el acompañamiento de docentes y alumnos de la escuela técnica, uniendo así inclusión y tecnología.
Un espacio que transforma a todos
“Un mundo para todos” no solo busca generar trabajo para personas con discapacidad, sino también transformar la mirada social sobre la inclusión. “El lema del taller es generar una cultura social inclusiva, y para eso necesitamos comunicarnos. No hay inclusión sin comunicación”, remarcó Silvana.
Los talleres son gratuitos, aunque cobran un bono de dos mil pesos para cubrir materiales. Aun así, la demanda crece constantemente.
“Ya tenemos pedidos para capacitar a agentes de Policía y al Juzgado de Paz durante 2026. Eso demuestra que hay interés, que hay una necesidad real de aprender a convivir y comunicarse con todos”, afirmó la docente.
El espacio también se convirtió en un refugio emocional para los participantes y sus familias. “Las mamás me dicen que los chicos esperan toda la semana para venir. Acá se sienten útiles, valorados, parte de algo. No vienen a recibir, vienen a aportar”, destacó la profesora.
Detrás de cada producto que sale del taller hay una historia. Una taza pintada a mano por una joven con autismo, un anotador encuadernado por un chico con discapacidad intelectual, una bufanda tejida por una participante sorda.
“Queremos visibilizar que ellos pueden. Que no solo pueden vender productos, sino también dar capacitaciones. Son capaces, tienen conocimiento, y merecen un espacio en la comunidad”, enfatizó Zurita.
El trabajo del grupo ya empieza a ser reconocido en distintos ámbitos. La profesora sueña con que otras instituciones y municipios repliquen la experiencia y los contacten para hacerlo. Su teléfono es 2942697857.
“Ojalá se multiplique. Que haya más talleres, más lugares donde las personas con discapacidad puedan mostrar lo que saben y trabajar. Eso es inclusión de verdad”, dijo.
Silvana está próxima a jubilarse, pero no planea detenerse. “Estoy esperando el momento de la jubilación, pero sé que voy a seguir con esto. No puedo dejarlo. Cada vez que veo lo que logramos, siento que todo valió la pena”, compartió.
Y mientras en el taller se prepara una nueva tanda de anotadores para vender en el marco de alguna próxima capacitación, ella reflexionó sobre el sentido profundo de su tarea: “La inclusión no se enseña en los libros. Se aprende haciendo, compartiendo, escuchando. Eso es lo que hacemos cada día acá: construir un mundo para todos”.
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