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La Mañana

Halló a su gemela después de 50 años

Ambas se enteraron que eran adoptadas hace poco tiempo y se pudieron encontrar por una singular casualidad.

Se llama María Dolores y fue asentada en Villa Dolores en 1960 y desde 1984 vive en la ciudad de Neuquén. Ahora tiene a su hermana gemela y pudo recuperar en parte su identidad.
 
Neuquén > María Dolores recuperó el año pasado parte de los lazos familiares al hallar inesperadamente a través de un medio de comunicación a su hermana gemela 50 años después, aunque aún le resta recuperar lo más preciado: ni más ni menos que su propia identidad.
Paradójicamente, ella como profesora de Historia enseñaba hasta el año pasado en las aulas neuquinas a sus alumnos de instrucción cívica el derecho a la identidad.
María Dolores Sosa Fernández quedó asentada en Villa Dolores, en agosto de 1960 y Mirta en Capital Federal en septiembre del mismo año. Una profesora, la otra empleada del Poder Judicial, ambas casadas y con dos hijos. Dicen que hasta tienen en común el mismo carácter y los mismos valores. Dolores reside en Neuquén desde 1984 y Mirta Santos en Francisco Álvarez, provincia de Buenos Aires. Una se enteró que era adoptada hace tres años y la otra hace cinco tras la muerte de sus respectivos padres.
La reconstrucción de su propia historia comenzó en mayo del año pasado cuando la amiga de su hija le dijo que la había visto en declaraciones ante las cámaras de un canal de Buenos Aires. Por ese entonces había acompañado a un amigo que aguardaba el dictamen de un juzgado en esta ciudad y pensó que había sido registrada por los medios de la zona. Ante la insistencia de la joven, esperó que repitieran la nota y a la 1.50 del 5 de mayo del año pasado pudo verse por televisión, aún cuando no era ella. “Fue impactante, ahí confirmé mi sospecha que tuve durante toda mi vida, que no era hija legítima sino adoptada. Dicen que todos los adoptados siempre tenemos esa intuición”, asiente Lola, como le dicen sus allegados.
Eran sus gestos, su timbre de voz y un parecido asombrosamente idéntico. A través de un amigo cura de Neuquén fueron atando cabos porque en la imagen su hermana tenía como escenario una escuela y una iglesia a la que identificaron con la localidad de Francisco Álvarez, del partido de Moreno.
Más tarde se enteró que ese lugar es el paso obligado de los peregrinos que van desde Neuquén a Luján. Tomaron contacto con el cura del pueblo y dos días después estaba su marido hablando con él. Le pidió tiempo y él le respondió: “Mi mujer está esperando hace 50 años, cómo no va esperar una semana. Era entendible, alguien a más de mil kilómetros le pedía información a altas horas de la noche”. En una semana ya estaba hablando con su hermana.
“El 28 de mayo el teléfono me devolvía mi voz del otro lado de la línea. Esa noche hablamos a través de la cámara de la compu y nos veíamos el rostro, las manos, asombradísimas del parecido, chateamos hasta las 6 de la mañana los primeros días, y hasta el día de hoy no dejamos de hablarnos casi todos los días”, relata.
Con alegría y desenvoltura, Lola contó que a los 15 días organizaron el viaje del encuentro, sus familias se ensamblaron perfectamente, sus maridos cumplen años el 31 de diciembre y el 1º de enero. Las vacaciones, los cumpleaños y las fiestas de fin de año la pasaron todos juntos en Córdoba.
Al regreso, sus alumnos estaban tan ilusionados como su propia familia. “Fue un reencuentro impactante, natural nos comparábamos nuestras pequeñas manos. Dormimos en la misma cama con mi hermana y cuando ella lo contaba en su trabajo sus compañeros le decían: cómo podés dormir con una extraña, y ella les respondía: pero si es mi hermana, sólo que no nos vimos en 50 años”, recuerda.
Ambas recorrieron la zona de las serranías cordobesas para ver si podían reconstruir la historia pero no consiguieron más que lo que ya sabían al cruzar información entre ellas. Sólo la mujer que amamantó a su hermana que no desconoce la historia. Otra paradoja del destino es que la presunta partera está radicada en Neuquén pero dado sus más de 90 años prácticamente no recuerda nada.
 
Tras las huellas de la madre
Se muestra feliz, completa, muy segura de sí misma y cuenta su historia como si fuese la primera vez a pesar de que ha hecho decenas de notas para tratar de llegar a través de los medios para que alguien la escuche y pueda aportar un dato para armar el rompecabezas de sus vidas y de la de sus progenitores.
“Estamos en búsqueda de la mamá porque queremos encontrarla, saber qué es lo que pasó. No nos mueve ningún rencor ni interés”, dice Lola mientras describe a su madre -tal como le confió uno de sus tíos de la familia adoptiva- como una muchachita de unos 14 ó 15 años humilde en un contexto socio-económico de extrema pobreza.
Entiende y se imagina distintas situaciones, piensa que quizás no está bien, no tuvo acceso a ningún medio, a lo mejor las vio y tiene temor ante los cuestionamientos de su familia o no le interesa o bien está la posibilidad que haya fallecido.
A pesar de la búsqueda que las inquieta siente que no pudieron haber caído en mejores familias desde el amor que les prodigaron. “Igual nos negaron la verdad, podemos entender que fue producto de una época, del temor a que nos fuéramos y los abandonásemos. Tampoco era el cuco de la dictadura porque fue en los años ´60”, narra esta profesora. Y agrega: “Nos dieron un nombre, un apellido, una educación, valores, amor, pero nos negaron la identidad. Esto aunque nos duela, porque nuestros padres son ellos y no conocimos otros, se llama apropiación ilegal de personas. Y con esto no creemos que estemos denigrando ni machacando sobre la memoria de nuestros padres a los cuales podemos entender pero eso no quiere decir que estemos de acuerdo”, aclara debido a la falsedad de las partidas de nacimiento.
De aquí en más continuarán juntando datos para enviarlos a un organismo de Derechos Humanos del Poder Judicial de Córdoba y así armar la historia. “Nos parece que hay miedo de hablar. Incluso dentro de nuestras respectivas familias nos cerraron las puertas y nos dijeron para qué buscar más, cuando está nada más y nada menos que nuestra identidad”, sostiene Lola mientras recuerda sus últimos diálogos con su madre adoptiva quien le decía: “Yo no te tuve pero sos mía, y le respondía: Sí mamita soy tuya pero necesito saber”.

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