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"La mayor cualidad de Neuquén es que es una ciudad abierta"

Carlos Gotlip, representante de una de las familias pioneras del territorio, cuenta cómo fue vivir en el Neuquén fundacional hace 70 años. Su tradición en el comercio y una visión optimista de estas tierras.

Cuando los abuelos de Carlos Gotlip llegaron a Neuquén para comenzar una descendencia que se extendería por cinco generaciones, era febrero de 1913. Habían escapado de la pobreza europea en la Rivera española, y tras un viaje de meses, llegaron al territorio donde el tren ya era un sueño realizado y la cuenca de dos ríos ofrecía nuevas posibilidades para los migrantes. O al menos eso era lo que creían. La Neuquén de principios del siglo XX, un pequeño poblado de dos mil habitantes donde un salpicado de árboles jóvenes se esparcía por las calles de tierra, les resultó adversa en un principio. Así que se subieron a una balsa y con sus cuatro pequeños hijos, se instalaron en un paraje de mapuches llamado Planicie Jaguelito, más allá de Las Perlas. Allí se pondrían un almacén de ramos generales e intercambiarían cueros por alimentos en el poblado, hasta 1919, año en que retornarían a Neuquén.

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Carlos Gotlip, pionero del comercio de la electricidad en Neuquén.

Carlos Gotlip, pionero del comercio de la electricidad en Neuquén.

Abraham Gotlip, el único hijo varón que sobrevivió de esa familia, nació llegando a estas tierras el 8 de diciembre de 1912. “Mi abuela entró en trabajo de parto cuando venían viajando por la zona de Carhué”, cuenta Carlos Gotlip hoy, 108 años después. “Así que de muy pequeñito respiró este aire”, dice orgulloso de quien sería su padre.

Abraham formaría su familia nuclear con la neuquina Edith Brasch y tendrían a Carlos y a su hermana Susana. El sustento de la misma sería el oficio que Abraham sostenía con afanada constancia desde los 18 años: la electricidad. “Mi papá se subía a la bicicleta, se cargaba la escalera al hombro y se iba a las casas a hacer las instalaciones”, cuenta Carlos. Pero para cuando él y su hermana llegaron al mundo, Abraham ya era un vecino asentado en el pueblo con muchos proyectos, y que había tejido lazos comunitarios muy importantes. En efecto, “allá por 1936 se le ocurrió anexar a su empresa de venta de materiales eléctricos una especie de red de altoparlantes o altavoces ubicados en la vía pública de las dos primeras cuadras de la avenida Argentina y de la primera de la Olascoaga; en total 300 metros”, recuerda Carlos. Preludiando lo que sería una trasmisión radial, “les acercaba a los vecinos no sólo música, sino avisos y retransmisión de boletines informativos, vía conexión por onda corta con Radio Belgrano. Mi papá fue un visionario de la FM”, dice risueño. En aquel momento, los neuquinos se congregaban alrededor de los parlantes o se sentaban en los pocos bancos que había en la plazoleta para disfrutar de una de las primeras formas de comunicación analógica y popular.}

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Casa Gotlip, una de las más antiguas

En 1933 Abraham Gotlip inicia el primer negocio de iluminación en la calle San Martín al 177. En ese momento, la ciudad contaba con sólo 2500 habitantes. En el año 1946, se inaugura el edificio de calle Avenida Argentina esquina Rivadavia, en pleno centro. “Para el 1954 cuando se comenzó con la construcción de La Catedral María Auxiliadora, mi padre donó estufas y material eléctrico que aún hoy está presente en las instalaciones y no fueron afectadas por las reformas”, relata Carlos.

Por los años ´70, en un contexto de construcción de una red de represas hidroeléctricas, el incipiente desarrollo neuquino se consolidó. “Mucha gente que vino a trabajar en El Chocón se quedó y dio auge y desarrollo al comercio local”, explica Carlos. “Para ese momento, la empresa familiar ya se había trasladado a Perticone donde está anclada actualmente y yo, que ya me había recibido de Contador Público, comencé a ayudar en el negocio”. Fueron años y años en que Abraham y Carlos se hicieron socios y compinches de tanto trabajar juntos. “Él se quedaba adentro trabajando y yo salía afuera a buscar ideas, nos complementábamos, este año la empresa cumplió 89 años, y aunque ya la vendimos, nos representa como familia y sigue siendo un símbolo tradicional de Neuquén”, sintetiza.

“Él se quedaba adentro trabajando y yo salía afuera a buscar ideas, nos complementábamos, este año la empresa cumplió 89 años, y aunque ya la vendimos, nos representa como familia y sigue siendo un símbolo tradicional de Neuquén”.

Sin parangón

Carlos fue a la Escuela N º 2 y terminó el secundario en el colegio San Martín, como todos los neuquinos de aquella generación. Pero, a diferencia de algunos, egresó enamorado de quien sería su compañera hasta el día de hoy. Juntos se fueron a estudiar a la Universidad de Bahía Blanca y cuando volvieron, se casaron. Tuvieron tres hijos: Lucas, Alelí y Tomás; que les han dado seis nietos. La mayoría, conservó esa pertenencia por la ciudad y se quedó a vivir en Neuquén. “La fuerza del desarrollo de Neuquén es imparable”, expresa convencido, “la zona va a adquirir cada vez más y más importancia”, agrega reflexivo, aunque asume que la pandemia ha forjado un paréntesis en ese desarrollo.

“La fuerza del desarrollo de Neuquén es imparable”.

Esta nota es parte del suplemento aniversario de Neuquén que se publicó este sábado junto con la edición del diario.

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