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La Mañana

Los grises de la justicia

Hay situaciones concretas que a los ojos de los funcionarios judiciales se encuentran en una escala de grises que para la sociedad es incomprensible. Ensayo un ejemplo que seguramente para defensores, fiscales y jueces será simplista, pero para la gente puede ser práctico.

Sos víctima de un asalto. Una persona (menor o mayor) te apunta con un arma de fuego y te lleva la mochila o la cartera. A los fines procesales es un robo, pero si lo detienen, la magnitud del hecho se tamiza y en forma inmediata se convierte en tentativa de robo. Es decir, a vos no te robaron, intentaron robarte, pero vos viste cómo el tipo te apuntaba, se llevaba tu mochila y huía. Pero eso ya no importa.

Además, cualquier defensor advierte que hay que verificar si el arma era una réplica o no. Vos viste un arma amenazando tu vida y en medio del shock no pudiste detectar si el “fierro” era real o una réplica. Un absurdo que no queda ahí.

Y si tenés la suerte –vaya ironía– de que el asaltante tenía un arma de verdad, ahora hay que probar si estaba apta para el disparo. ¿Se entiende? Si te roban, lo mejor que te puede pasar es que sea un delincuente con un arma de verdad, de esas que disparan y matan.

Si el robo reúne todos estos requisitos y el ladrón no es primerizo, tal vez hasta quede detenido. Lo más seguro es que aguarde todo el proceso en libertad y le den una pena en suspenso. Incluso si mata y viola puede aguardar todo el proceso en libertad y con algo de suerte, si no se fuga antes, tal vez vaya preso.

Estas son las incongruencias del sistema que pone más la mirada en las garantías del delincuente que en las de la víctima.

Ser víctima de delito es traumático, más aún cuando la Justicia te atropella con todos sus tamices.

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