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El triste final de Topsy, la elefanta de circo que fue electrocutada en la guerra de las corrientes

Se la sacrificó con una descarga de 6600 voltios luego de que matara a tres de sus cuidadores. Fue víctima de una pelea entre Tesla y Edison que se enfrentaban por la corriente alterna y la continua.

POR SOFÍA SANDOVAL - [email protected]

“¡Aquí viene!”, gritó un niño entre la multitud. Su humilde estatura apenas le permitía alzar la vista por sobre el conjunto de 1500 espectadores que se habían reunido en torno a un escenario de madera improvisado sobre la laguna de Coney Island. Con su exclamación, anunció la llegada de Topsy, una elefanta asiática de 28 años, al punto exacto de su ejecución, la plataforma en la que recibiría una corriente de 6600 voltios que cerraría sus ojos para siempre.

No hay documentos que comprueben su edad, pero se calcula que Topsy nació en Asia en 1875. Se estima que pasó ocho años de su vida en su libertad, hasta que fue capturada y trasladada a los Estados Unidos para trabajar en los circos de atracciones, donde debía efectuar peligrosas piruetas en la altura para divertir al público. Quienes iban a verla eran engañados por los organizadores, que la presentaban como una elefanta bebé a pesar de su edad avanzada.

Su hogar era el Forepaugh-Sells Circus. Y en ese espacio ocurrieron los primeros hechos que la condenaron a una fama injusta y, en consecuencia, a una muerte que sería recordada por el mundo. Con el circo, el animal recorría distintas localidades de Estados Unidos, donde sufría los constantes maltratos de sus cuidadores.

Si es cierto que los elefantes tienen memoria, Topsy reunió un cúmulo de cicatrices por tantas vejaciones. O si no, quizás simplemente reaccionó. En Texas, pisoteó a uno de sus cuidadores hasta matarlo y, en otra ocasión, asesinó al segundo tras sentarse sobre él.

Los dueños del circo ya la consideraban como un ser difícil de tratar y, con esos antecedentes, eran pocos los que aceptaban alimentarla y exigirle trucos para los shows. En Kingston, Nueva York, atacó a otro hombre, y el empresario circense decidió deshacerse del animal: la vendió al hombre a cargo de Coney Island, el icónico parque neoyorquino.

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En 1902, Topsy llegó a su nuevo hogar, sin saber que sería el último. Allí quedó bajo el cuidado de dos empleados del parque, J.F. Blount y Whitey Alt, que se esforzaron por divertirse a costa suya. Tras usarla para remolcar materiales de construcción, lo que llevó a Topsy a ganar notoriedad por llegar a mover un edificio entero, Alt, en una de sus borracheras, decidió sacarla a dar un paseo. Tanto el cuidador como la elefanta fueron arrestados por la Policía por deambular en la vía pública en estado de ebriedad. Alt fue despedido pero el animal, tras haber estado preso, se convirtió en una celebridad.

Lejos del estoicismo, Topsy no toleraba los maltratos a los que la sometían. A Blount le pareció divertido alimentarla con cigarrillos encendidos. Y, otra vez, reaccionó. Rodeó al cuidador con su trompa y lo alzó por encima de sus 2 metros de altura para dejarlo caer en el suelo. El hombre murió en el acto y el hecho condenó a la elefanta con la fama de indomable.

El dueño de Coney Island quiso deshacerse de ella. Pero nadie la aceptaba, ni siquiera gratis, por temor a las reacciones que podría tener. Mantenerla sin trabajar era demasiado costoso. Topsy comía tanto que debían invertir 20 dólares en heno cada semana, y el salario de cada uno de sus cuidadores ascendía a los 25 dólares. “Por eso, se decidió sacarla del medio”, afirma el New York Sun, en su publicación del 5 de enero de 1903.

Primero, pensaron en ahorcarla. Pero la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (SPCA) no lo permitió. Por esos años, en Estados Unidos se libraba la “guerra de las corrientes”, con Thomas Alva Edison y la General Electric, por un lado, con Nikola Tesla y la Westinghouse Electric, por el otro. Edison comenzó una campaña de desprestigio de la corriente alterna, con carteles que inundaban la ciudad de Nueva York.

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Por eso, ofreció al personal de su compañía para electrocutar al animal, en una experiencia similar a la silla eléctrica, pero con los voltios necesarios para freír un cuerpo de cinco toneladas.

El New York Sun detalló los planes: “Se llevaría a Topsy a una plataforma construida a mitad del lago, donde le darían una gran dosis de cianuro de potasio, se le aplicaría una corriente eléctrica y, al mismo tiempo, se la estrangularía con una cuerda atada a un burro de vapor”. Según informa el mismo periódico, desde la SPCA afirmaron que no alertaban ningún trato inhumano en esa ejecución, por lo que aprobaron esa eutanasia.

El escenario ya estaba montado para su muerte. Los dueños del circo pensaron en cobrar una entrada de 25 centavos a cualquiera que quisiera ver el momento exacto en que el corazón de la elefanta dejaba de latir. Pero la SPCA lo prohibió. Sin embargo, un gran número de invitados se hicieron presentes en torno al lago de Coney Island y hasta un comerciante de un local cercano logró vender algunos tickets por ese precio, incluso a sabiendas de los organizadores.

Como si sospechara algo de lo que iba a ocurrir, Topsy se negaba a acceder a la plataforma. Sus cuidadores la tentaban con zanahorias, pero la elefanta se movía sólo los centímetros necesarios para que su trompa alcanzar el alimento. Con sabiduría, se acercaba apenas para alcanzar la verdura y volvía a retroceder. Después de más de una hora y 27 zanahorias, ella seguía en el mismo lugar.

Así, hubo que mover al público, que ya sumaba 1500 personas, del sector en donde estaba el animal. Ante su negativa a cruzar el puente hacia la plataforma, los verdugos tuvieron que trasladar el escenario para su ejecución. Se le había colocado un arnés sobre la cabeza y electrodos en las patas, que los empleados de Edison debían controlar.

En silencio, Topsy sólo atinó a dar unos golpes en el suelo con una de sus patas delanteras. Luego, como si de rindiera ante un destino inexorable, perdió cualquier dejo de travesura y se quedó más quieta que nunca. Ya atada, fue alimentada con más zanahorias que contenían, esta vez, 450 gramos de cianuro de potasio.

Sin otros preámbulos, un flash salió de los electrodos sujetos a sus patas. La intensidad se tradujo en llamas que la chamuscaron la piel grisácea y que inundaron la orilla del lago de olor a carne quemada. Su muerte no sonaba a nada. En el mayor de los silencios, los 6660 voltios le atravesaron el cuerpo por completo. Fueron apenas diez segundos y sus cinco toneladas se inclinaron hacia un lado. Los ojos ya estaban cerrados. Las patas, tiesas. El corazón, detenido. Topsy estaba muerta.

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La muerte de Topsy fue documentada por numerosos medios de comunicación.

La muerte de Topsy fue documentada por numerosos medios de comunicación.

La elefanta murió sin lamentos. Apenas el sonido de su cuerpo colosal cayendo sobre la tierra del parque. Desde la SPCA aseguraron que no sufrió y que no habían visto, en otras ejecuciones, una manera más humana de causar la muerte como la que planearon desde Coney Island.

Sin embargo, los verdugos no quisieron arriesgarse. Le ataron un lazo al cuello y, con un burro de vapor, la alzaron en toda su dimensión durante diez minutos. Eso permitió ver que la elefanta medía más de tres metros entre el final de la trompa y la parte trasera.

Un grupo de veterinarios se aprestaron a medirla y diseccionarla. Algunos particulares quisieron comprar sus huesos para exhibirlos como trofeos, mientras que el estómago y el corazón fueron enviados, para su análisis, a la Universidad de Princeton.

Entre los 1500 pares de ojos que observaron los diez segundos de su muerte se encontraban, también, periodistas y camarógrafos. Las crónicas del suceso se leyeron en los diarios del 5 de enero de 1903 y se archivaron para juntar polvo en las hemerotecas, condenando a Topsy a décadas de olvido.

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La mayoría de los circos eliminó la utilización de elefantes, como Topsy, en sus shows.

La mayoría de los circos eliminó la utilización de elefantes, como Topsy, en sus shows.

En los últimos años, sin embargo, la breve filmación del acontecimiento se recuperó en formatos digitales y, así, su nombre volvió a ser tenido en cuenta. 120 años más tarde, cuando los circos ya no usan animales para sus shows, se pugna por el cierre de los zoológicos y se prioriza la conservación de las especies en su hábitat natural, la muerte de Topsy ya no es vista como un espectáculo curioso sino como un testimonio triste que desnuda la crueldad de los humanos.

Electrocuting an Elephant (1903) - WARNING: Viewer Discretion - Disturbing Footage - Thomas Edison

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