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La Mañana Columna de Opinión

El telégrafo que salvó vidas

Debido a la creciente del Neuquén, hubo que cambiar la ubicación del puente de su lugar original.

Podría ser una efeméride más recordar que el 2 de agosto de 1882 se inauguró un puesto telegráfico en Paso de los Indios, pero aquel gran adelanto tecnológico para la época (hoy parece algo prehistórico) permitió salvar muchas vidas y evitar pérdidas millonarias en una obra que cambiaría el destino de Neuquén: el puente ferroviario.

A sabiendas de que los peligros que encerraba el río durante las grandes crecidas, las autoridades decidieron instalar este puesto de telégrafo con otro instrumento no menos importante, como un mareógrafo para medir la variación del agua por el derretimiento de las nieves cordilleranas o las fuertes lluvias.

Estos dos mecanismos, uno de comunicación y el otro de medición, permitirían ganar tiempo durante les crecidas y avisar a quienes ya se encontraban trabajando aguas abajo, muy cerca de la confluencia con el Limay.

Y esto fue precisamente lo que ocurrió. El 13 de julio de 1900 se registró una creciente extraordinaria que quedaría en la historia del territorio.

El Neuquén aumentó su caudal en cuestión de horas hasta convertirse en una gran amenaza en su recorrido hacia el sudeste.

Una serie de telegramas enviados desde Paso de los Indios permitieron a los ingenieros tomar todos los recaudos necesarios para evitar muertes y pérdidas.

Los obreros que estaban trabajando levantaron materiales y herramientas, desarmaron los obradores y lograron ponerse a salvo, aunque también hubo que implementar operativos de emergencia en botes para rescatar a quienes habían quedado aislados en los puntos más altos del terreno.

Fue una situación de angustia y pánico que no terminó en tragedia gracias a ese humilde puesto telegráfico.

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