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El descontrol manda en las calles de los boliches

La previa y la salida son la pesadilla de vecinos que no tienen paz.

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"Si dormí dos horas seguidas fue mucho. Lo de anoche excedió cualquier despelote que veníamos soportando". Alejandra Prado pasa noches en vela en su casa tratando de encontrar un poco de paz. Pero no lo logra. Intenta irse a dormir y lo que escucha cuando comienza a llegar la noche es una mezcla de griterío con una fuerte música de fondo que le llega desde la calle.

Es el horario de la previa del ingreso a un boliche, ubicado a pocas cuadras del Río Grande, en la avenida y Purmamarca, junto a los bares de inmediaciones, uno de los epicentros de la noche neuquina.

A pocos metros, en la calle Tilcara se afianza una tendencia: los pibes que se juntan en veredas y bulevares, con su propia fiesta de bebidas y parlantes en la calle.

Los vecinos del lugar dicen que como nunca reciben los molestos coletazos del ruido desde la avenida, que pasan motos haciendo willy y corren picadas, que los chicos quedan dados vuelta en la calle, que hacen pis y que las veredas quedan todas vomitadas. Todo eso sucede en las puertas de su casa y nadie pone un solo límite.

El problema se da en doble turno. Por un lado, antes de que la noche comience y, por el otro, a la hora de la salida.

"Entendemos que es un corredor comercial, pero tampoco tenemos que soportar esta tomada de pelo, los demás lugares cierran como máximo a las 2 de la madrugada", indicó la vecina de Río Grande, que sueña con que llegue el invierno, porque en ese momento el descontrol de la calle disminuye.

Relató las propuestas que han recibido cuando fueron a quejarse a la Municipalidad o al boliche sobre los ruidos molestos y el horario de cierre del local. "Nos propusieron mudarnos. Mi familia está en el barrio desde el 75 y decirnos que nos mudemos es una vergüenza. También nos dijeron que nos pagaban un piso en el centro", lamentó indignada la vecina.

En parte, este fenómeno es la contracara del exacerbado consumo de alcohol en la noche neuquina, de la que dan constancia las decenas de vehículos incautados todos los fines de semana y algunas mediciones realizadas en los controles de alcoholemia que casi asustan. Por caso, días atrás a un conductor le encontraron 3,3 gramos de alcohol en sangre.

Pese a que no es una situación nueva, los consultados señalan que ahora es mucho más severa. Para el barrio es un problema adicional al de la inseguridad con la que viven muchos de los vecinos de la zona aledaña al Río Grande, que saben de robos y las casas desvalijadas.

Una situación similar se replica a pocas cuadras, junto a la multitrocha, en la calle Perticone al 200, en un local bailable de la movida tropical.

Quienes viven en cercanías señalaron que bien entrada la noche escuchan desde sus viviendas situaciones violentas, al margen de los ruidos a los que tampoco se pueden acostumbrar. También los efectos del consumo de alcohol, del que quedan vestigios junto a las viviendas.


En 2015 hubo 250 infracciones por venta de alcohol

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El consumo de alcohol y la venta clandestina son parte del problema que padecen los vecinos afectados por los ruidos molestos en la zona de los boliches.

Como indicador, sólo en el 2015 la Municipalidad realizó 250 multas en los controles que de forma permanente realiza el gobierno de la ciudad.

En estos operativos se busca multar a quienes tienen o no autorización para la venta y a quienes no respetan la autorización del horario de venta, ya que está prohibido hacerlo después de las 23.

La semana pasada fueron 6 las multas en distintos barrios del oeste, tanto en comercios que vendían fuera de horario como en casas particulares.

Según informó el Municipio, a partir de los controles se redujo un 50% la cantidad de "cuevas" donde venden alcohol en los barrios.

Los inspectores, en ocasiones, se encuentran con un límite porque no pueden ingresar si los dueños se niegan: para ingresar en las viviendas necesitan una orden judicial.

En estos procedimientos también suele ocurrir que terminan siendo agredidos por quienes se dedican a la venta clandestina. Lo mismo pasa en los controles de alcoholemia.


La música al palo, pero en la previa de los bulevares

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Los vecinos de la calle Olascoaga no sólo sufren con los ruidos molestos durante la madrugada. También en horas de la tarde y noche deben soportar a muchos jóvenes que llegan al bulevar y se quedan allí tomando cerveza y escuchando música.

Según informaron, hay automóviles que tienen enormes equipos de audio y que cuando los jóvenes levantan el baúl o abren las puertas del vehículo los sonidos se vuelven insoportables. "Debería haber un control por los ruidos molestos, pero indudablemente el tema no les interesa a las autoridades", indicó una vecina que vive sobre la Olascoaga y ve cómo los jóvenes hacen la "previa" en ese lugar parquizado y se quedan hasta que el boliche abre las puertas.

Todos los vecinos coincidieron en que el problema se registra especialmente durante los meses de verano.

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