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La Mañana Entrevista

Gherardi: "El cuidado es desigual ante nuestros ojos"

La abogada Natalia Gherardi dirige el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género. Trajo a Neuquén varias propuestas para democratizar el trabajo doméstico no remunerado. Tareas del hogar, feminismo y cuarentena.

Lo esencial es invisible a los ojos. Las tareas domésticas y de cuidado, tan básicas y cotidianas, tampoco se ven, aunque demandan un enorme esfuerzo que recae sobre millones de mujeres todos los días. Para Natalia Gherardi, directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), la pandemia puso esa desigualdad frente a nuestros ojos y habilitó un debate público sobre la redistribución de la carga en el hogar.

Gherardi participó el miércoles de un conversatorio sobre trabajo doméstico no remunerado, que organizó la Subsecretaría de las Mujeres de la provincia. Allí, se informó que las neuquinas les dedican el doble de tiempo que los varones a las tareas del hogar, lo que implica una jornada laboral extra que nadie reconoce.

En diálogo con LM Neuquén, la directora de ELA remarcó que hay que avanzar en la democratización del cuidado o la crisis pospandemia golpeará con más fuerza a la población femenina..

“La pandemia puso la desigualdad en el cuidado frente a nuestros ojos y hoy es muy difícil para alguien decir que no se da cuenta. Eso nos da la oportunidad de diseñar una salida que la tenga en cuenta”, sostuvo la profesional durante la entrevista con este diario.

—¿Qué son las tareas de cuidado?

Son actividades cotidianas, rutinarias y en gran medida invisibles que suceden todos los días al interior de las familias, para atender necesidades físicas, biológicas y emocionales de las personas. Incluyen no solo la atención directa de asegurar la salud, alimentación, vestimenta e higiene, sino también la gestión indirecta, por ejemplo, de hacer las compras para cocinar. Todo eso que damos por sentado es un montón de trabajo que se resuelve dentro de las familias y no se distribuye equitativamente, sino que se recarga principalmente a las mujeres. Y sabemos que es así porque lo muestran todas las encuestas nacionales sobre uso del tiempo.

—¿Cómo afectó la pandemia del COVID-19 la organización de esas tareas?

En cuarentena, se suspendieron todos los servicios e instituciones a las que las familias recurrían para organizar el cuidado, con el cierre de escuelas y centros infantiles y la imposibilidad de contar con trabajadores en el hogar. Además, colocó toda nuestra vida en un solo lugar: la laboral, doméstica y escolar. Y la desigualdad se hizo muy visible, porque convivimos todas las personas de la familia con una mayor carga de la situación sanitaria en cuanto a limpieza.

—¿Cómo afectó eso a la desigualdad?

El tema se puso en la agenda de una manera fuerte e impensada. La pandemia puso la desigualdad en el cuidado frente a nuestros ojos y hoy es muy difícil para alguien decir que no se da cuenta. Eso nos da la oportunidad de diseñar una salida que la tenga en cuenta. Porque el empleo se va a resentir mucho en el país y ese es un motivo para reforzar los espacios de cuidado. Sin ellos, muchas mujeres tendrán dificultades de insertarse o continuar su desempeño laboral.

El empleo se va a resentir mucho en el país y ese es un motivo para reforzar los espacios de cuidado El empleo se va a resentir mucho en el país y ese es un motivo para reforzar los espacios de cuidado

—¿Cómo se refuerzan los espacios de cuidado?

¿Quién paga por ese trabajo que se realiza? Hay varios puntos. El primero es reconocer que cuidar es un trabajo. Eso que damos por sentado alguien lo hace, y esa persona en general es una mujer. Lo segundo es redistribuirlo, porque mucho de ese trabajo no tiene por qué ser hecho por una persona de la familia o en forma desproporcionada por una persona más que otras. No hay ninguna razón para la desigualdad de género en la distribución del cuidado. Lo tercero es reducir el tiempo que demanda con mejores servicios e infraestructura. Están los centros de cuidado infantil, escuelas, transportes y servicios que contratás. Todo eso, si estuviera mejor organizado, más accesible y mejor distribuido, permitiría reducir el tiempo que cada mujer individual dedica a ese trabajo. Y si son servicios disponibles como política pública estatal, pueden ser gratuitos. En la actualidad, como hay muy pocas guarderías o escuelas de doble jornada públicas, las personas más ricas pueden pagarlo y las demás no, lo que refuerza la injusta organización social del cuidado en términos no solo de género sino también socioeconómicos.

—¿Cree usted que son posibles esos cambios hoy, a corto plazo?

Totalmente. Y hay que empezar hoy, porque las consecuencias de no hacerlo son muy gravosas, sobre todo para las mujeres pobres. Si nos preocupa como sociedad la vulnerabilidad de las mujeres frente a las violencias, sobre todo en relaciones de pareja, es importante reforzar políticas que les permitan desarrollar su autonomía económica. Para eso, necesitamos que la mayoría de las tareas de cuidado que hoy asumen casi exclusivamente se redistribuyan con otras personas de la familia y a través de ciertos servicios públicos.

La brecha laboral tiene su vocabulario

Hay términos que describen la brecha laboral.

Uno de ellos es el “techo de cristal”. Alude a la barrera invisible por la que no se toma en cuenta a las mujeres para los puestos más altos dentro de una empresa o institución, ya sea por poner en duda su capacidad o por cuestionar su dedicación al empleo al tener que ocuparse de la gestación y tareas de cuidado.

También está el “piso pegajoso”. Describe los casos de mujeres que no llegan a insertarse en el mercado laboral formal porque sus obligaciones de cuidado les impiden completar los estudios o capacitarse. También se habla de “escalera rota” cuando las tareas domésticas frenan el desarrollo de una profesión.

Los sectores más afectados

El grave impacto de la pandemia de COVID-19 sobre las mujeres está relacionado con su sobrerrepresentación en algunos de los sectores económicos más afectados por la crisis, tales como la hostelería, la restauración, el comercio y la industria manufacturera, señaló un informe de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) en un informe.

En el documento, la organización dice que, a nivel mundial, casi 510 millones (40%) de todas las mujeres empleadas trabajan en los cuatro sectores más afectados, frente al 36,6% de hombres.

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