Por qué las parejas se separan tras cuatro años de relación
En este artículo exploramos las razones detrás de un patrón intrigante: muchas relaciones amorosas llegan a su fin alrededor del cuarto año.
Indudablemente, el amor permea todos los aspectos de nuestra vida diaria, incluso en las situaciones ajenas. Basta con observar los medios de comunicación y las redes sociales para constatar la gran expectación que surgió por la conclusión del romance entre Rosalía y Rauw Alejandro. El amor de las parejas posiblemente sea la emoción que experimentamos con mayor intensidad como seres humanos. Desde los comienzos de nuestra civilización, se nos ha transmitido cómo la creación del mundo se entrelaza con una serie de episodios amorosos protagonizados por titanes y dioses. La pasión legendaria de París por Helena, que desencadenó una de las contiendas mitológicas más memorables, es un ejemplo.
Cuando los héroes que participaron en la guerra de Troya emprenden su regreso a casa, nos encontramos con un Ulises que se recupera de las fatigas del viaje disfrutando en los brazos de Circe o Calipso, mientras Penélope, llena de amor, espera pacientemente en Ítaca. Sin olvidar la desconsolada Dido, que entregó Cartago a las llamas tras ser abandonada por Eneas.
Una definición de gran complejidad
Consultar a las personas acerca de las emociones que conocen suele llevar al amor a ocupar los primeros lugares. Sin embargo, ¿qué entendemos verdaderamente por amor? Diversos campos científicos, como la antropología, la psicología y la neurobiología, han intentado responder a esta cuestión a lo largo del último siglo.
El amor constituye una experiencia universal. Desde una perspectiva evolutiva, posibilita la selección de una pareja con la que experimentamos atracción sexual, lo que en última instancia favorece nuestra supervivencia.
No obstante, existe un componente cultural en cómo experimentamos y expresamos el amor. Esto ha dado lugar a que, en muchas sociedades, la importancia del aspecto sexual se haya desplazado hacia conceptos que giran en torno a una idealización del amor, donde predominan elementos como el enamoramiento puro, la fidelidad y el cuidado de los hijos. La influencia cultural también se manifiesta en la creación de estereotipos como el amante latino apasionado o el amante nórdico frío.
El triángulo amoroso: pasión, intimidad y compromiso
Desde el ámbito de la psicología, el amor puede definirse como la formación de un vínculo con otra persona que genera bienestar. La teoría del triángulo amoroso postula la existencia de tres componentes en el amor. El primero es la pasión o atracción física. El segundo es la intimidad, que surge de la cercanía emocional. Por último, el compromiso, que implica reconocer nuestro amor por alguien y desear mantener encendida la llama del afecto.
Esta teoría ha permitido identificar distintas etapas en la evolución de una relación amorosa. Durante los primeros seis meses, nos sumergimos en una fase de enamoramiento mutuo donde la atracción física juega un papel crucial. Además, al elegir una pareja, sentimos una atracción especial por individuos que complementan nuestras necesidades o carencias.
Simultáneamente, valoramos la similitud en aspectos como la apariencia física, el estatus socioeconómico, la inteligencia y la personalidad. Algunos incluso argumentan que evaluamos cuidadosamente lo que invertiremos y recibiremos en la relación, en un sentido interesado.
Investigaciones sobre el amor han revelado que, al enamorarnos, nos inclinamos a compartir aspectos íntimos y brindar apoyo emocional. También mostramos interés en las opiniones y actividades favoritas de la otra persona, y somos más tolerantes ante sus defectos. Al mismo tiempo, se produce una suerte de contagio emocional que nos hace experimentar emociones similares y a imitar expresiones faciales.
Vale la pena mencionar la importancia de la mirada en el enamoramiento. ¿Quién no ha quedado cautivado al ver a Ingrid Bergman y Humphrey Bogart cruzar miradas en la icónica escena de la película "Casablanca"? Parece ser que basta con que un desconocido nos mire directamente a los ojos para que lo encontremos más atractivo, especialmente cuando es un hombre el que siente que lo observan.
Tres años y medio de pasión
Una vez establecidos los cimientos de una relación, atravesamos una fase de aproximadamente tres años y medio, en la que la pasión es el componente dominante. Al mismo tiempo, aumenta nuestro deseo de intimidad y compromiso.
Durante las etapas del enamoramiento y la consolidación de la pareja, se producen cambios en el cerebro. Los más significativos están relacionados con la activación de diversas áreas cerebrales en el circuito de recompensa, como el núcleo estriado o el núcleo accumbens. Además, gracias a la ayuda del topillo de las praderas, una de las pocas especies monógamas en el reino animal, sabemos que aumenta la liberación de hormonas relacionadas con el amor, como la oxitocina y la vasopresina.
A partir del cuarto año de relación, la importancia de la sexualidad tiende a disminuir. En cambio, el deseo de mantener la relación a largo plazo y la complicidad mutua alcanzan su punto máximo.
En esta fase, también existe la posibilidad de una ruptura amorosa. Y en la actualidad sabemos que el dolor asociado a este evento tan doloroso incrementa la actividad en una región del cerebro conocida como ínsula, la cual también se activa cuando nos golpeamos o quemamos una mano.
Quizás sea apropiado reemplazar la frase "me ha roto el corazón" por una expresión más precisa y menos romántica: "me ha afectado la ínsula".
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