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Cierra el último reducto para nostálgicos del DVD

El videoclub Quasimodo ya no puede resistir las reglas del mercado.

Sofía Sandoval

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Neuquén.- Una de las grandes esquinas del Centro Oeste fue, por más de dos décadas, una cueva que servía de refugio para los cinéfilos neuquinos. Este mes, las vidrieras llenas de posters y los laberintos de cajitas plásticas de Quasimodo le dirán adiós al local comercial para trasladarse a la casa de su dueño, quien seguirá fomentando el amor por el cine entre los socios pero sin hacer frente a los altos costos del alquiler.

El último bastión de la nostalgia por los videoclubs resistió incluso cuando todos perecían ante los embates de las copias piratas, las páginas web gratuitas y las plataformas de streaming, que terminaron por hacer mella en el folclore de alquilar un título después de leer la sinopsis en el reverso del estuche.

Aníbal Soria, el dueño de Quasimodo, devela el secreto de su resistencia: “El videoclub soy yo, las películas se pueden conseguir en cualquier lado”. Es que el hombre de 59 años lleva más de 20 en el rubro y mira unos cinco largometrajes por día para estar actualizado sobre el séptimo arte y recomendar novedades a sus clientes. Asegura que mira todo: desde acción y ciencia ficción hasta cine italiano o iraní, pasando por los films de terror y las románticas, que son las estrellas de las pijamadas.

Los pasos de un cliente se amortiguan en las alfombras desiguales del local, mientras en un televisor de pantalla plana resuenan los disparos alemanes sobre la playa de Dunkerque, en la película de Christopher Nolan. “Mirá, me llegó esta, que la podés ver con tu mujer”, le dice Aníbal al interesado, que llegó al local para buscar un musical de los años 80 pero que salió convencido de mirar tres o cuatro títulos nuevos.

“A muchos los conozco desde chiquitos, cuando venían a alquilar dibujitos, y es por eso que sé recomendarles según sus gustos”, dice el vendedor, cuya memoria prodigiosa lo hace retener la información necesaria para copiar algo así como el algoritmo que usan las páginas de streaming para hacer recomendaciones.

El hombre recorre las estanterías y apunta películas al azar mientras devela un mosaico de títulos, actores y argumentos que conserva en su memoria. Rescata una película de Almodóvar, un clásico argentino o una joya de Giuseppe Tornatore y aclara que gran parte de su colección sirve para reconstruir la historia del cine. Por eso, su pequeño refugio en el centro de Neuquén es frecuentado por los cineastas que encuentran en esas piezas un elemento de estudio.

En total, Aníbal colecciona más de 12 mil títulos con propuestas nuevas y otras muy antiguas que conserva, incluso en formato VHS, por su alto valor simbólico. “No quiero que pase como con otros videoclubs, que cerraron y no difundieron esas cosas valiosas”, remarcó.

Por eso, el dueño de Quasimodo anunció el traslado en las vidrieras y comenzó a vender algunas películas por un precio entre los 50 y los 100 pesos para reducir el stock y facilitar la mudanza. “Han venido muchos a comprar”, explicó sobre la oportunidad que les dio a los fanáticos del cine.

Después, mudará la colección al quincho de su casa, en Santa Genoveva, donde recibirá a los socios más cercanos sin pagar los 20 mil pesos mensuales de alquiler. Aunque tenga sólo la mitad de la superficie, el folclore del videoclub promete quedarse por un tiempo más en la ciudad.

Aún cuando gran parte de los vecinos dejaron de concurrir al videoclub para volcarse al mundo digital, son muchos los docentes y profesionales que cruzan el portal de Quasimodo para hallar productos específicos que no encuentran en la confusa sobreoferta de internet.

“Dicen que en internet está todo pero a veces es difícil encontrarlo o conseguir algo de buena calidad”, explicó Aníbal Soria, el dueño del videoclub que cerrará sus puertas para convertirse en una colección casera de películas.

1996 Fue el año de inauguración del videoclub Quasimodo, en Elordi al 700.

Los fundadores lo administraron durante tres años, hasta que Aníbal Soria compró el fondo de comercio. Entonces, el videoclub tenía tres mil películas.

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