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La historia oculta detrás del beso más famoso del mundo

Aunque muchos la consideran un ícono de la alegría y la paz, hay quienes denuncian que detrás de la imagen se esconde un asalto sexual repudiable.

Todos la vieron alguna vez. Él, con su uniforme negro y su gorra clara de marinero. Ella, con su pollera acampanada y sus medias cancan, con el blanco impoluto de su traje de enfermera. Él usa los dos brazos: con uno aferra la brevísima cintura de ella y con el otro, en una pose casi imposible, le sostiene la cabeza. Y las bocas se unen en un beso furioso y urgente, en un gesto de pasión y éxtasis que iba a ser recordado para siempre.

Aunque muchos conocen a esta foto simplemente como “El beso”, lo cierto es que la fotografía tiene nombre. Un nombre críptico de apenas cinco letras. El autor de la imagen, el fotógrafo de la revista LIFE, Alfred Eisenstadt, la tituló VJ-Day. Y así salió publicada durante años en revistas, exposiciones y galerías. No había otros datos, sólo cinco letras y la fuerza abrumadora de un beso.

VJ-Day hace alusión al día en que fue tomada la fotografía y refiere al día de la victoria sobre Japón. El 14 de agosto de 1945, luego de que los Estados Unidos lanzaran dos bombas atómicas sobre el territorio asiático, Japón anunció su rendición y así culminó la Segunda Guerra Mundial. Ese día, miles de personas salieron a Times Square, en pleno de centro de Manhattan, para celebrar la llegada de la tan ansiada paz.

Y fue entonces cuando se besaron George y Greta. A diferencia de lo muchos creen, la enfermera y el marinero no eran pareja. A decir verdad, ni siquiera se conocían. Muchos años después, cuando su beso ya era un ícono indiscutido de la cultura popular, los dos contaron su versión de los hechos.

“Y así, de repente, me agarró un marinero, y no fue tanto un beso, fue más un acto de júbilo por no tener que volver. Me enteré más tarde, estaba muy contento de no tener que volver al Pacífico donde había pasado la guerra. Y la razón por la que agarró a alguien vestida de enfermera porque se sentía muy agradecido con las enfermeras que cuidaban a los heridos”, dijo Greta Zimmer muchos años después.

Los buenos observadores notarán, en la foto, la mano de ella en movimiento. Ese gesto demuestra parte de su sorpresa. La euforia del marinero parece abarcarlo todo. Y ella sólo se deja besar en una pose delicada, quizás sumisa, quizás jubilosa.

Greta Zimmer tenía 21 años y era ayudante de odontóloga. No era una enfermera como se dejaba entrever en la imagen, sino una refugiada que había perdido a sus padres en el Holocausto y había llegado a los 15 años a Estados Unidos. El día de la victoria sobre Japón, salió a encontrarse con la multitud que celebraba en Times Square, la mítica esquina de los carteles publicitarios sobre la Séptima Avenida.

George Mendonsa, de 22, era un marinero que había servido en la Segunda Guerra y que salía ese día de ver un espectáculo en el Radio City Music Hall. Habían visto el show con una amiga que más tarde se convertiría en su esposa y con la que pasarían 70 años juntos. Cuando salió del teatro y observó la algarabía de la multitud, se unió a los festejos para celebrar el fin de su servicio en la guerra.

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Fue entonces cuando encontró a una mujer vestida de enfermera y la tomó con fuerza para estamparle un beso, sin saber que la unión de sus labios sería retratada y difundida durante décadas como un ícono de la paz. Ni que muchos años después, bajo otros paradigmas, muchos cuestionarían su gesto por considerarlo un asalto sexual. Aunque ese fue el beso más famoso, muchas enfermeras fueron besadas ese día en Times Square, y hay archivos fotográficos que lo demuestran.

George y Greta se encontraron por un instante fugaz en medio de una multitud avasallante, entre gritos y festejos. Después de ese beso apasionado, se separaron y no volvieron a verse hasta 1980, cuando los editores de la revista LIFE decidieron rastrear a los protagonistas de la foto y rendirles un homenaje.

Durante todos esos años, muchas enfermeras y muchos marineros afirmaron ser los protagonistas de la foto. Y hasta se usaron tecnologías de reconocimiento facial para comprobar que era George el marinero que besaba a la chica de Times Square.

Greta, en cambio, no reclamó su participación en la imagen hasta 1960, cuando se topó con un libro de fotografías de Alfred Eisenstadt y se vio a si misma: con su traje de enfermera, su pierna flexionada y aquel desconocido que la besaba con fervor.

En 1980, la revista LIFE los volvió a reunir para que desfilaran juntos en Nueva York. Era el 15 de agosto y se celebraba un nuevo aniversario del fin de la guerra. Aunque los editores invitaron a los dos a recrear el beso, Greta no accedió.

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Si bien el beso fue un gesto no consensuado y sin una gota de romanticismo, Greta y George nunca tuvieron resentimientos. En entrevistas posteriores, la mujer aclaró que se enviaban tarjetas para Navidad. Y que incluso ella conoció a la chica que acompañó al marinero al Radio City, la mujer que se convirtió en su esposa y que Greta definió como “encantadora”.

“Había ido con una amiga a un espectáculo en el Radio City Hall cuando todo se detuvo para anunciar que la guerra había terminado, salí, estaba muy contento, vi a una enfermera y la besé de pura alegría”, señaló George para explicar que su gesto no fue un acoso sino una expresión espontánea de felicidad.

Y la foto también fue un retrato espontáneo. Ese 15 de agosto, el fotógrafo de LIFE había salido a la calle con la consigna de retratar la alegría de los estadounidenses por el fin de la guerra. "Vi a un marinero que corría por la calle agarrando a todas las chicas que veía. Que fuera abuela, corpulenta, delgada, vieja, daba igual. Yo corría delante de él con mi Leica mirando hacia atrás por encima del hombro, pero ninguna de las fotos posibles me gustaba”, expresó.

“Entonces, de repente, en un instante, vi cómo agarraba algo blanco. Me di la vuelta y fotografié el momento en que el marinero besaba a la enfermera. Si ella hubiera llevado un vestido oscuro nunca habría hecho la foto. Si el marinero hubiera llevado un uniforme blanco, lo mismo”, relató.

Eisenstadt gatilló 4 veces su Leica. Pero descartó las otras tres fotos porque consideró que el equilibrio de la imagen era incorrecto. Una sola mostraba a los protagonistas del beso como la imagen central, con los icónicos carteles publicitarios detrás y un grupo de personas que observaban la imagen con gestos que mezclaban la curiosidad con la alegría. El contraste del blanco y el negro era el adecuado. Y la imagen llegó a la portada de la revista para convertirse, más tarde, en una de las fotos más famosas del mundo.

La imagen fue tan famosa que motivó la creación de una serie de esculturas que recrean a la pareja. El arte callejero también rescató la imagen para estamparla en los muros de distintas ciudades. Pero hoy, con otras perspectivas, son muchos los que critican el gesto por considerarlo una muestra de acoso sexual, un beso no consensuado que debería ser condenado y no vanagloriado con la reproducción de la fotografía.

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Si bien hay cierto matiz de imposición en la postura de la foto, Greta nunca guardó rencor hacia el marinero que la sorprendió con ese beso. Lo tomó simplemente como un gesto de alegría en el marco de una situación excepcional. La ayudante de odontóloga estudió arte y se transformó en restauradora de libros. Más tarde se casó y tuvo dos hijos. Falleció en 2016, a los 92 años, en el estado de Virginia.

George, por su parte, se casó con la amiga que lo acompañó al Radio City y tuvieron una hija. Se instalaron en Rhode Island y estuvieron juntos más de 70 años. En 2019, cuando tenía 96 años, se cayó en la residencia de ancianos en la que vivía y falleció a causa de una convulsión.

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El marinero fue el último en morir de los tres partícipes de la foto. Eisenstadt, que produjo más de 90 portadas de la revista LIFE, había fallecido mucho antes, en 1995. Y sabía que, cuando estuviera en el cielo, millones de ojos observarían las imágenes de su Leica.

A 75 años de esa celebración, el beso de George y Greta sigue siendo recordado. Cada vez más lejos de esa sensación de algarabía por el fin de la contienda bélica, los nuevos discursos generan otros cuestionamientos sobre el gesto que tuvo el marinero. Sea por acoso o por euforia, fue la pura casualidad la que convirtió la unión de dos labios en un ícono que todavía perdura.

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