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La Mañana Columna de Opinión

A 120 años de la gran crecida

Si no se hubiera lanzado la alerta a través del telégrafo, habría ocurrido una catástrofe.

Historiadores y testigos de la época coinciden en que fue una de las peores crecidas que tuvo el río Neuquén desde que se tienen registros.

Fue una ola gigante que llegó con una fuerza inusual a la zona de la Confluencia, arrastrando todo a su paso, y que casi de milagro no se cobra las vidas de decenas de personas que estaban trabajando en la construcción del puente ferroviario.

El hecho ocurrió el 14 de julio de 1900, un año después de otra gran inundación generada por la crecida del Neuquén y el Limay. Hasta ese día avanzaba la construcción del puente que permitiría el paso del ferrocarril y que cambiaría la historia del territorio neuquino.

Ese día, mientras los operarios trabajaban en la instalación de las bases que sostendrían la estructura de hierro, cuando los responsables de la obra recibieron un alerta telegráfica desde Paso de los Indios que indicaba que una gran masa de agua avanzaba a toda velocidad para la zona.

Gran parte de los materiales fueron cargados en chatas ferroviarias junto a todo el personal que interrumpió abruptamente el trabajo para ser trasladado a la Estación Limay (hoy Cipolletti).

Algunos testimonios recuerdan que el agua llegó a los 4,80 metros, que golpeó contra los pilares ya instalados y formó una cascada que se elevó dos metros más. A su paso, arrastró árboles, ranchos, animales y corrales, dejando un paisaje desolador.

Pese a la gravedad, para los ingenieros fue una demostración de que la obra era realmente resistente, por lo que los trabajos avanzaron en los meses siguientes y un año después se hizo la prueba final para que, por primera vez, una locomotora pudiera cruzar el intrépido río Neuquén.

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