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Soñaban con vivir en el sur, dejaron atrás su vida en Buenos Aires y hoy recorren las ferias vendiendo sus productos

Desde su taller en San Martín de los Andes, Daniela y Ariel crean piezas únicas que combinan diseño y originalidad.

Hace cuatro años, Daniela Escobar y Ariel Acuña decidieron renunciar a su vida en Buenos Aires para cumplir el sueño de vivir en el sur. Tras un primer intento frustrado por la pandemia, finalmente lograron establecerse en San Martín de los Andes, donde fundaron un taller de encuadernación y venden sus productos artesanales.

Ella es del oeste y él, “un poco de todos lados”. Se conocieron cuando Daniela tenía apenas 18 años y Ariel, diez más que ella. Aquella primera historia fue fugaz y no prosperó, pero el destino los volvió a cruzar años después: se reencontraron desde otro lugar, más maduros y listos para no separarse otra vez. “Hoy en día no imaginamos una vida sin estar el uno con el otro”, aseguró Daniela.

El próximo abril, rodeados de los colores otoñales que tiñen los árboles, cumplirán 14 años juntos. Fruto de ese amor nacieron sus dos hijos, León (10) y Ariela (9), quienes los acompañan en la aventura de comenzar una nueva vida desde cero.

Daniela no recuerda cómo ni cuándo comenzaron a florecer en su interior las ganas de vivir en la Patagonia, pero logró convencer a Ariel, quien confesó: “Nos enamoramos de la cordillera. Yo me enamoré, y eso que estaba negado a venir”.

La pandemia y un cambio de planes inesperado

Antes del cambio radical de vida, Ariel trabajaba como electricista y Daniela hacía artesanías, principalmente pintura decorativa sobre piezas de fibrofácil. La idea era dedicarse por completo al arte cuando migraran al sur: querían hacer lo que amaban.

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En el verano de 2020, la familia de cuatro se trasladó a Junín de los Andes. Cuando comenzó la cuarentena, la situación se tornó insostenible y el sueño se estancó. “No nos esperábamos eso, acabábamos de firmar un contrato de alquiler”, relató Daniela. Ariel tuvo que volver a Buenos Aires porque estaban sin trabajo, mientras la mamá y los chicos resistieron seis meses antes de regresar.

Sin embargo, a pesar de las dificultades, la esperanza le ganó a la frustración. “Me mantuve ocupada, pero ya estaba con el corazón partido de querer estar acá; había dejado muchas cosas”, recordó. Ese año, los chicos terminaron la escuela en Buenos Aires y, en 2021, volvieron a intentarlo. Desde entonces, su hogar está en San Martín.

Una vida lejos del caos de la ciudad

Aunque solo pasaron cuatro años desde que lograron concretar la deseada mudanza, parece que hubieran vivido allí desde siempre. El cambio fue duro, pero se adaptaron rápidamente a la calma, se enamoraron de lo simple y disfrutan con ternura cada vez que un animalito se asoma al jardín.

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“En zona oeste había mucho tráfico, los nenes casi no salían a jugar afuera. En San Martín hasta aprendieron a andar en bicicleta”, contó Daniela. Los pequeños fueron quienes mejor se adaptaron: incluso en una visita a su ciudad natal, se sofocaron con el calor y dijeron que no les gusta para nada el clima de allá. “No había ríos ni lagos cerca de Buenos Aires”, exclamó Ariela, reflejando lo mucho que, a su corta edad, valora el contacto con la naturaleza.

"Es pasear todos los días, ninguna estación del año tiene desperdicio. En casa la ventana da a las montañas, salís a caminar unos metros y ya disfrutas del paisaje", confirmó Ariel, quien a pesar de haberse resistido, hoy está convencido de que nada podría sacarlo de su nuevo hogar. "No pasamos necesidades, pero nos acostumbramos a vivir con lo justo. La única preocupación es tener leña o gas para el invierno", añadió Daniela.

Los inicios del proyecto familiar

Los primeros meses no fueron fáciles: Ariel seguía sin trabajo y la familia intentaba acomodarse a la nueva vida. En medio de ese panorama, Daniela comenzó a mirar lo que tenía a mano. Entre materiales sueltos, una resma de hojas abierta y retazos de papeles, nació "La Casiita Taller".

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La vivienda familiar se transformó en el espacio de creación.

La vivienda familiar se transformó en el espacio de creación.

De a poco, empezó a hacer sus primeras encuadernaciones artesanales. Aquella primera tanda era pequeña y, según ella, “no daba ni para salir a una feria”, por lo que decidió ofrecerlos por Instagram. Cuando llegó su primera venta, Daniela apenas podía creerlo: aquel cuaderno que ella veía lleno de imperfecciones había encontrado a una nueva dueña, había sido elegido.

Con el tiempo, el proyecto fue creciendo y Ariel decidió sumarse a tiempo completo. "Empecé a poner en la balanza la calidad de vida, sobre todo estar presente en el crecimiento de los chicos. Se gana plata en electricidad, en esto se sufre un poco más pero estamos todos juntos", reconoció.

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A pesar de las críticas que recibieron por dejar atrás la estabilidad de un trabajo fijo, ambos coinciden en que la libertad de emprender y vivir de lo que aman no tiene comparación. Valoran poder organizar sus tiempos, acompañar a sus hijos en cada etapa y estar presentes en los momentos que de otra forma se hubieran perdido.

Actualmente forman parte de la Feria de Emprendedores de San Martín y participan en eventos en distintos puntos del país. Así fue como llegaron a la Feria del Libro de Cipolletti."La Feria del Libro es distinta a la de artesanos, nos recibieron muy bien y a la gente le encantó el producto", observó Ariel.

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Esta vez, viajaron acompañados de sus hijos, ya que eran varios días de exposición, aunque muchas veces Ariel viaja solo en la camioneta para evitar el traslado de toda la familia. “Hay veces que les gusta faltar a la escuela y otras que extrañan, pero se mantienen al día con el colegio, tienen muy buenas notas y siempre vienen con felicitaciones de los maestros”, contó Daniela con orgullo y aclaró: “No los dejo que aflojen con la tarea, el estudio siempre te da mejores posibilidades”.

La magia detrás de un producto artesanal

La parte creativa corre por cuenta de Daniela, aunque bajo la supervisión y las recomendaciones de Ariela. Sobre una base de papel, comienza a combinar texturas y colores hasta formar un collage que luego se convierte en cuaderno. En el proceso nada queda afuera y todo se recicla: utiliza hojas de libros y manuales antiguos, papeles estampados, teñidos, retazos de tela e incluso partituras.

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Así nacen los ejemplares conocidos como piezas únicas: aquellos cuadernos que tienen el collage original en su tapa, imposible de replicar. Cuando un diseño gusta mucho, lo escanean para reproducirlo en las tapas de los cuadernos tradicionales, manteniendo viva la esencia de la primera creación.

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Cada detalle de los cuadernos está hecho de forma artesanal.

Cada detalle de los cuadernos está hecho de forma artesanal.

Con la inquietud de ofrecer productos novedosos, crearon la estrella de la casa: el Pequeño Libro del Bosque. Este cuadernito está hecho a partir de rodajas de madera, impregnadas con el aroma de la naturaleza y decoradas con diseños que reflejan su amor por la cordillera.

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Las tapas del

Las tapas del "Pequeño Libro del Bosque" son hechas con rodajas de madera.

Además de estas piezas especiales, en el emprendimiento ofrecen una amplia variedad de cuadernos y agendas de distintos tamaños y estilos, pensados para todos los gustos. Cada uno está hecho con dedicación, buscando que quien lo elija encuentre en él un compañero para escribir, crear o simplemente plasmar sus ideas.

El arte, una herramienta de sanación

Dicen que el arte tiene el poder de transformar el dolor en algo bello. Ya sea a través de la danza, la pintura o la escritura, cualquier forma de expresión artística puede convertirse en un camino para sanar, reconciliarse con uno mismo y encontrar calma en medio del caos.

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“Somos siete hermanos criados por una mamá soltera, una familia súper disfuncional. Hemos pasado por muchas cosas, y casi ninguna estuvo buena. Fue una infancia muy difícil. Soy una sobreviviente: este arte me ha salvado”, compartió Daniela.

Según su forma de ver el mundo, "lo que uno vivió está en el pasado, pero las heridas a veces son muy profundas y hay que buscar hacer algo que te distraiga y sobre todo saber que vos no sos esas cosas que te pasaron”.

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Por eso, en sus portadas busca reflejar alegría, como forma de atraer y contagiar cosas buenas: mariposas, colores vibrantes, personas felices y viajes. "Muchas veces me he sentido sola, pero tenía mi agenda que usaba como diario personal, le escribía mis sueños. Un cuaderno es un refugio donde uno puede volcar sus ideas, sus miedos, sus miserias, es un compañero”, concluyó.

En tiempos donde la inmediatez y las pantallas se adueñan de la cotidianeidad, es bueno saber que todavía existen personas como Daniela y Ariel, dispuestas a poner un pedacito de su corazón en cada una de sus creaciones. Los cuadernos que nacen en su taller se convierten en lienzos donde los pensamientos, los sueños y las emociones encuentran su lugar.

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