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La Mañana

Ni rápido ni lento: justo

El tiempo es tan voraz como útil, pero el entendimiento que tiene la Justicia sobre él es un arte tan inalcanzable como inexplicable.

Previo al nuevo Código Procesal Penal, puesto en vigencia en enero de 2014, la Justicia acumulaba papeles y sus tiempos podían compararse a los del Universo. Todo sucedía tan lento como la muerte de una estrella o el congelamiento de los planetas alejados del sol. Las causas podían llevar décadas, tal el caso de Temux, que entre los tiempos, ardides y cajones judiciales terminó en la conocida órbita de la impunidad.

Pero legisladores, juristas y funcionarios judiciales se embarcaron en una cruzada con características épicas y dejaron de lado el expediente y al universo judicial le pusieron un cronómetro y una vidriera. Todo y todos quedaron a la vista. A algunos les gusta más, a otros menos, pero yendo a las audiencias se podía observar las virtudes y defectos del nuevo sistema.

En esos convites de justicia a la vista empezamos a notar cómo decenas de delincuentes volvían a las calles una y otra vez. El defecto en este caso es la excesiva celeridad. Los fiscales tienen 24 horas para reunir las pruebas suficientes que demuestren que el sospechoso se puede fugar o entorpecer la investigación sin contemplar que además puede seguir delinquiendo tal como pasó con el líder boquetero que recuperó la libertad y a la semana cayó en un robo.

En charlas con jueces y fiscales, la mayoría coincide en que habría que extender el tiempo para reunir pruebas a unas 72 horas esto daría margen a que los pedido de preventiva no sean tan endebles y a veces insostenible. Ni rápido ni lento, sólo se pretende un sistema justo.

Hay que discutir el plazo de detención para resolver si se solicita preventiva. Las 24 horas son escasas.

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