Conocé a la mujer detrás de los matrimonios neuquinos
Dora Tapia ofició más de 3 mil uniones en sus 38 años de actividad en el Registro Civil.
Por Sofía Sandoval - [email protected]
En 1982, cuando Dora Tapia tuvo su primer día de trabajo en el Registro Civil de Centenario, corrían otros tiempos, unos en los que regían la tinta, el papel y un puñado de leyes diferentes. Hoy, a 38 años de ese primer día y con más de 3 mil matrimonios oficiados, la mujer puede ver en retrospectiva y comprender cuánto se han modificado no solo las normas sino la manera en que los neuquinos conciben a la familia.
Con su evidente juventud, Dora comenzó a cumplir funciones como maestranza en esa oficina. Sin embargo, iba a cada jornada de trabajo con los ojos bien despiertos, por lo que absorbía con rapidez las enseñanzas de sus compañeros mayores, que hoy ya están jubilados. “Me dedicaba mucho a estudiar, leía el Código, las disposiciones que llegaban desde Buenos Aires”, detalla.
Un lustro después, Dora ya se había convertido en oficial de justicia del Registro Civil, por lo que comenzó a acompañar a las familias, ahora de la ciudad de Neuquén, en cada paso de su construcción. “Estamos con ellos cada momento, en los felices y en los tristes”, relata. Con el paso de los años se acostumbró a esa convivencia de claroscuros, que la llevan a registrar a un bebé recién nacido primero y a confeccionar un certificado de defunción de un niño en el trámite siguiente.
Dora muestra sus ojos oscuros llenos de calma y ensaya sus tratos más amables para ellos. Así, logra que los tramos más burocráticos e incluso los registros más dolorosos sean un poco más amenos. De a poco, el Registro parece haberse adecuado a sus modos, ya que perdió ese halo de formalidad que lo acompañaba en el pasado.
“Antes el Registro era muy estructurado y estaba muy lejos de la gente”, señala. La llegada de nuevas tecnologías que agilizaron los procesos, la reglamentación de leyes más progresistas y las propias campañas de los oficiales, que salieron a confeccionar DNI en los barrios vulnerables, fueron algunas de las herramientas que lograron una mayor cercanía entre la población y esos trámites engorrosos.
Así, Dora abandonó las actas de tinta y papel, en la que se esmeraba por dibujar sus mejores trazos, y pasó a hacer trámites en formato digital que ahorran un tiempo valioso. Algunos procesos que demoraban hasta un año se hacen ahora con presteza, gracias al contacto directo que hay con las oficinas de Buenos Aires.
Sus 38 años de experiencia también la convirtieron en una de las empleadas con más matrimonios oficiados. Asegura que ya perdió la cuenta, pero estima que casa, como mínimo, a 100 parejas por año, lo que la hace superar la cifra de los 3 mil. “Desde septiembre en adelante es cuando más se casan hasta febrero, que es el mes más elegido”, aclara.
Para ella, es un mito decir que la gente cada vez se casa menos. Su trabajo no ha mermado e incluso se ha convertido en la oficial para parejas de edad más avanzada, que ya tienen hijos grandes pero que deciden formalizar su vínculo. “El matrimonio abre muchas puertas y protege a la otra persona, por eso es tan importante”, dice, y lo diferencia de los concubinatos o las uniones convivenciales, que no otorgan derechos hereditarios.
Esa diferencia la llevó a atravesar otro de los claroscuros de su profesión. Es que, además de oficiar bodas en las propias instalaciones del Registro o en salones de fiestas, Dora también tuvo que asistir a clínicas, hospitales y casas donde yacían personas agonizantes, que decidían casarse para que sus parejas de hace años pudieran convertirse en sus herederas. “Es muy triste y la situación te afecta, pero me siento feliz de poder ayudar a proteger al que va a quedar viudo”, afirma.
Su trabajo, sin embargo, también le otorga momentos de alegría. Ni bien se sancionó la ley de matrimonio igualitario, Dora casó a dos mujeres que querían adoptar a un niño y figurar ambas como mamás. “La ley no permite adoptar al hijo de una persona si ambos tienen el mismo sexo, por lo que el matrimonio les permitió hacerlo”, indica, y recuerda la alegría de la pareja al verse amparada por las leyes por primera vez.
Los cambios en las normativas parecen haber acompañado el cambio en la concepción de la familia que tienen los neuquinos. “En los años 80, era muy mal visto casar a una pareja y que a la mujer se le notara la pancita”, dice y agrega: “Hoy en día, muchos de los que se casan ya tienen hijos y ellos participan acercando los anillos y acompañando a sus papás”.
Aunque Dora cada vez se ocupa más de casar a parejas ya establecidas, que tienen una familia formada, también nota una mayor participación de los jóvenes. “Cada vez son más los que se casan entre los 18 y los 25 años; a veces los padres nos piden que los convenzamos de no hacerlo, pero si ellos son mayores de edad y tomaron esa decisión, no podemos impedirlo”, dice y agrega que, en algunos casos, los padres se acercan a hacerles reclamos porque estos lazos civiles no funcionaron del todo bien.
Aunque ya son más de seis mil los novios que firmaron las actas de Dora Tapia, ella afirma que se acuerda de algunos rostros. Otras veces, en cambio, la sorprenden en el banco o en el supermercado y le aclaran que fue ella la que cumplió un pequeño papel en la construcción de una familia de Neuquén.
LEÉ MÁS
Te puede interesar...
Lo más leído
Dejá tu comentario