El clima en Neuquén

icon
15° Temp
58% Hum
La Mañana Hijos

A la escuela a caballo: el sacrificio de una madre rural para educar a sus diez hijos

Así debía trasladarse para que sus chicos fueran a una escuela de Manzano Amargo. Se llama Lucila González, vive en el paraje El Pino, del norte neuquino, y esta es su historia.

Construir una vida donde falta de todo y no sobra nada, no es tarea fácil pero no imposible. Y los hombres y mujeres del norte neuquino que nacieron hace varias décadas atrás lo saben y mucho. A ellos les tocó como misión empezar a establecer los cimientos de los pueblos prósperos que hoy las nuevas generaciones tienen y disfrutan. Lucila González (de 63 años) es una de esas vecinas que a fuerza de garra y corazón supo salir adelante primero sola y después con toda su familia. Hizo y hace de todo para colaborar y sostener la economía familiar.

Unos 40 años atrás unió su destino con David Morales (de 70 años) y juntos le dieron vida a una de las familias más reconocidas de este rincón neuquino al pie de la majestuosa Cordillera del Viento.

Lucila sabe del campo como ninguna. Todas las actividades le son propias. Al lado del Cerro Villegas pasó las primeras etapas de la vida junto a sus padres. Allí aprendió a descifrar el campo y todo lo que aprendido aún lo lleva en sus manos y en su alma. Con los años llegaría al paraje El Pino, un área de bosques a 8 km de la localidad de Manzano Amargo.

LUCILA GONZALEZ (1) (1).jpg

En El Pino con los años pudieron establecer la invernada de los animales que junto a su esposo comenzaron a criar y a desarrollar. Desde esa época también se animó a arrancarle la riqueza a las tierras fértiles. Muy pronto choclos, zapallos, arvejas, ajos, porotos, zanahorias, acelgas y todo lo que se diera comenzaron a darle vida a la tradicional huerta a cielo abierto. Y con el tiempo empezó a incursionar en producción en invernaderos. “Siempre me gustó sembrar y tener mi propia verdura. La producción es para nuestra casa y para convidarle a nuestros hijos y a aquel que nos visita”, relató Lucila con orgullo. En la actual temporada la producción de gran cantidad de zapallos y de considerable tamaño le dieron la razón de que hay que animarse a producir.

“Vivir en el campo es lo que me gusta, yo no me hayo (sic) en el pueblo, cuando voy me quiero volver enseguida. Aquí junto a mis plantas y mis animales soy feliz”, agregó.

LUCILA Y DAVID (1).jpg

Lucila, junto a su esposo, le entregaron 10 hijos al norte neuquino. “Cinco varones y cinco mujeres. Hice de todos por ellos y hoy estoy muy feliz y orgullosa porque todos son personas de bien y muy trabajadoras”, aseguró.

Sus hijos fueron criados cuando todo era más difícil y con menos recursos. Algo similar había pasado con ella en su lugar natal. “Yo recuerdo que me iba a caballo a la escuela de Manzano Amargo, era muy sacrificado”, dijo. Quiso la historia que la misma faena la tuviera que repetir con sus propios herederos. “Los llevaba a caballo hasta la escuela albergue los lunes bien temprano y los iba a buscar los viernes por la tarde”, cuenta con la mirada en el recuerdo de aquel sacrificio. “Después, cuando más hijos iban a la escuela, los llevaba también con la compañía de otro caballo sillero”, resaltó. Por fortuna con los años las cosas fueron mejorando y un medio de transporte ya cumplía esta “procesión escolar” en este paraíso neuquino.

LUCILA GONZALEZ (4).jpg

Lucila contó que dos de sus hijos, a pesar de tener sus propios trabajos, heredaron la pasión por el campo y hoy colaboran en la crianza de los animales. “David Jesús y Lucas andan en el campo siempre, quieren lo que hacen y nos hacen mucha compañía al igual que todos mis hijos. Algunos hicieron su vida lejos (Junín de los Andes, Aluminé, Neuquén) y otros están muy cerca. Somos una linda familia y eso se lo agradezco mucho a Dios”, contó con emoción.

Junto a David, el compañero de vida de casi 40 años, componen una pareja emprendedora y luchadora hasta estos días. Desarrollan sus labores de campo en su invernada y también en la veranada que tienen en Mallín Arriba. Hasta ese lugar, Lucila montada a caballo es parte esencial del ritual de estas tierras que es la trashumancia. Tampoco le esquiva el cuerpo a la época de parición o a las tradicionales marcación y señalada de cada animal que componen su capital. “Desde amamantar a un chivo guacho hasta hacer pan casero en horno de barro, hacer mote y juntar ñaco de la molienda de un molinillo hasta hacer queso de vaca es lo que hago aquí en mi casa en mi querido puesto”.

LUCILA GONZALEZ (3).jpg

Por último y en relación a la pandemia que acontece contó que la viven tranquilos y con bastante seguridad. “Aquí tenemos dos puestos vecinos nomás y casi que no vamos al pueblo, siempre nuestros hijos nos asisten. Igual nos cuidamos mucho”, dijo.

Así, con toda esta historia, Lucila pone bien en alto el temple, la valentía y el empuje de la mujer campesina. No mezquina esfuerzos y celebra los logros de sus hijos y de su familia como suyos.

Te puede interesar...

Lo más leído

Leé más

Noticias relacionadas

Dejá tu comentario