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La Mañana

Una deuda con los polaquitos

El Polaquito se convirtió esta semana en el centro de los ejemplos de lo que no hay hacer en el periodismo, cuando de niños y jóvenes se trata, y la burda ausencia del Estado –de aquellos de la década y los de hoy por el cambio– en los temas de contención social en los que parece acentuarse la famosa grieta y no por ideologías sino por la cuestión que priorizan los que deciden. Y ahora, más allá de lo que mostró el programa de Jorge Lanata el domingo pasado, más de uno aprovechará políticamente el caso en este camino desenfrenado hacia las legislativas de octubre (previo PASO en agosto) y con la mira puesta únicamente en un objetivo: el 2019.

Los derechos del niño, la niña y la adolescencia, en base a la declaración de la Unesco, están vigente desde el año 2005 en nuestro país. A lo largo de esta docena de años se ha buscado combatir la violencia, el abuso, la explotación sexual y el trabajo infantil de los que son víctimas aquellos menores a 18 años de edad. Sin embargo, aún hay cuentas pendientes para esa franja etaria, que serán las futuras generaciones, pero hoy no deciden con el voto que querrán para entonces, cuando sean mayores. El uso indiscriminado de la imagen de un menor, como el Polaquito, está vedado por los derechos y las leyes vigentes. Y así como él, de cualquier niño, niña, adolescente.

¿De qué sirve mostrar una entrevista a un niño de 11 años, hablando de droga, armas y supuestas amenazas a policías o magistrados? ¿Qué suma? Nada. Porque en realidad resta, no sólo para el gobierno de aquel tiempo o de este, sino para todos nosotros como sociedad. Sociedad que vive la locura individualista, donde la prioridad son sus propios intereses, como en la política.

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