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La Mañana

Oesterheld y el héroe colectivo

Esta es mi revolución. Ustedes, que son jóvenes, van a ver muchas. Yo solo voy a poder vivir esta”, les dijo, a comienzos de los años 70, Héctor German Oesterheld a sus compañeros del grupo de prensa de la Juventud Trabajadora Peronista. Ese era el deseo que este geólogo humanista –había recorrido el país buscando petróleo para YPF antes de convertirse en uno de los máximos exponentes de la historieta argentina- había empezado a construir, quizás desde ese universo ideal y mágico de las historietas que marcó a varias generaciones. El 27 de abril se cumplieron 43 años del secuestro por un grupo de tareas en La Plata del autor de El Eternauta. Fue trasladado a un centro clandestino de detención donde fue salvajemente golpeado y torturado, y se cree que fue asesinado algún día de 1978.

No solo fue un talentoso contador de aventuras, también un hombre coherente entre el hacer y el escribir.

La coherencia entre hacer y escribir marcó la vida y obra de Oesterheld. No solo fue un talentoso contador de aventuras, también fue un hombre bueno y sensible o, como expresó Juan Sasturain, un hombre bueno que manifestaba su sensibilidad contando aventuras que no necesariamente “terminaban bien” pero dejaban en claro que había razones suficientes para sentirse cerca de sus personajes buenos. “El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, solo”, expresó alguna vez para explicar el camino de Juan Salvo, el protagonista de su magistral obra. Dignidad, coherencia y compromiso podríamos sumar a la hora de hablar de Oesterheld, quien escribió y vivió de acuerdo con lo que creía y le costó caro: cuatro hijas asesinadas por la dictadura militar, dos nietos secuestrados y recuperados posteriormente por la familia, y otros dos nacidos en cautiverio cuyo destino se desconoce.

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