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Competitividad, dólar y fruta: la mirada de un experto

Por qué el dólar no es suficiente para salvar a la fruticultura y qué medidas podrían cambiar el panorama.

En un contexto económico desafiante, con un dólar que presente alta volatilidad interna, el sector frutícola argentino busca recuperar competitividad frente a los costos crecientes, la presión impositiva y los cambios en los mercados internacionales.

Jorge Toranzo, ingeniero agrónomo con amplia experiencia en producción y asesoramiento técnico, analiza el presente y las perspectivas de la actividad.

En esta entrevista, ofrece una mirada realista sobre las condiciones productivas, el rol del Estado, la necesidad de políticas estables y la urgencia de un “puente” que permita a los productores realizar los cambios estructurales que demanda la fruticultura moderna.

—¿Qué espera para la próxima temporada?

—En cuanto a lo productivo, esta temporada no hubo grandes heladas que hayan restringido la cantidad ni la calidad de fruta. Se menciona que hay algunos sectores con más “purga”, debido probablemente a algún problema de polinización y/o a temperaturas que incentivaron el crecimiento de brotes que compiten con los pequeños frutos. Habrá que ver la evolución del cuaje, que estará definido en pocos días más, hacia los primeros días de noviembre.

—¿Y sobre los mercados y el dólar?

—Bueno, hay gente que puede estar apostando a una devaluación para mejorar los ingresos en pesos, pero en Argentina ya tenemos la experiencia de que las devaluaciones son rápidamente absorbidas por incrementos de los precios generales de la economía. Por otro lado, y si bien el TCRM está en 101 (en marzo de 2025 estaba en 80), lo que indicaría un valor aceptable del dólar, los costos en dólares han aumentado más que la inflación.

La solución de fondo es tener una fruticultura más competitiva, y para lograr esto es necesario mejorar diferentes aspectos de la cadena, en los que necesariamente se involucra tanto al sector privado como al estatal.

La fruticultura, como otras actividades, es “tomadora” de precios y no “formadora” de los mismos. Entonces, en resumen, el consumidor está dispuesto a pagar cierto precio por la fruta, de acuerdo con la calidad y al lugar donde se vende, y de allí se van descontando las ganancias de los distintos actores de la cadena, como el minorista, la logística, el mayorista, la cadena de empaque y frío, y lo que resta es para la producción primaria. Como mencioné en un artículo del 22 de abril de 2024 en +P, la fruticultura, como otros sectores, “es un negocio de resta”.

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Toranzo asegura que la actividad frutícola es de 'resta' para definir la cotización de la pera o manzana al productor.

Toranzo asegura que la actividad frutícola es de 'resta' para definir la cotización de la pera o manzana al productor.

—¿Y los mercados?

—Los mercados hoy se ven firmes en sus demandas de frutas, y entiendo que deberíamos profundizar el comercio con países de Asia, que es donde verdaderamente se centra hoy el crecimiento global. Para ello, entre otras cosas, hay que mejorar las características de algunas variedades de manzanas. También fortalecer nuestra presencia en Latinoamérica y otros mercados como México, Israel, etc.

Comercialmente, este año y hasta el momento hemos exportado más, cuando se decía que con este dólar no se iba a exportar nada. Entonces, ahí hay una contradicción entre las estadísticas que se publican y la realidad, tanto en volúmenes como en valores. El problema radica en la productividad y calidad de la producción primaria y en los costos diferenciales de la cadena respecto de nuestros competidores.

Una mirada sobre los productores

—¿Qué pueden hacer los productores primarios para mejorar el valor de su producción?

—Principalmente, tratar de subir un paso en la cadena comercial; o sea, tener frutas o productos que puedan comercializar directamente, ya sea localmente o incluso exportando a mercados más conocidos, como Brasil. Para esto último deben asociarse con otros productores a fin de integrar un grupo y tener el volumen necesario. No es sencillo.

Hay productos, como la manzana, que permiten manejar su comercialización guardando en frío, y otros, como los frutos secos, que pueden conservarse sin mayores costos e incluso agregarles valor y comercializarlos directamente.

Para los productores más pequeños, pareciera que la pera no es una opción, y eventualmente, con la ayuda del Estado, podrían diversificar con otras frutas como membrillo, frutas de carozo, frutos secos, frambuesas, etc., en pequeñas superficies de cada cultivo, de tal manera de comercializarlas directamente.

Estas son posibilidades que ameritan una planificación y un financiamiento acordes, así ciertos productores que lo quieran hacer y estén en condiciones de hacerlo puedan acceder, mediante otra estructura productiva, a lograr un mejor y mayor ingreso por hectárea.

—¿El dólar de hoy a 1.500 pesos es competitivo?

—Un dólar de $1.500 es mejor que el que había hace unos meses atrás y, por supuesto, un peso devaluado ayuda a la competitividad. Pero si no mejoramos la competitividad sistémica de la cadena, no hay devaluación que alcance. Hoy tiene que haber un cambio estructural en el pensamiento de productores y empresarios. No se puede seguir con una fruticultura en la que el negocio sea el financiero y no la fruta en sí.

Estos mecanismos financieros de los que hemos hecho uso y abuso —como la brecha cambiaria, los distintos tipos de dólar que hay en el mercado, las continuas devaluaciones, pagos por fuera del sistema, demoras de pagos en ambientes de alta inflación, etc.— siempre permitieron lograr ganancias que compensaron deficiencias estructurales del sistema productivo.

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Los exportadores frutícolas lograron ganancias extraordinarias con brecha cambiaria.

Los exportadores frutícolas lograron ganancias extraordinarias con brecha cambiaria.

El problema es que dentro de la cadena no todos han podido tomar ventaja de esta situación de inestabilidad, y al final tenemos menos productores primarios, menos empresarios y menos exportaciones.

En todo esto es el Estado quien tiene la mayor responsabilidad, porque es quien pone las reglas de juego, la cancha y el árbitro, mientras al resto solo le queda jugar el partido con esas reglas, con ese árbitro y en esa cancha.

Competitividad, clave

—¿Qué necesita el Valle para poder volver a ser competitivo?

—Debe haber un cambio en lo referente a la estructura productiva, de tal manera de incrementar la cantidad de cajas embaladas por hectárea, y me refiero a la fruta de la calidad que más paga el mercado, ya sea por color, tamaño, etc. Incorporar sistemas que permitan disminuir la incidencia de la mano de obra, ayudas mecánicas y mecanizar las tareas tanto como sea posible.

A nivel de empaque y frigorífico, algunas empresas han realizado importantes incorporaciones de tecnología y mejorado la eficiencia energética de sus frigoríficos.

Sin embargo, los costos de logística para transportar la fruta se han incrementado notablemente y el estado de las rutas no es el apropiado.

Pero para que este cambio sea posible, es necesario que las empresas y, sobre todo, los productores primarios tengan un “puente”: un puente de tiempo y de herramientas que les permita realizar los cambios estructurales necesarios mientras esperan las reformas laborales, impositivas y financieras. Ese “puente” lo tiene que construir el Estado (Nacional, Provincial y Municipal), ya que es el único que tiene las herramientas necesarias.

Dado que la actividad frutícola es intensiva en mano de obra, es preciso que la legislación laboral contemple este hecho. No es lo mismo un empleado rural en un campo de cultivo extensivo que uno en la producción de frutas: la cantidad de jornales por hectárea es totalmente diferente.

Por otro lado, la actividad frutícola es intensiva en capital y a mediano plazo, ya que es necesario invertir alrededor de 55 a 60 mil dólares por hectárea hasta que comienza el retorno de la inversión. Por ello, es imprescindible la pata financiera, con créditos acordes a las características de esta actividad.

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Toranzo asegura que es imprescindible el acceso al crédito para el desarrollo de la actividad.

Toranzo asegura que es imprescindible el acceso al crédito para el desarrollo de la actividad.

El Estado debería realizar cambios impositivos como son, entre otros, el Impuesto a los Débitos y Créditos, Ingresos Brutos (que pasó del 1,9 % del PIB en el 2000 al 4,1 % en 2024), el Impuesto a los Sellos, la Tasa de Estadística, una reforma laboral acorde a las necesidades de esta actividad, el impuesto a los combustibles, los impuestos a las maquinarias, la disminución del IVA para la energía eléctrica, etc.

Por ejemplo, y según datos del IERAL, Neuquén tuvo en 2024 una presión tributaria efectiva del 5,8 % del PBG y Río Negro del 5,2 %, colocándolas entre las más altas del país.

—¿Cómo se hacen esos cambios impositivos que menciona?

—Únicamente con una clase política que llegue a acuerdos para llevar adelante políticas de Estado, de tal manera de no desandar el camino que una fuerza política inició.

Una clase política que deje un poco de lado las supuestas ideologías, en nombre de las cuales lo único que pretenden es tener porciones de poder para seguir usufructuando las ventajas de ese poder que les ha dado la ciudadanía, mientras no han sido capaces de cambiar la decadencia de nuestra querida Argentina.

Sin ir muy lejos, miremos a Chile: su clase política ha sido capaz de llevar adelante un proyecto frutícola exitoso, basado en una economía de relativo libre mercado, acceso al crédito, leyes laborales adecuadas y políticas macro y microeconómicas más o menos estables. Un camino que los distintos gobiernos han transitado un poco por la derecha o por la izquierda, pero nunca en contramano.

Fuente: Redacción +P.

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