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La Mañana

¿Qué hacer para que los adolescentes coman bien?

Hay que respetarles la rebeldía sin dejar de marcarles los hábitos.

La adolescencia se caracteriza por ser un período de madurez sexual, funcional y psicológica, que se inicia aproximadamente a los 12 años en las niñas y a los 14 años en los niños. Fruto de la aceleración del crecimiento, las necesidades nutritivas de los adolescentes también se ven incrementadas. Por eso, es propio de esta etapa la adquisición de nuevos comportamientos, aunque suelen estar contrapuestos a los del adulto, en un típico comportamiento de búsqueda de identidad. Es una etapa muy influenciable y, por ende, riesgosa, si se adquieren habitos malos: estos pueden sostenerse a lo largo de su vida.

En esta edad tiene especial importancia el aporte energético, que debe ser superior al del adulto y contener nutrientes clave. ¿Por ejemplo? Proteínas (sintetiza nuevos tejidos y estructuras del organismo), vitaminas (intervienen en los procesos metabólicos muy activos en este período), minerales (decisivos en el funcionamiento correcto de los sistemas enzimáticos, especialmente en las chicas debido a las pérdidas en la menstruación), hierro (optimiza la fuerza y la actividad, y se encuentra en carnes rojas, hígado, o embutidos como la morcilla, aunque se recomienda que se consuma como máximo dos veces por semana), calcio (el adolescente lo precisa más que el adulto debido al desarrollo del esqueleto: el pico de masa ósea se adquiere entre los 25 y los 35 años. El déficit de calcio en esta edad puede llevar a la aparición de osteoporosis en la vejez) y zinc (básico para el crecimiento, porque contribuye al desarrollo sexual y de los tejidos. Se encuentra en los vegetales o semillas de vegetales).

“Los hábitos alimentarios de los adolescentes se caracterizan por una tendencia a la irregularidad de horarios, se saltan comidas -especialmente el desayuno-, y también tienden a realizar comidas fuera de casa principalmente en restaurantes de comida rápida, lo que puede desequilibrar la alimentación diaria”, comenta la nutricionista Laura González. La imagen corporal cobra especial importancia en la adolescencia, siendo los más jóvenes muy sensibles a su exposición pública, “un hecho que puede llegar a condicionar sus hábitos”, agrega González y aporta un dato mundial propio de los tiempos que corren: “La prevalencia de sobrepreso y obesidad en niños y adolescentes ha aumentado de forma espectacular. Hemos pasado del 4% en 1975 a más del 18% en 2016”. La calidad de la dieta de los adolescentes suele caracterizarse por un bajo consumo de cereales, frutas y verduras, y por un elevado consumo de alimentos ricos en sal, grasas saturadas y azúcar.

Además, otro aspecto a veces poco considerado en la salud del adolescente, pero que tiene una gran trascendencia, es el sueño: necesitan ocho horas por noche para tener la energía necesaria para afrontar el día siguiente, algo que históricamente fue complicado y ahora, con las actividades nocturnas en las redes sociales, se hizo más difícil de cumplir aún. “Es importante que no vayan a la cama muy tarde y eviten la tecnología justo antes de ir a dormir, porque estas son actividades estimulan el cerebro y dificultan el sueño”, sugieren los especialistas.

Una buena alimentación para un adolescente es garantía de buena salud, y no sólo física sino también psicológica, porque mitiga los posibles trastornos alimentarios (bulimia, anorexia) vinculados a la obsesión por tener el físico perfecto en una época en la que gustarle al otro es tan importante como comer bien.

14% es el porcentaje en que creció la obesidad en ninos y adolescentes en tres décadas.

El adolescente suele tener irregularidad de horarios, se saltea comidas y así desequilibran su alimentación”.Laura González, nutricionista

En casa, predicar con el ejemplo

Es necesario mantener hábitos saludables, comprar y tener a disposición de los adolescentes del hogar sólo aquellos alimentos que queramos que coman. Que sea comida simple y atractiva, y en lo posible ya resuelta: si tenés fruta, que esté limpia y cortada. Y estar muy atentos a que se sienten a la mesa en el momento necesario, sin saltearse ninguna de las comidas diarias, en especial el desayuno, el que más fácil pasan de largo.

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