El clima en Neuquén

icon
14° Temp
58% Hum
La Mañana Televisión

Damián De Santo: "Quería que la gente me conociera como soy"

Sin careta. Cerca de los 50 años, dice que es feliz con cómo pasó el tiempo y confiesa que aceptó ser conductor de Morfi para mostrarse lejos del personaje.

Por Paula Bistagnino / Especial

Desde lo primerísimo que hizo en la tevé hasta hoy, pasaron 30 años y decenas de proyectos, papeles, protagónicos en tiras y telenovelas, teatro con grandes como Alfredo Halcón. Y ahora, ya llegando a los 50 años, se anima a la conducción de Morfi, el ya clásico programa de los mediodías de Telefe que produce y hasta principios de mes condujo con gran éxito Gerardo Rozín junto a Zaira Nara. Y, lejos de temerle, lo tomó con alegría y eso generó, parece, el mismo efecto en el público: el día de su debut fue muy bien recibido en las redes sociales, festejado y halagado por cómo lo había hecho. Tres semanas después, parece que el programa hubiera sido hecho para él: “Estoy feliz. Sentí que era el momento de que la gente me conociera como soy en la vida real: soy ese besuquero, abrazador, chistoso, bailarín y también sensible que ven ahí. Es muy hermoso tener este contacto con el público”, dice el flamante conductor, que para poder hacer el programa viaja cada domingo a la noche en micro a Buenos Aires desde Villa Giardino, Córdoba, donde hace 15 años construyó unas cabañas en la sierra y se instaló con su familia –tiene dos hijos ya adolescentes-, y regresa todos los viernes en avión apenas termina el programa para pasar el fin de semana. “Y agarrar la pala –dice–, porque la vida allá es ocuparse de las cabañas, de atender a los turistas, de eso… Otra vida que es la vida que elegí y que amo”.

¿Te sorprendió que te llamaran para conducir?

No me sorprendió del todo porque ya antes Gerardo Rozín me había propuesto conducir algo. Y entonces no fue totalmente inesperado. Rozín es un tipo muy detallista, es productor, tiene muchos años en esta profesión y es un conductor maravilloso, lo digo como televidente e invitado. Entonces eso me generó una confianza de que podía. Y pensé: “Bueno, voy a darle bola”. Eso pasó hace unos años y después ya me había dicho el año pasado: “Andá pensando, charlalo en casa y preparate: el año que viene te quiero acá. Te quiero producir”.

Te iba muy bien como actor y agarraste un programa al que ya le iba bien… ¿Qué te llevó a arriesgarte?

Creo que tiene que ver con la maduración. Me estoy acercando a los 50: me faltan tres meses para cumplirlos. Me di muchos gustos en la actuación y si bien siento que siempre hay muchas cosas por hacer, hice mucho, hice de todo y disfruté cada paso. Y capaz era el momento, así lo sentí, y tuve ganas de que la gente me conociera como soy en la vida real: soy ese besuquero, abrazador, bailador. Que hago chistes y me río, pero que también hago una nota desde el corazón y me sensibilizo con el sufrimiento de los otros. Que puedo tocar todas esas cuerdas.

¿Ese que vemos entonces es una copia fiel del Damián de Santo de las cabañas en Córdoba?

Totalmente, es como la gente me conoce en la calle, en las cabañas en mi casa, en la cola del banco, en el supermercado. Y me dio un poco de cagazo, no eso que iba a mostrar de mí, sino más la cuestión de estar al frente de un programa en vivo respondiendo a todo lo que eso implica.

¿Te la hicieron fácil tus compañeros?

La verdad es que todos me la hacen muy fácil y funcionamos muy bien desde el primer momento. Esa es la verdad y debe ser lo que se ve. El único tema que tuve que manejar fue el sacarme de encima ese entrenamiento en esquivar la cámara que tiene uno como actor para agarrar la costumbre opuesta: mirar a la cámara todo el tiempo, hablarle a la cámara, porque la cámara es la gente. Me siento como pez en el agua en la tele y eso me permite hacer esto hoy.

¿Podemos decir que ese carisma que te hace conductor sin proponértelo es el mismo que te llevó a ser galán?

Yo no creo que no sabían muy bien dónde ponerme y me terminaron poniendo de galán… Me parece que sí, que hay algo de ser simpático, que es sobre todo de ser alguien real. Todos tenemos una parte seductora, más o menos seductora, que genera química con el público y está buenísimo que pase eso como que pase que yo, con mi panza y con mi piel, y con todo lo que soy pueda ser el conductor de un programa.

Además de hacer chistes, tenés que enfrentar temas de la realidad. ¿Qué es lo que más te atraviesa?

Sí, claro, todos los días. A mí lo que me está pasando, que siempre hubo pero que me cuesta mucho tolerar, son los niveles de violencia en todo sentido. Y ahora hablo sobre todo de la violencia que te generan algunos políticos en propuestas que nunca cumplen, en la mentira cotidiana, en la irascibilidad de la gente. Eso me pone mal, y eso está todos los días a veces en las cosas más pavas y a veces en cosas muy tremendas. Atraviesa todo. Pero a mí me interesan y me llegan las historias, y en eso busco que el programa no se pierda, de la gente que la está pasando realmente mal.

¿Te permitió mantener los pies en la tierra el retirarte de alguna manera del medio haciendo una vida más en contacto con la realidad y la naturaleza en Córdoba?

Nunca se despegaron mis pies de la tierra: vengo de una familia de trabajadores, en la que hubo épocas difíciles en las que había que comer lo que había. Yo los vi a mis viejos laburar siempre mucho y con un alto grado de decencia que muchas veces falta en muchos lugares. La decencia no es un curso, es una forma de ser y de vivir. Y eso se lleva a todos lados. Y Córdoba lo que me dio fue felicidad y tranquilidad. No es el paraíso. Mi abuelo me decía siempre que donde crece el pasto crece el yuyo, así que mentirosos, estafadores y miserables hay en todos lados. Pero es cierto que es una vida más tranquila y que a esos tipos los conocés más rápido. Más allá de eso, me gusta el verde y siempre supe que no nací para vivir en una ciudad.

Ahora que tus hijos están grandes, ¿estás orgulloso de esas personas que educaste y criaste?

Sí, muy orgulloso y me da muchas satisfacciones verlos. No me preocupa que sean grandes profesionales. Lo que quiero y deseo para ellos es que hagan lo que les gusta, que le pongan amor a todo lo que hagan y que sepan resolver de la mejor manera posible la vida, que es lo más difícil.

De cara a los 50, ¿qué te pasa con el paso del tiempo?

Y bueno, yo era acróbata… Ya no lo soy. No me da el físico como quiere mi cabeza, pero como fui bastante deportista, conservo cierta destreza que me ayuda. Pero bueno, a pesar de eso, lo que me pasa es disfrutar cada vez porque los años lo que me dieron fue la capacidad de entender que la vida es una, que es corta, que hoy es hoy y que no se va a volver a repetir y que si hoy no lo comparto con la gente que quiero y haciendo lo que más me gusta, tratando de hacer lo que más me gusta dentro de lo que se puede, no aprendí nada.

Te puede interesar...

Lo más leído

Leé más

Noticias relacionadas

Dejá tu comentario