“Las trabajadoras de casas particulares no tenían nada”
Natividad Obeso, presidenta de la Asociación de Mujeres Migrantes y Refugiadas de Argentina e impulsora de la ley recién promulgada, dice que salda una deuda histórica.
Por PAULA BISTAGNINO
“¿Y quién te dijo a vos que para las mucamas hay feriados?”, le reprochó su empleadora un 25 de mayo, cuando ella se retiró más temprano. Ese día, Natividad Obeso se juró no volver a trabajar como empleada doméstica nunca más y dedicarse a luchar por los derechos de sus pares; en su mayoría, mujeres migrantes de países limítrofes como ella. Pero pasaron más de 15 años y varias otras batallas intermedias, como la Ley de Migraciones, hasta que la ley de trabajadoras de casas particulares se convirtió en realidad el pasado 12 de abril, con el anuncio oficial de promulgación. “Esta ley significa todo para las trabajadoras, porque hasta ahora no tenían nada”, dice Obeso (52), peruana con casi dos décadas viviendo en la Argentina y fundadora de la Asociación por los Derechos Humanos de Mujeres Migrantes y Refugiadas en la Argentina (Amumra).
El proyecto de ley, que tomó parte del petitorio presentado por Amumra y otras organizaciones a la presidenta Cristina Fernández en 2009 con una marcha a la Casa Rosada, había sido aprobado por el Senado en noviembre de 2011 y por Diputados en marzo de 2013, en ambas cámaras por unanimidad. Según los datos de la última Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, en la Argentina hay 803 mil mujeres que trabajan como empleadas domésticas, cifra que crece alrededor de un 30% de acuerdo con otras mediciones, superando el millón. De ellas, explica Obeso, alrededor de un 80% son mujeres migrantes, tanto externas como internas; es decir, de países limítrofes -Perú, Paraguay y Bolivia en su mayoría- y de provincias de la Argentina; y alrededor del 50% del colectivo de las mujeres migrantes se emplea en la tarea doméstica. “Las cifras eran mucho más fuertes todavía antes de la Ley de Migraciones, porque ahora que se puede obtener el documento, las mujeres pueden conseguir otros empleos en distintos rubros”, destaca.
¿Cuáles son los puntos más importantes de la ley?
Suena increíble, pero este régimen especial lo que hace es sólo regularizar; es decir, igualarlas como trabajadoras con todo el resto de los rubros, oficios y empleos que tienen sus propios regímenes: límite horario y horas extras, licencia por maternidad, vacaciones, protección de despido en embarazo, obra social y jubilación, y prohíbe el trabajo a menores de 16 años con límites para las chicas de esa edad hasta 18. También es importante que los empleadores tendrán que pagar ART, algo que hasta ahora no existía. En realidad, nada de esto existía. O sea, todo lo que son los derechos que cualquier trabajador tiene hace 60 años.
¿Cuántos de estos derechos laborales básicos se respetaban hasta el día de hoy en la Argentina sin ley?
No hay estadísticas, pero es absolutamente mínimo, insignificante, el porcentaje en el que los empleadores consideraban a sus empleadas como trabajadoras con derechos. No es sólo por, digámoslo así, la “maldad” del empleador que no quería pagarle lo que le correspondía a su empleada, que por otra parte no estaba estipulado, sino que tiene que ver con toda una costumbre, una cultura, de cómo fue siempre esta relación laboral, que no es muy distinta que la que podía haber entre el patrón de campo y el campesino, o el dueño de la fábrica y el obrero, ¡pero hace 60 años! No es un chiste esto que nosotras decimos de que basta de hablar de patrones: son empleadores. ¡El tiempo de los patrones se acabó hace rato! Sin embargo, acá, en este trabajo, seguía funcionando.
Una de las consignas con las que Amumra se dirige a las mujeres es: “Exigir tus derechos no es deslealtad al patrón”. ¿Todavía funciona este precepto que parece de otra época?
Claro. Es que es de otra época y eso es porque, fuera de toda legislación, esa cultura no cambió. Y ahora, con la ley, si bien va a empezar a cambiar de a poco, en el sentido de que se van a tener que respetar los derechos, va a llevar un buen tiempo para que cambie la relación entre empleadores y empleadas. Ahora comienza todo un trabajo, que nosotras ya venimos haciendo desde hace muchos años, de concientización de los derechos para que las mujeres, y también los hombres claro, que entran en este nuevo régimen sepan qué pueden y deben exigir, y que están protegidos por la ley. Igual, por supuesto, como pasa con todos los trabajadores, la necesidad lleva al trabajo en negro y es muy difícil erradicarlo del todo.
En este trabajo en particular a veces resulta difícil defender los derechos, porque al darse en un ámbito doméstico, en general, las condiciones de trabajo quedan invisibilizadas y sólo es testigo quien las padece. ¿Cómo se trabaja para eso?
Si, este es un trabajo en el que resulta más difícil exigir que se respeten las condiciones de trabajo, porque en general la mujer está sola frente al patrón. El trabajo de AMUMRA justamente es ese, acompañarlas; y hacerles saber que tienen derechos, así como también obligaciones, claro, como todo ciudadano. Y fue con esa intención que organizamos los Tribunales de Mujeres Migrantes en Plaza de Mayo. El último fue en 2008. Lo que hacíamos era convocar a personalidades del derecho y de los Derechos Humanos -entre otros estuvo el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y la directora regional de UNIFEM Ana Falú-, exponíamos casos y se juzgaban. Lo hicimos con la idea de visibilizar todas las violaciones a los derechos humanos, sociales, económicos y políticos de las mujeres migrantes y refugiadas. Porque nosotras ya veníamos recibiendo denuncias, pero casi nunca prosperaban porque sin ley, ningún abogado quería agarrar nunca los casos. Entonces casi todas las denuncias quedaban en la nada.
¿Por qué se tardó tanto en llegar a tener un régimen especial para las trabajadoras de clases particulares?
Porque cuando comencé a juntarme con otras mujeres, a escuchar las tremendas historias de precarización laboral, cuando no directamente trabajo esclavo y hasta maltrato, y quise empezar a hacer algo, me di cuenta de que lo primero que había que hacer era luchar para que todas estas mujeres migrantes, que eran la mayoría de esas trabajadoras y sobre todo las que más sufrían esas injusticias del trabajo en negro, tuvieran documentos. Entonces esta lucha quedó pospuesta por la otra que venía primero.
¿Y qué tipo de denuncias son las que más reciben de las mujeres empleadas en casas particulares?
En general, los casos que nos llegaban hasta ahora siempre eran los más graves. Porque al no haber una ley que regulara todo el tema de las condiciones de trabajo era difícil que alguien viniera a decir que no le pagaban las horas extras por trabajar más de 8 horas o el sábado después del mediodía. Entonces, por ejemplo, venían casos de acusaciones de robo, de maltrato verbal, de falta de pago, de que no les daban un permiso para ausentarse ni en caso de enfermedad grave de un familiar en su país hasta intento de violación. Y ni hablar de los casos de mujeres que llegaron a los 70 años trabajando en una casa y las echaron sin nada y jamás tuvieron un aporte y entonces se encuentran a en edad de jubilarse y no tienen nada de nada. Muchas veces ni siquiera familia, porque dedicaron toda su vida a trabajar en una casa con cama adentro. Eso es muy injusto. Hay de todo.
Usted decía que con la Ley de Migraciones, aprobada en diciembre de 2003, cambió mucho el porcentaje de mujeres migrantes en el empleo doméstico porque sin documentos se dificultaba conseguir otros trabajos. ¿Había también denuncias por empleadores que se aprovechaban de esta situación?
Sí. Una persona sin documentos vive en una situación de miedo constante y eso la vuelve mucho más vulnerable. Y eso a la vez es una herramienta de presión y amenaza para los empleadores que juegan con el poder de denunciar y extraditar.
Usted hizo un trabajo de hormiga para ir convenciendo y sumando apoyos para la sanción de estas dos leyes. ¿Con qué prejuicios se encontró?
Nosotros hacíamos “lobby” de tres maneras: por teléfono, personalmente y por correo electrónico. Yo iba a todas las sesiones, de principio a fin y hablé con cada uno de los diputados y senadores que en aquel momento se oponían a una Ley de Migraciones. Iba y les preguntaba por qué. Y me decían más o menos los mismos prejuicios que se escuchan normalmente sobre los migrantes: que les sacan el trabajo a los argentinos, que vienen porque son delincuentes y se escapan de su país. Entonces yo me armaba de paciencia y les decía que no, que si escuchaban las historias iban a ver que la gente no migra porque quiere un buen traje o para la diversión; la gente migra porque en sus países de origen no pueden tener una vida y un trabajo digno, porque pasa hambre, porque sufre la injusticia.
¿Qué es lo que viene ahora para empezar a aplicar esta ley?
Ahora viene toda la reglamentación, que es fundamental para terminar de ajustar algunas cuestiones, mejorarlas y hacerlas aplicables. Igual, ya rigen los 180 días para ponerse en regla. Esta es una gran ley, ejemplo para el mundo porque está basada en los derechos humanos, y queremos verla cuanto antes en funcionamiento. Le va a cambiar la vida a miles y miles de mujeres, y de las familias que están detrás de ellas, y que padecían las terribles consecuencias del trabajo en negro y absolutamente desregulado.
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