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La Mañana Columna de Opinión

El milagro de Ceferino

Ceferino siempre estuvo orgulloso de sus orígenes y tenía el sueño de regresar a su tierra.

La vida de Ceferino Namuncurá fue tan corta como apasionante. Cuando nació en Chimpay, el 26 de agosto de 1886, nadie de su familia o de su entorno se imaginó que aquel bebé se convertiría con el correr de los años en un santo al que seguirían miles de devotos de distintos puntos del país.

Hijo de un guerrero mapuche y de una cautiva chilena, tuvo su primer acercamiento con la religión a través del misionero salesiano Domingo Milanesio, quién no solo lo bautizó cuando tenía un año, sino que con el tiempo fue su guía espiritual. A este sacerdote, el propio Ceferino le pidió que lo llevara a estudiar a Buenos Aires para poder regresar a su pueblo. Y así fue.

Ceferino comenzó a estudiar en la Escuela de la Armada, pero finalmente terminó en el Colegio Salesiano de Buenos Aires. Cursó cuatro años en este prestigioso establecimiento, aunque su salud comenzó a deteriorarse por un cuadro de tuberculosis. Por este motivo, sus estudios siguieron en Viedma, por decisión de monseñor Juan Cagliero, quien también se había convertido en su mentor religioso.

En abril de 1904, Cagliero fue nombrado Arzobispo y llamado a Roma por el Papa Pío X. Con él también viajó Ceferino creyendo que este nuevo destino podía beneficiarlo. Tras un año de estudios en Italia y con su salud cada vez débil, el joven mapuche murió el 11 de mayo de 1905 a los 18 años.

¿Cómo llegó a ser Santo? Muchos años después de su muerte, una junta médica del Vaticano concluyó que la curación de una joven de 24 años que padecía cáncer de útero y cuyos familiares habían encomendado su sanación al joven mapuche, había sido un milagro. Ese antecedente, de 2007, fue el que se tuvo en cuenta para su beatificación.

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