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Los neuquinos que crearon un vivero de plantas carnívoras

Compraron un ejemplar por la iniciativa de su sobrina y hoy ya tienen 600 plantas para reproducir y comercializar.

La inquietud de la pequeña Delfina sentó las bases de un nuevo emprendimiento para Paola Campas y Ariel Oyarzún. Con sólo 4 años, su sobrina pidió que le regalaran un "cadnívoda", como ella llamaba a las plantas que atrapan insectos, y así generó una verdadera pasión para la pareja, que hoy tiene más de 600 plantas carnívoras en un invernadero del barrio Belgrano.

Su vivero, llamado Dysis, comenzó con una sola planta traída desde Buenos Aires, en un contexto en el que la llegada de este tipo de ejemplares a la región era aún muy incipiente. Paola y Ariel se enfrentaban a un mundo completamente desconocido y era poco lo que sabían acerca de los cuidados que exige cada maceta. Por eso, la primera carnívora que tuvieron se les secó.

A pesar del fracaso inicial, volvieron a insistir. Viajaron de nuevo y, en esta ocasión, se trajeron una venus, que es la planta más conocida entre las carnívoras por sus característicos tallos que asemejan manos con la capacidad de cerrarse para atrapar a los insectos. "Era la que quería mi sobrina, y ahí ya empezamos a averiguar más información", explicó Paola.

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De pronto, el mundo de las plantas carnívoras se expandió ante sus ojos. Comenzaron a leer más información, a hacer nuevas investigaciones y a contactarse con otros fanáticos de este tipo de flora que se concentran, sobre todo, en las ciudades mexicanas. Desde allí les llegaban nuevos consejos y datos para que las plantas crecieran sanas y fuertes.

Paola comprendió pronto que no se puede tratar a las carnívoras como a una planta cualquiera. Y comenzó una cuidada rutina de cuidados que incrementaron de forma notable la cantidad de ejemplares. Empezaron con 8 plantas en 2019, y hoy el vivero ya tiene 600 unidades para vender y seguir reproduciendo.

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El factor fundamental para conservar la vida de las carnívoras es el riego. Cada maceta debe humedecerse con agua de lluvia, agua destilada o la que proviene del aire acondicionado. Así, la pareja suele recolectar el agua de cada precipitación para nutrir los ejemplares de su vivero. "Cuando ya no nos queda, salimos corriendo a comprar agua destilada", dijo la emprendedora.

Pronto aprendieron a interpretar el lenguaje propio de las carnívoras. Algunas prefieren la luz y otras eligen la sombra. Están aquellas que hibernan en los meses fríos y relucen sus mejores hojas y flores en la primavera y el verano. Y cada una pide agua en un momento determinado, que Paola y Ariel ya conocen casi de memoria.

Los dos son empleados administrativos en el Estado, y dedican sus tardes al vivero que tienen en Barrio Belgrano. Aunque las plantas carnívoras no son su principal fuente de ingresos, ellos dedican las tardes completas a un emprendimiento que quieren cimentar para dejar como herencia a sus hijos.

"Tenemos hijos jóvenes y queremos que este vivero quede para ellos; los de 18 y 21 nos ayudan bastante con los sustratos y las plantas, y también nos acompañan a las ferias", dijo Paola sobre la nueva generación de jardineros que buscará fomentar el amor por las plantas carnívoras en Neuquén.

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Por sus movimientos y su singularidad, las plantas carnívoras son la fascinación de los más chicos, que suelen bautizar a sus ejemplares con un nombre y considerarlos casi como una mascota más. Sin embargo, Paola recordó la importancia de no jugar con las plantas, pero sí otorgarles todo el amor que necesitan para crecer fuertes.

"Cuando vamos a las ferias de Arcos Romanos o Balsa Las Perlas, nos sorprende lo mucho que saben los chicos de las plantas; ellos se acercan a nuestro puesto y les enseñan cosas a sus padres, que nos miran sin poder creer", dijo Paola y agregó: "Y nosotros asentimos porque los chicos tienen razón".

Entre otras cosas, los niños saben que las plantas comen todos los insectos, incluidas las hormigas o bichos bolita. Y les cuentan a sus padres que no deben comer las abejas, que son claves en la polinización. Las mismas carnívoras, ya sabias, dejan crecer las flores 15 centímetros más altas que los tallos que atrapan insectos. Así, las abejas no caen presas de la voracidad de las plantas.

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"Siempre hay abejas curiosas que caen, pero no es lo ideal", dijo la emprendedora y aclaró que, si bien desde el vivero se preocupan mucho por el riego, no acercan insectos para que atrapen las plantas. Por eso, recordó la importancia de que los dueños de cada planta las dejen crecen en libertad.

Desde el vivero venden distintos ejemplares que varían entre los 500 y los 5 mil pesos, según la especie y singularidad de cada carnívora. Además de entregar la maceta, los responsables del lugar hacen un seguimiento de cada cliente durante unos seis meses, para evitar que la planta se seque en una casa nueva. Por eso, aportan nuevos sustratos y útiles consejos para que cada familia reciba a una carnívora en su casa.

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