Escándalo en los Oscar: cuando duele, ya no causa gracia
La bofetada de Will Smith puso las bromas hirientes en agenda. El bullying que tanto atacamos en la escuela también circula en los discursos más hegemónicos y merece un combate también en ese terreno.
Una bofetada en la cara sirvió para prestar atención al asunto por primera vez. Hizo falta un golpe en una transmisión internacional para que todos lo vieran: hay un tipo de humor que ya no nos causa gracia. Porque si a alguien le duele, ese chiste no nos puede hacer reír.
Aunque la bofetada de Will Smith a Chris Rock puso esas bromas en agenda, no es la primera vez que los presentadores de los Oscar hacen críticas sutiles a las celebridades que están sentadas en las primeras filas, en un intento por descontracturar las pompas de una ceremonia solemne antes de entregar las estatuillas.
Hoy las vemos por primera vez, pero es una rutina de años. En las presentaciones de los Oscar no se salva nadie. Y allí están ellos, celebridades inalcanzables que pasaron el día entero arreglándose con el fin de estar perfectos para esa noche especial, y que toleran con elegancia las bromas que los ponen en jaque. Y sí, son ricos, famosos, casi irreales. Pero sufren igual.
Una bofetada es una reacción extrema, injustificable. Pero cuántos habrán tenido el deseo de reaccionar así cuando los lastiman con frases hirientes. Dar un solo golpe que los ponga en su lugar y que los haga entender, de una vez por todas, que no se puede hacer una crítica cruel y disfrazarla de chiste, como si eso justificara cualquier ofensa.
Las personas mayores acusan a los jóvenes de haber formado una generación de cristal, como si la sensibilidad fuera un pecado, o como si ser amables nos hiciera más débiles. Sí, somos más frágiles y nos hacemos cargo. Sí, exponemos nuestra vulnerabilidad ante el mundo. Y sí, por primera vez le pusimos su nombre a esas acciones que antes estaban naturalizadas y que son lo que son: violencia.
Las nuevas generaciones vienen a cuestionarlo todo, y a torcer el mundo a favor de los amables. Y eso los lleva a entender que hay chistes que ya no causan gracia, que no se puede opinar sobre los cuerpos ajenos y que las críticas estériles no llevan a ningún lugar y ya no van a ser toleradas.
Nada justifica un golpe. Es cierto que se puede detener la violencia simbólica de otra manera. Pero la reacción de Will Smith es como la bofetada que despierta a los desmayados. ¡Ya dejen de dormir, nos están haciendo daño!
Todas las campañas contra el bullying se centran en la escuela. Como si los chistes hirientes y las cargadas se apagaran en la fiesta de egresados, como si no hubiera adultos que siguen lastimando con una intención equivocada de hacer reír. Si a alguien le duele, deja de ser gracioso. Y no, no es una campaña escolar, es un mensaje para el mundo.
Quizás la bofetada de Will Smith sirva para algo. Primero, para poner esas bromas bajo la lupa. Y segundo, para empezar a hacernos cargo. ¿Nunca hicimos un chiste que le apretó el corazón a alguien? ¿Nunca quisimos ser graciosos a costa del sufrimiento ajeno? ¿Nunca ofrecimos una opinión sobre el cuerpo de alguien que jamás nos pidieron?
Por favor, despierten con este golpe, porque no nos estamos riendo.
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